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Opinión · Dominio público

La 'Operación Barcelona', consecuencias y efectos secundarios

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El sábado, a las cuatro en punto de la tarde, saltó la sorpresa en Barcelona. Justo una hora antes del pleno de investidura del alcalde, con precisión milimétrica, Barcelona en Comú anunciaba que cambiaba su posición 180 grados después de negar rotundamente 48 horas antes que pudiera dar su voto al PSC. Y decidieron finalmente hacer alcalde al candidato socialista, Jaume Collboni, sabiendo que para materializar la operación necesitarían la concurrencia del PP.

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El tenaz alcalde Collboni y la Barcelona baluarte socialista

La decisión de Barcelona en Comú, como la alcaldía de Collboni, es totalmente legítima. No sabremos hasta dentro de 4 años –aunque dentro de poco más de un mes tendremos algunas pistas- si era lo que querían los respectivos electorados, pero la elección de Collboni como alcalde de Barcelona surge de las urnas con la misma legitimidad democrática que la de los otros 946 alcaldes y alcaldesas de Catalunya o las más de 8.000 alcaldías del conjunto del Estado.

De hecho, Collboni ha trabajado duro durante más de una década para llegar a este objetivo, se ha postulado tres veces como alcalde superando dos dolorosas derrotas y ha obtenido un buen resultado a pesar de no ganar las elecciones, aumentando la representación del PSC y solo un concejal por detrás de Xavier Trias. Dice el refranero que quien la sigue la consigue, y Collboni es tenaz y persistente donde los haya. Ha luchado hasta la extenuación, primero en la campaña y en las urnas y después en los despachos. En lo primero, el PSC está muy fuerte en estos momentos, en lo segundo los socialistas son unos maestros aventajados, una máquina perfecta, y han utilizado todos sus inmensos recursos para decantar la balanza de la preciada alcaldía de Barcelona a favor de su cabeza de lista. Todos, incluidos la Moncloa y una operación que algunos llaman “de Estado” y otros “23J”.

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Los socialistas vuelven de esta forma 12 años después a ostentar una alcaldía de Barcelona que conocen muy bien porque la tuvieron desde el inicio de la democracia hasta el 2011, cuando justamente Xavier Trias acabó con el poder socialista en la capital catalana. Con el valor añadido de que Barcelona pasa a ser el gran baluarte del socialismo español huérfano de grandes capitales tras la debacle del 28M. Un ariete importante para afrontar las elecciones generales del 23J, pero también un importante cuartel de invierno en caso de perder la Moncloa. Recuerden que Barcelona, además de la capital de Catalunya, es la segunda ciudad con más habitantes del Estado y un referente internacional de primera magnitud.

Rasgarse las vestiduras y la paja en ojo ajeno

Hay rasgadura de vestiduras en Barcelona y en Catalunya por lo acontecido el sábado por la tarde, después de que el ganador de las elecciones, Xavier Trias, se quedara con la miel en la boca de la alcaldía. Pero si somos un poco coherentes, que el PSC no fuera la primera fuerza tiene una ínfima relevancia. Si pusiéramos en fila todos los alcaldes y alcaldesas que han conseguido la vara de mando de su ayuntamiento este sábado sin ser la lista más votada podríamos llenar algún teatro donde representar la escenificación del despecho según el municipio y el color. Ni un solo partido se perdería el espectáculo, en Catalunya ni la CUP que se ha llevado la alcaldía de Girona dejando en la banqueta al PSC que ganó las elecciones. Es aquello de la paja en ojo ajeno y la viga en el nuestro.

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Las decisiones desde Madrid y el orgullo barcelonés

Algunos defienden que Barcelona no es comparable a otros municipios pero lo cierto es que las normas de la política son iguales en todas partes. Son salvajes y se rigen por la acumulación de poder a toda costa sin excepciones. Pero ello no quiere decir que no existan las consecuencias. No por el resultado, sino por la realización. Basada en una operación de Estado que todo apunta a que sino ha sido teledirigida desde Madrid, ha tenido un impulso decisivo desde la capital del Estado. Con evidentes intereses en la pugna por la Moncloa de cara a las elecciones generales del 23 de julio. Todo ello relleno de claras mentiras, poca transparencia por no decir opacidades y la imprescindible participación de actores poco compatibles como los comuns y el PP. Y a la mayoría de barceloneses, que son muy suyos, voten lo que voten, no les gusta demasiado que las cosas de la ciudad se decidan fuera de ella. Ni siquiera en el Palau de la Generalitat que está enfrente del Ayuntamiento, imagínense a 600 quilómetros de distancia. Y esto se puede negar, pero pinta que las llamadas y reuniones entre la Moncloa y la calle Pallars –sede del PSC-, entre Génova y Ferraz, entre socialistas y sumaristas, entre Yolanda Díaz y Ada Colau, entre unos y otros, son como las meigas, que haberlas haylas.

El PP el gran ganador, Vox se esfuma, ni independentistas ni Colau y partido de Estado

Sobre el renglón de las ganancias solo un partido puede equipararse a los frutos conseguidos por los socialistas, alcaldía en mano. Y ese es el PP. La operación Barcelona supone para el PP oro en paño. Primero porque su cabeza de lista, Dani Sirera, puede sacar pecho de haber cumplido con solo 4 concejales todos sus objetivos: doblar representación, ser decisivos en la gobernabilidad de Barcelona, cerrar el paso a un alcalde independentista y “liberar” la capital catalana del “yugo” del “populismo colauista”. Pero sobre todo, los márgenes de beneficio son inmensos a nivel estatal. Un PP presionado por el pacto con VOX, escorado por las terroríficas ocurrencias de la ultraderecha, consigue resituarse en una supuesta moderación y centralidad como partido de Estado, que se sacrifica por el bien de España contra los pérfidos independentistas aunque sea en beneficio de su principal adversario. El entusiasmo generado en Génova es tal, y han blandido con tanta exageración el acuerdo del PP con el PSOE, que incluso han incomodado a su gente en Barcelona donde el PP intenta gestionar el triunfo con la mayor finezza posible.

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Los comuns, en la encrucijada de difícil explicación

El haber de las ganancias explica perfectamente la maniobra del PSOE y PP. Pero la incógnita recae en el papel del actor imprescindible, sin el que lo acontecido el sábado era inviable, que es Barcelona en Comú. Los de Ada Colau pueden justificar -y lo hacen- el sorpresivo cambio de guion con el mantra de evitar la alcaldía de Xavier Trias para preservar su obra de Gobierno. Pero este argumento tiene dos problemas que dificultan la explicación. El primero es que Jaume Collboni lleva en su programa ejes de actuación equiparables a los de Trias en cuanto a los anatemas ideológicos para los comuns: que se sepa apuesta por la ampliación del aeropuerto, paralización de las famosas “superillas”, ralentización o paralización provisional de la conexión de los tranvías, retirar la tasa turística o retirar la reserva del 30% de vivienda pública en las promociones inmobiliarias privadas. Unas medidas que, sin los comuns en el Gobierno municipal, el PSC podrá desarrollar aunque sea a golpe de decreto o veremos con que alianzas. Porque Junts las ve con buenos ojos y el PP va gritando por las esquinas que esas son sus imposiciones para la investidura de Collboni.

El segundo problema de este argumento es responder a este interrogante: ¿Por qué si se trataba de frenar a Trias a toda costa no lo pusieron sobre la mesa hasta una hora antes del pleno de investidura? Y es que, a menos de 48 horas del pleno, el número dos de Ada Colau, Jordi Martí, declaraba ante la prensa: "En ningún caso lo que pase el sábado tendrá nada que ver con la participación del PP si debemos participar nosotros. Con el PP ni a la esquina. Cada día que pasa hay más razones para mantener una distancia abismal con el PP después de sus pactos con Vox". ¡Literal!

Martí añadía: “Nosotros no regalamos los votos sin un acuerdo, ni a Collboni ni a nadie”. Y la teniente de alcalde Janet Sanz dejaba por escrito en Twitter que “Collboni quiere ser alcalde con los votos del PP, quien acaba de hacer Gobierno con Vox en Valencia. Esta vía está muerta”. ¿Se mintió en ese momento? ¿Qué hizo cambiar de opinión a Ada Colau y la dirección de los comuns? En esas 48 horas lo único que se produjo fue el acuerdo entre Junts y ERC pero eso ya se estaba cociendo y se conocía, y tampoco alteraba el escenario porque no sumaban la mayoría absoluta. En cualquier caso, en última instancia, la participación de Esquerra suponía un freno a las políticas neoliberales de Trias.

La verdad es que, en mayor o menor medida, la interpretación de que los intereses electorales de Sumar y de Yolanda Díaz para el 23J tuvieron un papel destacado está sobre la mesa. Una imagen que se lleva mal en las bases de los comuns, muy celosos de su total independencia como proyecto autónomo respecto a las tentaciones centralizadoras que ya tuvo la dirección de Podemos, y que acarreó no pocas tensiones. Y además, sorprende que los comuns no tomaran una decisión de este calado con sus bases en asamblea, valorando el papel del PP en todo ello. Como sí se hizo hace cuatro años. Y tendrá que lidiar con la falta de transparencia, cuando no engaño a la opinión pública, ergo también a sus bases electorales.

Que Collboni haya anunciado el mantenimiento de todos los altos cargos de los comuns a pesar de que Ada Colau anunció que el grupo municipal se queda en la oposición no ayuda tampoco a disipar la niebla del oscurantismo pactista. Más bien proyecta la sensación de un cambalache de alcaldía a cambio de sillas y pagas bajo mano. Cierto o no, la ética del militante de izquierdas ha recibido un golpe en pleno esófago. Una contusión más en un espacio ya malherido, exhausto y decepcionado por las luchas intestinas entre Sumar y Podemos.

Como también tendrá su impacto, aunque esto en Madrid quizás también cueste de comprender, que el problema no es rechazar a Trias como alcalde de derechas -algo lógico en los comuns- sino la participación en una operación de cordón sanitario contra el independentismo que, aunque se niegue, es la imagen que han fijado el PSOE y el PP. Porque una buena parte de los votantes de los comuns o son independentistas directamente –intercambiables con la CUP o ERC- o soberanistas favorables al derecho a la autodeterminación. Habrá que ver como digieren las bases este embrollo a cuatro años vista y si se cumplen los augurios de que este espacio se está reduciendo nuevamente a lo que había sido Iniciativa. Pero, a un mes del 23J, esta puede ser una de las vías de agua en la izquierda para conseguir la victoria contra la derecha y la ultraderecha en el Estado.

ERC debilitada y la fractura de las izquierdas

A pesar de tener ya listo un acuerdo de Gobierno con Trias, la Operación Barcelona para la alcaldía de Collboni no tiene a Esquerra como principal damnificado. Los republicanos tienen su gran herida en la debacle electoral que sufrieron el 28 de mayo en las municipales con la pérdida de 300.00 votos, y especialmente en Barcelona donde pasaron de ganar hace cuatro años a la mitad de representación. Son los grandes derrotados en la capital catalana mucho antes del sábado pasado y eso no lo arreglaba un mísero teniente de alcaldía.

Pero la participación de los comuns en la operación con el PP reabre la herida de los de Ada Colau con Esquerra Republicana, que aún supuraba desde que hace cuatro años enviaron a Ernest Maragall a la oposición a pesar de haber ganado las elecciones. En otra Operación Barcelona, esta vez con la marca de Manuel Valls, que no ha tardado a salir a aplaudir la reedición de su maniobra sin que se descarte que pida derechos de autor. Una herida que se ensancha y que está en el núcleo de la explicación de porqué era inviable la idea de que Esquerra hiciera a Collboni alcalde, con Ada Colau en un tripartito de izquierdas.

La fractura entre las izquierdas soberanistas e independentistas en Catalunya será fratricida en la inminente campaña electoral del 23J y poca duda cabe que Esquerra intentará sacar fruto de la operación de los comuns con el PP, como los comuns intentarán la contraofensiva reprochando a Esquerra el acuerdo con Trias. Veremos quien se lleva el gato al agua, pero si a la ecuación le sumamos un PSOE que aplica el cordón sanitario contra el independentismo con el PP, a Esquerra en Barcelona o a EHBildu en Vitòria o Pamplona, el mapa de las izquierdas –por no hablar de otros escenarios como Andalucía- en el conjunto del Estado se parece más a las barricadas del 37 en Barcelona con psuqueros, poumistas, comunistas y tutti quanti liados a tiros, que a un frente antifascista para parar el ascenso de la extrema derecha a los aledaños de una Moncloa ocupada por Alberto Núñez Feijóo.

Trias pierde una alcaldía y Sánchez un posible aliado

Sin duda el gran perdedor de la Operación Barcelona es Xavier Trias, que se quedó el sábado con la miel en la boca de la alcaldía. El candidato postconvergente protagonizó -con permiso de Collboni- la sesión de investidura con un encendido discurso en que pronunció la frase que ya se ha hecho viral: “Que us bombin a tots (Que os zurzan a todos)”. Los comuns han atribuido la frase a una indignación clasista de prepotencia por no poder ejercer la vara de mando. Pero no se equivoquen, la frase iba dirigida a los de Ada Colau, pero no principalmente. Los principales destinatarios eran el PSC y el PP, no tanto como partidos sino como reflejo de los intereses del establishment barcelonés –como decíamos antes, en Madrid no se calibra que el eje izquierda-derecha en Catalunya es más complejo y el programa de PSC y Junts no difieren en exceso-.

La rotunda frase iba dirigida a los famosos poderes fácticos que querían a Ada Colau fuera del control de la ciudad. Son los que convencieron y bendijeron a Trias para presentarse como arma revulsiva para ganar a Colau. Los que le aplaudieron en el oligarca y españolista Círculo Ecuestre durante la campaña o en otros foros empresariales como el Cercle d’Economia o Foment. “Que us bombín a tots” no era una expresión de enfado prepotente, sino de despecho por la traición de clase. Ni esconder el independentismo le ha servido a Trias para evitar la puñalada, y al final el espantajo independentista y de Puigdemont ha servido de coartada. Esta es otra cosa que se comprende poco fuera de Catalunya, que Trias tiene de peligroso independentista lo mismo que  un caniche de peligroso mastín, al menos hasta el sábado.

Y es aquí donde hay que poner el acento de este apartado referente a Trias en las consecuencias del pleno de Barcelona. El candidato de Junts ha perdido la alcaldía, pero Pedro Sánchez ha perdido un posible aliado capital en sus aspiraciones a quedarse como inquilino de la Moncloa. Porque si alguien en Junts estaba dispuesto a liderar el cambio de rumbo del partido, del no a todo –especialmente no a Pedro Sánchez- hacia posiciones pragmáticas y negociadoras, ese era Trias. Y la alcaldía le daba un plus formidable de poder dentro y fuera de Junts para empujar en esta dirección, junto a dirigentes como Jaume Giró. Cuestión que puede ser fundamental si PP y Vox no consiguen la mayoría absoluta. Trias apuesta -o apostaba- por el diálogo con el PSOE por convicción pactista, y por la inquina al PP que en época de Jorge Fernández Díaz al frente del Ministerio del Interior lo hundió con falsas acusaciones en la Operación Catalunya. Junts no forma parte de la mayoría de la investidura de Sánchez, pero no les quede ninguna duda, el sábado el socialismo ganó una alcaldía y perdió un aliado estratégico para hacer que Junts hubiera virado su actual estrategia en Madrid.

Los costos para la posible mayoría de investidura de Sánchez

Con todos estos mimbres debemos hacer la cesta de las posibilidades que tiene Pedro Sánchez de reeditar una mayoría de posible investidura después del 23J si el PP y Vox no suman. Teniendo a las fuerzas políticas de Catalunya y el País Vasco como puntales fundamentales. Y no parece muy halagüeño el panorama. Con los comuns digiriendo la Operación Barcelona con el PP y la desafección y decepción que generan los tejemanejes de despacho en un espacio que se suponía regeneracionista. Con ERC desgastado y a la baja y el sector pragmático de Junts desarmado frente a los radicales antiSánchez. Y con Bildu sometido a un cordón sanitario, liderado por el PSOE, en el País Vasco y Navarra. Seguramente los socialistas han aplicado el refrán de más vale pájaro en mano… y probablemente lo fían todo a que, de existir la posibilidad, nadie se atreverá a frenar la presidencia de Sánchez frente al peligro de la derecha extrema y la extrema derecha. Pero, volviendo a tirar del refranero, ya se sabe aquello de que al final se recoge lo que se siembra, i en época de grave sequía ni eso.

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