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Opinión · Otras miradas

'Network', Perales, Vox

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Durante aproximadamente media hora, una noche de esta semana, el gran José Luis Perales estuvo muerto. A la media hora cogió un móvil y se grabó un video explicando que estaba en Londres con su familia y que, sin duda, los rumores sobre su muerte habían sido exagerados. Ya estábamos todos haciéndole homenajes y nos tuvo que recordar que, por favor, un poco de periodismo, un poco de preguntar e ir a las fuentes. Hay más ruido que señal, la comunicación siempre es así. El periodismo es separar el grano de la paja.

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En 1976 Sidney Lumet (una de esas personas que sabía lo que hacía) dirigió Network, un mundo implacable, dónde hablaba del poder de los medios de comunicación, los inicios del amarillismo y la telebasura. La película tiene un tono, especialmente en su parte final, de sermón apocalíptico. Contiene uno de los monólogos mejor escritos e interpretados de la historia del cine en el que manifiesta lo siguiente: "[...] ¡Escúchenme! La televisión no es la verdad. ¡La televisión es un maldito parque de atracciones! La televisión es un circo, un carnaval, una compañía viajera de acróbatas contadores de cuentos, bailarines, cantantes, malabaristas, freaks, domadores de leones y jugadores de fútbol. Estamos en el negocio que mata el aburrimiento. Si quieren la verdad, diríjanse a Dios. Diríjanse a sus maestros. ¡Diríjanse a ustedes mismos! Porque ése es el único lugar en donde van a encontrar una verdad real. Porque, amigos, nunca va a encontrar ninguna verdad en nosotros. Les diremos todo lo que quieran oír. Mentimos a granel […] ¡Les diremos cualquier mierda que quieran oír! Trabajamos con la ilusión. ¡Nada de esto es verdad! Pero ustedes, amigos, se sientan aquí, día tras día, noche tras noche. De todas las edades, colores y credos. Somos lo único que conocen. Están empezando a creer las ilusiones que aquí tejemos. Están empezando a pensar que la tele es la realidad y sus vidas son irreales. ¡Hacen todo lo que la tele les dice! Se visten como en la tele, comen como en la tele, crían a sus hijos como en la tele, incluso piensan como en la tele. ¡Es una locura total, enfermos! En el nombre de Dios, ¡ustedes, amigos, son lo verdadero! ¡Nosotros somos la ilusión! Apaguen sus televisores. Apáguenlos ahora mismo. Apáguenlos y déjenlos apagados. Apáguenlos en el medio de esta frase. ¡Apáguenlos!".

Una de las cosas que más me angustia cuando veo este monólogo es la frase "ustedes son lo verdadero", porque me parece un presagio de las cámaras de eco, la crisis de la objetividad y el narcisismo algorítmico de las redes sociales. En ese "ustedes son lo verdadero" va toda la conspiranoia, todas las webs que viven de esparcir bulos, todos los vendedores de soluciones mágicas para problemas complejos y todo el negacionismo. Lumet, evidentemente, no podía saberlo.

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Los medios de comunicación en España han sufrido su enésimo golpe con las elecciones del 23J. Entre 2013 y 2019 un amplio espectro de los medios de comunicación se empeñaron en que "Podemos estaba muerto" y en bloquear un gobierno progresista como el mayor mal que España podría conocer mientras millones de personas votaban obstinadamente contra el criterio de la linea editorial de casi todo el mundo sin que prácticamente ninguno de esos medios le diera una vuelta a que igual habían olvidado la función primordial del periodismo: la pregunta, no la opinión.

El 23J los medios de comunicación, especialmente los más cercanos a la derecha mediática, nos dijeron que las elecciones estaban ampliamente ganadas por la derecha y que Feijóo (¡incluso en solitario!) iba a gobernar España. No fue así. Lejos de preguntarse por el papel que tenían en lo que había sucedido eligieron un nuevo objetivo a batir: Vox.

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Es interesante que mientras no hay reflexiones serías en el espectro mediático de la derecha española sobre el tipo de valores y pasiones que han movilizado una potencial mayoría alternativa en las urnas al gobierno Feijóo-Abascal se insista tanto en que el problema ha estado en Vox. El problema no lo tiene Vox. Es evidente que Vox lo único que hace es defender sus posiciones políticas que le separan radicalmente de la mayoría de la ciudadanía española. El problema lo tiene quién no es capaz de construir más hipótesis política que gobernar con Vox. Como eso no parece que vaya a cambiar, la muerte de Vox se ha vuelto el elemento central de las últimas dos semanas.

Amplificando una crisis interna (que evidentemente existe tras unos resultados que obligan a la formación de extrema derecha a repensarse) y convirtiéndola en el símbolo de una muerte que, como tantas otras decretadas antes, llega demasiado pronto.

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Vox tiene más poder del que ha tenido nunca. Gobierna y determina gobiernos. Tiene, por tanto, recursos para alimentar su estructura política y fortalecer sus cámaras de eco. Cámaras que, por cierto, comparte en muchísimos puntos con el Partido Popular. No hay más que ver a qué medios de comunicación está apoyando el Ayuntamiento de Madrid con el dinero de todos sin ningún criterio más allá del subjetivo.

Vox tiene votantes, tres millones, que han elegido libremente en un momento de una enorme presión por el voto útil, mantenerse en Vox. Votantes que se mantienen fieles en una opción política a la que ya votaron en las elecciones municipales y autonómicas y en noviembre del 19. Vox supera al Partido Popular en votantes entre 18 y 24 años. Su voto es más joven que el de la opción mayoritaria de su bloque político.

Vox tiene una cosmovisión del mundo arraigada en el plano internacional, con alianzas internacionales más solidas que las que, probablemente, haya tenido el propio Podemos en los últimos años. Tiene proyección europea y estaba a punto de consolidar, via Italia, una transformación profunda del Partido Popular Europeo. Algo que sigue siendo una posibilidad de cara a las próximas elecciones europeas de 2024.

Quizás la relación entre la ficción y la realidad, entre el medio y el espectador, era más compleja de lo que pensaba Lumet. Que se lo digan a José Luis Perales.

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