Opinión · Dominio público
Sánchez, con la falda muy corta
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"Mussolini y Petacci [su amante, Clara] fueron conducidos hasta una tapia para ser fusilados. En un primer intento las armas fallaron, pero tras el segundo los amantes cayeron acribillados. El 28 de abril, los cadáveres fueron trasladados a Milán en camión. Durante el trayecto no se permitió a nadie acercarse a los cuerpos, hasta que llegaron el día 29 a la plaza Loreto de la capital lombarda. Allí, el cadáver de Mussolini fue brutalmente apedreado, pateado y tiroteado, incluso algunas personas orinaron encima. Su cara quedó totalmente desfigurada y, tras la paliza, para confirmar públicamente la muerte del dictador a la población, el servicio de policía compuesto por partisanos y bomberos colgó los cadáveres de Mussolini, Petacci y otros líderes fascistas cabeza abajo en una gasolinera de la plaza".
Cabeza abajo, "por los pies", colgaron el cuerpo muerto del dictador Mussolini, su amante y sus colaboradores. Como ha dicho Santiago Abascal que acabará Pedro Sánchez. Porque "es historia" que los "dictadores" acaben así, recalcó el secretario general de Vox Ignacio Garriga. También es historia que Garriga sería parte de la aniquilación racial que llevó a cabo Mussolini justificándola con su Manifiesto de la Raza y posteriores leyes raciales, pero esa es otra cronología que la socia preferente en la UE de la ultraderecha española, Giorgia Meloni, primera ministra de Italia y criada a los pechos ideológicos del Duce, se sabe al dedillo y la contará a Abascal y a Garriga con entusiasmo.
Para Abascal, para Vox, el "dictador" es Sánchez, que tiene los votos democráticos y el apoyo parlamentario más allá de la mayoría absoluta con 179 escaños. Suena a caramelo para nano-cerebros (Sánchez es dictador porque lo digo yo), pero es así y el éxito (un escaño lo es) de la ultraderecha en el mundo se resume de esta forma, como hace, sin ir más lejos, el gran biógrafo de Mussolini, Antonio Scurati: "Los populismos actuales comparten muchas características con el fascismo: se desenvuelven en las democracias, pero siempre desacreditando el parlamentarismo y afirmando que el parlamento está corrupto, que es ineficiente... siempre actúan desde dentro".
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Es obvio que en Argentina, donde Abascal se emborrachó del éxito de su colega el espiritista de perros, Javier Milei, nuevo presidente del país, las palabras del líder de Vox sobre el final de Sánchez suenan igual que el estruendo de la motosierra que ha llegado a Buenos Aires: se oyen abruptamente normales, estridentes y hasta ingeniosas. El problema lo tenemos en España, donde al Partido Popular -aunque Borja Sémper se rasgue las vestiduras en sus equilibrios imposibles entre trumpismo y derecha democrática- ha normalizado a la ultraderecha, creyendo que puede neutralizarla sin ser como ella mientras avanza peligrosamente hacia la disolubilidad en ella, y no al revés: es posible que el PP devore electoralmente a Vox, pero antes de habrá asumir su esencia; inyectarse su droga fascista. Está en ello.
Solo así puede explicarse que Alberto Núñez Feijóo, otrora el moderado u hombre de Estado, condenase (un decir) las palabras de Abascal sobre el futuro por los pies del presidente del Gobierno echando la culpa a Pedro Sánchez, que son el mismo: el líder de Vox, su socio de gobierno en varias autonomías y ayuntamientos, ha dicho lo que ha dicho en Argentina porque el PSOE le provoca, porque es "la estrategia" de los de Ferraz: “Esta es la estrategia diseñada por el PSOE y por el señor Sánchez, que parece ser, le viene bien al señor Abascal”, dijo Feijóo en una entrevista a Telecinco este lunes. A las mujeres nos agreden sexualmente por ir provocando, por llevar minifalda "a los toros", que cantaba aquél. Al presidente del Gobierno lo colgarán por los pies y el PP lo llorará, pero es que lo iba pidiendo a gritos. ¿A quién se le ocurre sumar una mayoría más que absoluta en una democracia parlamentaria? Ni Mussolini llegó a tanto.
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