Opinión · Otras miradas
La izquierda, el exhibicionismo de las pequeñas diferencias y el tigre desbocado
Diputado de Unidas Podemos en la Asamblea de Madrid
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He dudado en publicar este artículo, porque como se ha abierto la veda del tiro al pichón, seguramente recibiré más de un escopetazo de algunas personas impulsivas. Pero como no estoy dispuesto a perder la libertad de expresión que siempre he tenido, ahí va.
El pasado 1 de abril puse un tuit que decía lo siguiente: “Estoy fuera del país, pero políticamente estaré en el Magariños con Yolanda Díaz. Los bárbaros están a las puertas y Sumar es el último tren de la esperanza de la izquierda, si es generosa, se une y tiene sentido de la supervivencia. Que así sea o la historia no nos lo perdonaría”. Evidentemente me refería al acto de Sumar donde Yolanda Díaz anunció su candidatura como cabeza de lista. Tuvo 157 comentarios, muchos de ellos de una agresividad que no me parece normal. Como estoy de vuelta y de despedida de muchas cosas, no me lo tomo como una cuestión personal, pero conviene analizar qué nos pasa.
El problema político que refleja es el desencuentro entre Podemos y el proyecto Sumar que condujo a la ausencia del primero en el acto del 2 de abril. No voy a entrar a analizar las responsabilidades de cada parte. Doy por hecho que cada una cree que su planteamiento es el más justo: Podemos pide más protagonismo, porque considera que tiene más peso político que otras formaciones y lo expresó planteando primarias abiertas en un acuerdo previo al acto. Sumar está de acuerdo en que haya un sistema democrático de primarias a negociar antes de las elecciones de diciembre de 2023 con todas las fuerzas que formen parte del proyecto. Es legítimo que cada parte defienda sus posiciones, pero mucho cuidado con la manera de hacerlo.
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Lo que realmente me inquieta, porque puede dar al traste con la necesaria unidad de toda la izquierda, es el clima de radical confrontación creado desde hace meses y que no deja de crecer. Una de sus manifestaciones se produce en las redes sociales. Mi preocupación por esta negativa dinámica la reflejé en un artículo donde venía a plantear una tregua hasta las elecciones del 28 de mayo.
Parecía que se habían tranquilizado un poco las cosas, pero de nuevo volvieron a recrudecerse en torno al 2 de abril, hasta el punto de que da la sensación de que se les están yendo de las manos a todos. Por ejemplo, a Juan Carlos Monedero, le han criticado por decir que puede haber dirigentes de la izquierda (por Yolanda Díaz y Mónica García) que se equivocan “pero no son el enemigo”. Pablo Iglesias ha dicho en Twitter: “Sé que muchos militantes y simpatizantes de Podemos se sienten muy dolidos, pero creo que toca mantener la cabeza fría y seguir defendiendo la unidad con primarias. Hay intereses demasiado obvios en intentar romper, una vez más, la izquierda”. Aunque abunda en la idea del agravio y de la conspiración permanente contra la izquierda, bien está que llame a la tranquilidad. Lo mismo ha venido a decir en Zaragoza: hay que apostar por la unidad “a pesar de los insultos, los ninguneos y los desprecios”.
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La no existencia de graves discrepancias reales, contrasta con la agresividad en las redes sociales. Estamos superando las rayas rojas. No es ruido, es sectarismo, y el sectarismo es un tigre que cuando se suelta ya no hay quien lo controle, se retroalimenta y puede hacer muy difícil el acuerdo. O si finalmente éste se produce, quizá no tenga las sinergias positivas que se necesitan. La pregunta es ¿puede haber un proyecto común cuando se habla de traición y se demoniza a las personas concretas de uno y otro bando?
Veamos los elementos que alimentan la confrontación.
1. ¿Quién es más de izquierda? Las posiciones de las ministras de Unidas Podemos en el Gobierno suelen ser en general las mismas. El programa de Sumar no está aún publicado, pero por lo que yo conozco en educación no habría ninguna diferencia. Estoy seguro de que la coincidencia se produce en el 95% de los temas. De hecho, nadie ha puesto encima de la mesa, aún, la negociación del programa político.
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b) ¿Quién es más democrático? Creo que tampoco hay diferencias aquí: se coincide en establecer mecanismos de participación democrática o primarias. Lo piden unos y lo necesitan otras para legitimarse. Habrá que negociar la fórmula concreta en el momento que corresponda y entre todos los participantes.
c) El PSOE está maniobrando para dejar fuera a Podemos. Creo que debe ser el más interesado en que haya unidad de todas las fuerzas a su izquierda, para que no haya penalización en las circunscripciones pequeñas y se pueda reeditar el Gobierno de coalición.
d) Por último, están los argumentos sobre la valentía y la cobardía, la gratitud y la ingratitud…, que además de no aportar a la unidad, son injustos y poco elegantes.
Vistos los argumentos utilizados en el proceso, es evidente que se hace un exhibicionismo de las pequeñas diferencias, que desgraciadamente, es un clásico en la izquierda: no aporta nada y es estéril y recurrente. Que hay diferencias, claro, todos somos muy diversos. Pero ¿de verdad somos tan diferentes? Poner la lupa sobre las diferencias y agrandarlas, aunque luego se diga que no deben obstaculizar la unidad, solo contribuye a crear una política de bloques que considero errónea. Yo soy muy poco groupie y estoy seguro de que somos muchos lo que no queremos participar de ningún bloque y podemos compartir más unas cosas con unos y otras con otros. Por ejemplo, y para que se entienda, soy claro partidario de apostar por la paz en Ucrania y de oponerse a la escalada que buscan Rusia, la OTAN y EEUU. Pero también me pareció una equivocación la no asistencia de Podemos al Magariños y un flaco servicio a la candidatura de Unidas Podemos en Madrid.
Las diferencias que existen entre Podemos y Sumar no son mayores que las que puede haber dentro de cualquier partido político amplio y democrático. ¿Qué se gana resaltando las diferencias? ¿No habría que resaltar las coincidencias cuando todos dicen estar por la unidad? Los dos últimos años, yo he trabajado muy bien con las compañeras y compañeros de Podemos y de Izquierda Unida y no quiero pertenecer a ningún bloque y sí a un proyecto común de todos.
Creo que toca recuperar la idea de tregua hasta el 28 de mayo y dejar para después las negociaciones sobre procedimientos y programas. Bajar los decibelios, centrarse en las elecciones autonómicas y municipales, apoyar las candidaturas de la izquierda y esforzarnos en vernos todos como parte del mismo impulso transformador.
Mientras tanto, yo pediré el voto para Unidas Podemos en la Comunidad de Madrid el 28 de mayo. Aunque bastante cansado de predicar en el desierto y lamentando mucho que no haya sido posible articular antes la unidad de la izquierda del PSOE.
Después de mayo, lo último que podría pasarle a la izquierda es ir dividida en las elecciones generales. Porque en ese caso, además del riesgo de no reeditar un gobierno de coalición progresista, dejaría heridas muy difíciles de curar: las de la supuesta superioridad moral de unos frente a otros. Conjurémonos para hacer todo lo posible para recuperar el clima de convivencia y confianza en la izquierda como condición necesaria para la unidad. Y para ello, cuidemos las palabras porque se convierten en acciones, y las acciones determinan el destino de las cosas.
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