Opinión · Otras miradas
Ferrovial y las empresas en el cine: se veía venir
Guionista y escritor
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Paul Reisner, el 50% de una de las mejores comedias televisivas de todos los tiempos, Loco por ti, participó en 1986 en la secuela de Alien (Aliens: El regreso). Esta película, donde la “s” que marca el plural explica todo lo que hay que saber sobre ella, es uno de los mejores filmes de James Cameron.
En Aliens, Reisner interpreta a Carter Burke, un joven ejecutivo que trabaja para la gran corporación ficticia Waylan-Yutani. Su presentación como personaje la define su primer diálogo con la Teniente Ripley de Sigourney Weaver: “Soy Burke, Carter Burke, trabajo para la compañía, pero no te preocupes, soy un tío majo”.
No es un tío majo. A decir verdad es una rata miserable y traidora que si tiene que elegir entre los aliens y “limitar los beneficios de la empresa para la que trabaja” elige a los aliens sin pestañear. Después, Burke muere, como no puede ser de otra forma, devorado por un alien. Efectivamente, se trata de una metáforas decrecentista antes incluso del propio decrecimiento.
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El cine de James Cameron está lleno de simpáticas advertencias sobre el medio corporativo y las personas que lo pueblan. Cyberdine Systems, la empresa de desarrollo tecnológico que es responsable de la creación del Terminator que sabe que va a acabar con la tierra, es otro ejemplo perfectamente valido. Lo que pasa es que Burke es odioso en todas y cada una de sus apariciones en pantalla. ¿Trazo grueso? Puede ser.
El cine lleva desde su fundación lanzando alertas ante el poder empresarial desmedido y la falta de control del mismo. Ciudadano Kane es un ejemplo que ya nos lo dice a gritos. Y al objeto real de los dardos de esta película, el magnate de los medios y orgulloso pionero de las fake news, William Randolph Hearst, le sentó regular. Tan regular que intentó que la película no se estrenara. Mary Poppins también nos recuerda que no hay banquero bueno. Lo hace desde las tripas mismas de Disney. Hollywood digirió la particular fiebre empresarial de los 80 con el Wall Street de Oliver Stone, donde Gordon Gecko, interpretado por Michael Douglas, se dedica a ir por ahí despiezando empresas, engañando a sindicatos y corrompiéndose. Cuando todo el mundo estaba emocionado con la llegada de Facebook, David Fincher y Aaron Sorkin sacaron La Red para recordarnos que todo aquello no era más que la extensión digital de un hombre sin alma incapaz de conectar con nadie.
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Cuando no es la empresa en sí son sus avariciosos gestores. Incluso en esa apuesta por las energías renovables y el entorno corporativo amigable que es Monstruos S.A se nos recuerda que “ojo con el dueño”. Tampoco hay villana más carismática y deplorable que la magnífica “Mamá” de MomCorp, la corporación malvada de Futurama. Si os ponéis a pensar un rato seguro que encontráis vuestros propios ejemplos. ¡La Tapadera! ¡Erin Brocovich! ¡El Informe Pelícano! (Es cómo si buena parte del cine de abogados fuera un gigantesco “ojo cuidado” de estos temas) Y si os gustan los videojuegos o el cine de terror sabéis que se debe temer cualquier cosa que venga de una empresa llamada “Umbrella”. En serio, corred.
Cualquiera que haya seguido este camino de migas de pan audiovisual sabe que no es buena idea darle toneladas de contratos públicos a una empresa nacida en pleno franquismo, rescatarla con ERTES durante la pandemia y esperar que, simplemente, se comprometa con los intereses compartidos de una nación. Eso, simplemente, no sucede. Así que cuando Ferrovial anuncia que dejará España para expandirse en EEUU y/o pagar menos impuestos pienso en Montgomery Burns, el magnate nuclear de Los Simpsons y en el capítulo 198 de la serie: The Trouble with Trillions, donde Hacienda le hace una inspección y descubre las 700 formas en las que Burns evita pagar lo suyo.
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El problema, quizás, no es tanto que la cultura popular en sus muy diversas formas y maneras no nos haya avisado de lo que sucede con estas cosas, sino más bien que hay muy pocas películas que nos cuenten lo que hacer al respecto. Siguiendo el juego iniciado os pregunto… ¿Conocéis muchas series o películas sobre inspectores de Hacienda? ¿Recordáis cómo se representa a los inspectores de Hacienda en el cine y la televisión? ¿Habéis visto muchas películas sobre la titánica pelea de un Estado por evitar que sus empresas fuguen capitales o externalicen su producción? ¿Y series de televisión sobre trabajadores que toman el control de su empresa para evitar perder el trabajo?
Eso que llamamos cine de denuncia tampoco ha acertado en contarnos de esas luchas más que las derrotas y los padecimientos. ¿Una mujer sindicalista no tiene derecho a su propia comedía romántica? (Pero no con el dueño de la empresa, esa mala digestión de Romeo y Julieta sí la hemos visto alguna que otra vez) ¿No hay conflictos sindicales que se ganan?
Quizás por eso, a partir de esa ausencia de alternativas, cada vez hay más series y películas que nos devuelven el gozo de odiar a las personas con posibles y sus maquinaciones empresariales y vitales. Tratarles de ineptos o miserables, es un pequeño consuelo. Pero pequeño.
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