Opinión ·
Yo no soy como las demás
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Seguro que a todas nos suena eso de “yo no soy como las demás”, “a mí no me gustan las mismas cosas que al resto”, “esto lo lleva todo el mundo por lo tanto yo no lo voy a llevar”, etc. Nos resuena o bien por haberlo vivido en carne propia o bien por haber tenido amigas así.
A las chicas con este tipo de comportamiento habrán visto que se las denomina Pick-me girl, que es una expresión peyorativa que acuñó el personaje de Meredith Grey (protagonista de Anatomía de Grey) y que se ha popularizado en los últimos años. Se trata de mujeres, mayoritariamente hablamos de las más jóvenes, incluso preadolescentes, que adaptan su personalidad y su imagen a lo que entienden como “preferencias masculinas”. Es decir, chicas que dedican gran parte de su tiempo y su ingenio a buscar cómo hacerse con la aprobación y la atención masculina. Por el camino, claro está, ignoran sus propias necesidades y pisotean sus valores y principios.
Una chica que encaja en este tipo de comportamiento busca ser elegida por chicos/hombres para mantener relaciones románticas. Es decir, el elemento del mito del amor romántico tiene un poder incalculable en este proceso. Este comportamiento se distingue por la obsesión en el querer enfocarse en destacar las cualidades que se consideran atractivas para los hombres de cada cultura, pero siempre en detrimento de su propia autenticidad. De hecho, podríamos decir que entierran su autenticidad para fabricarse una máscara que las distancie del resto de chicas. Esta máscara puede amoldarse tanto al rol de chica sumisa y complaciente como al de malota y socarrona. Lo mismo pueden elegir como imagen el ir absolutamente cubiertas mientras desestiman a las que enseñan más piel, como enseñar piel para distanciarse de aquellas que van más cubiertas.
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Y no sólo es esto, ya que un elemento de este comportamiento es el de despreciar de forma constante y pública (las redes sociales sirven mucho aquí) todo lo considerado como “de moda” o típicamente de chica. A poco que se popularice una serie, una película, un libro, un videoclip entre las de su mismo sexo, ellas harán lo imposible para dejar claro que ellas no han caído esto. La intención detrás no es pensar en sus propios gustos o construirse una personalidad en base a su forma de ser, sino encajar en el molde que tienen en mente para ser elegidas por ellos. Si la chica en cuestión se adapta a un rol u otro siempre dependerá del entorno. Por ejemplo, en el pregón de la Mercé, Najat El-Hachmi mencionaba la “modest fashion” (moda modesta): enseñar cuanta menos piel mejor. Esta moda tiene una connotación religiosa, ya que la aprobación y atención masculina en este caso se conseguirían tapándose la piel y no descubriéndola.
¿Por qué existe este fenómeno en chicas y no en chicos? Porque no tiene sentido ser diferente a cualquier hombre cuando eres uno. Ser hombre es lo más, está en lo alto de la jerarquía sexual y social. No se puede aspirar a nada más. Nacieron molando.
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A las chicas, el sistema las empuja activamente a diferenciarse del rollazo que significa ser chica/mujer. Para las chicas, el mejor piropo es “contigo puedo hablar como con un tío”. ¿Se imaginan a un chico o un hombre adecuando su personalidad e incluso su vestuario para que una chica, al final del día, le diga: “guau, para nada pareces un hombre”? ¿O “me encanta estar contigo porque es como estar con una chica?”. Si encontramos algún hombre así en nuestro entorno, evidentemente no se trata de ningún fenómeno social. El término “pick-me boy” ni existe, para entendernos.
A las chicas, como decía, las empujamos para que sean “pick-me girls”. Y, como ejemplo, una historia que yo vi hace no mucho y que, muy probablemente, hayan vivido ustedes en sus propias carnes más de una vez. Si no igual, muy parecida. Una mujer confiesa que su hija le ha dicho que prefiere tener como amistades a los niños del cole en vez de a las niñas. Las niñas eran, según el relato de la señora, una especie de grupo heterogéneo de seres aburridos, cotillas, con una malicia intrínseca y poco más que una estampa de las brujas del cuento. Se enorgullecía ella, al final del discurso, de este discurrir de la hija, ya que según parece, la pequeña “había salido” a ella.
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Claro que nuestras hijas salen a nosotras. Y en este tipo de casos es una obviedad: le hemos metido el machismo a nuestras hijas en vena, hemos dado por bueno nuestro comportamiento machista, hemos dado por buena nuestra manera de caricaturizar a las niñas y mujeres del mundo, y se la hemos traspasado a nuestras hijas. Así es, precisamente, como funciona el sistema: con la educación. No podemos obviar que el machismo es una construcción socio-cultural. Por eso hay que poner conciencia en qué transmitimos, y revisar todas nuestras creencias como tías, padres, hermanos, abuelas, maestros y cuidadoras antes de depositarlas en la infancia.
Por qué no debería usarse nunca como insulto hacia una chica. Parece obvio, pero no lo es. Y es que, muy a menudo, como decíamos, el papel que adoptan muchas chicas es el de despreciar cualquier cosa que la pueda hacer confundirse con las demás. No diré que las feministas tenemos que buscar día a día el Nobel de la Paz, muchas veces perderemos los papeles, pero en la medida de nuestras posibilidades, deberíamos ponernos en sus zapatos. Entender que no son decisiones que han tomado de manera consciente, que pudo pasarnos a cualquiera, que estamos ante el sistema en sí mismo hablando por sus bocas, y que el ponernos en la piel de la otra y tirar de empatía y comprensión siempre, siempre, siempre será la manera de traerlas hacia el lado bueno.
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