Opinión · Otras miradas
La censura y los patriotas
Profesor en la Facultad de Ciencias de la Documentación de la Universidad Complutense de Madrid
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El País Semanal del 2 de julio de 2023 incluía una entrevista con la gran actriz Belén Rueda en la que se cita una frase de la obra Salomé, dirigida por Magüi Mira: "Donde mi palabra pueda ser libre estará mi patria".
ºSe trata de una brillante defensa de la libertad de expresión, dimensión externa de las libertades de conciencia y pensamiento, imprescindibles para una democracia. Viene muy a cuento esta cita vistas las numerosas cancelaciones de obras de teatro proyectadas y anunciadas en ayuntamientos que han pasado a manos del PP en coalición con Vox. También se ha cancelado la proyección de alguna película (p. ej., la última -infantil- de Buzz Lightyear), así como conciertos que ya estaban programados por equipos municipales salientes.
El sector de las bibliotecas también está siendo agredido, el último ejemplo en la biblioteca municipal de Burriana (Castellón), donde se han cancelado varias suscripciones de revistas por parte del concejal de cultura de Vox, Jesús Albiol. Se ve que la idea de gobernar de los partidos de la derecha y la extrema derecha no es para los ciudadanos, sino para sus votantes, cuando la biblioteca debe atender a todos los ciudadanos, de derechas o de izquierdas, independentistas o centralistas, creyentes o ateos, etc.
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El mundo de la universidad no sale indemne, un ejemplo lo tuvimos hace unas semanas cuando fue vetada una conferencia de uno de los juristas más prestigiosos de nuestro país, José Antonio Martín Pallín, en la Universidad de Valladolid, comunidad de Castilla-León.
Todo esto es una pequeña muestra de lo que nos espera después del 23 de julio si el Gobierno queda en manos de estos partidos, que en alianza con organizaciones y fuerzas reaccionarias pueden dejar nuestro país convertido en un erial en materia de arte y cultura en general. Es así como los de "la patria en la cartera" (tomo la expresión del libro de Joaquim Bosch) nos van a meter en el túnel del tiempo y el macartismo de los años cincuenta va a llegar a parecernos hasta progre.
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De momento, igual que el senador Joseph McCarthy, ven comunistas por todos lados; ¿pero no había quedado enterrado ya el comunismo hace tres décadas? ¿Cómo es que se ponen tan histéricos todos los días mencionándolo? Si el olvido es la derrota («… Somos los derrotados más inmortales / los antiquísimos que no desaparecen / los victoriosos más maltrechos…», Félix Grande) y el capitalismo y la derecha están todos los días nombrando al comunismo, parece que se trata de un muerto muy vivo.
Frente al estrechísimo y excluyente concepto de patria que maneja la extrema derecha (un cajón de sastre que comparten Vox, Abogados Cristianos, Desokupa, Hazteoir.org, Manos Limpias y demás organizaciones y/o empresas fascistas o fascistoides), donde no caben inmigrantes, homosexuales, ecologistas, trans, izquierdistas -todos asimilados al amplio rótulo de “comunistas”, sin serlo la mayoría-, feministas, ateos… o sea, la mayoría del país, afortunadamente la patria que concibe la izquierda es muchísimo más inclusiva. Eso sí, lo que hay que tener claro es que una democracia tiene la obligación de ser antifascista, y realmente a uno le preocupa la impresión de que estamos en un país en el que los antifascistas son peor tratados que los fascistas por algunas instituciones cuyo cometido es preservar un orden social pacífico… pacífico, pero justo, naturalmente.
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Cuando uno ve a hiperventilados patriotas con la vena a punto de explotar (siempre están cabreados) y constata la tipología de los que más ruido hacen (especuladores, millonarios, grandes empresarios, mafiosos y chulos de gimnasio, niños de papá, opusdeístas y demás rebaño clerical…) intentando intimidar con amenazas directas o veladas a lo que ellos consideran -como Franco- “malos españoles”. Cuando uno ve el programa destructor de derechos y avances democráticos que tienen programado para el 24 de julio, es para echarse a temblar, o, cuando menos, pensar en el exilio.
"Cuando pienso en todos los males que he visto -escribía León Tolstoi- a causa de los odios nacionales, me digo que todo ello descansa sobre una odiosa mentira: el amor a la patria", detrás del que se oculta tanto canalla y tanto sociópata.
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