Opinión · Otras miradas
Quince años de Lehman, no olvidemos
Presidenta de Asufin
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Hace apenas 15 años los cimientos del sistema financiero mundial se tambalearon gravemente, se desenmascaró en EEUU el despropósito de las hipotecas subprime y se precipitó la caída de Lehman Brothers. Una quiebra que puso de manifiesto las debilidades de nuestro sistema financiero y la desprotección de los consumidores que sufrieron como nadie las consecuencias de la llamada Gran Recesión. 15 años después, la pandemia por la COVID-19 o la invasión rusa en Ucrania nos están obligando a reordenar la economía mundial a una velocidad que no debería impedir detenernos un momento en esta efeméride para no convertirnos, de nuevo, en víctimas colaterales.
En ASUFIN no podemos olvidar la caída de Lehman Brothers; el tsunami generado en EEUU llegó a nuestras fronteras y contribuyó a destapar unas prácticas bancarias indeseadas de las que los consumidores no éramos conscientes. En efecto, la bajada de tipos puso al descubierto que miles de familias habíamos contratado un swap asociado a nuestras hipotecas en la creencia de que era un “seguro” de tipos de interés. Un instrumento financiero complejo que bajo ningún concepto debía haberse comercializado de manera masiva a clientes minoristas. Gracias a Internet y las redes sociales descubrimos que éramos miles de afectados de un sistema que nos había fallado, no solo con los swaps, sino con cláusulas suelo, hipotecas multidivisa, IRPH y después con las ya conocidas preferentes, la deuda subordinada o los estructurados.
En estos 15 años hemos mejorado mucho: los supervisores han afinado sus protocolos, los legisladores, la normativa, y los bancos, su conducta. A su vez, la sociedad civil ha sido consciente de su fuerza, sus derechos y su capacidad para reclamar su cumplimiento. Sin embargo, duele reconocer que todavía colean en nuestros tribunales muchos de los problemas originados por cláusulas abusivas y que cuando estábamos a punto de aprobar la Autoridad de Defensa del Cliente Financiero para agilizar la resolución de estos conflictos, se ha quedado atascada en el Senado a la espera de que el gobierno que se forme en las próximas semanas la apruebe definitivamente.
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Hay otras sombras que no podemos ignorar. Los principales promotores chinos, Evergrande y Country Garden, se tambalean ante enormes pérdidas e impagos, recordándonos que un tsunami financiero por activos de baja calidad ligados a préstamos hipotecarios puede reaparecer con consecuencias económicas mundiales difíciles de calcular.
No podemos acomodarnos: a los problemas del pasado se suma un sobreendeudamiento en ciernes auspiciado por la subida de tipos de interés y un aumento del coste de nuestra vida que de nuevo pone contra las cuerdas a los consumidores. El encarecimiento que supone la relocalización de los centros de producción y el cambio del sistema económico mundial al que nos ha obligado la guerra en suelo europeo genera tensiones hasta ahora desconocidas. No podemos permitir que falle nuestro estado del bienestar empobreciendo aún más a las clases medias, imprescindibles para sostener nuestra sociedad tal y como la conocemos, y ayudar a los más vulnerables.
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