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Opinión · Ecologismo de emergencia

¿Existen los minerales para una transición energética global y justa?

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Hay un asunto que revolotea desde hace tiempo sobre la transición energética a la que se enfrenta el mundo. Junto a la necesidad imperiosa de abandonar con urgencia los combustibles fósiles que durante el siglo XX permitieron mejorar la vida humana, sobre todo en el hemisferio norte, tenemos ya una alternativa que, si bien se basa en fuentes inagotables y renovables, como el sol y el viento, incluso el futuro hidrógeno, la realidad es que también necesita de unos minerales metálicos que, igualmente, están bajo tierra y que son escasos y complejos de obtener sin causar desastres.

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Son pocos los  estudios sobre la verdadera dimensión de lo que necesita el planeta para ese cambio en la energía que mueve la economía global y de ahí la importancia del trabajo que han presentado investigadores de la Universidad de Zaragoza, junto a la ONG Amigos de la Tierra.

Justo los días en que sabemos que España ha logrado rebajar su contaminación gracias a las energías limpias, este trabajo viene a concluir que en todo el planeta no existen los minerales suficientes para sustituir el 100% del petróleo, gas y carbón que usamos por esa alternativa a nivel global y que zonas como la Unión Europea está en riesgo si no cambia el rumbo porque sigue dependiendo de la gran fábrica que es China, que se está haciendo a pasos agigantados con muchos de los yacimientos más codiciados, o llegando a acuerdos con quienes los tienen. Y la encrucijada no es fácil porque aerogeneradores, placas fotovoltaicas, coches eléctricos y demás electrónica no salen de la nada, sino de minas distribuidas por el mapa mundo.

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La investigación "Minerales para la Transición Energética y Digital en España: demanda, reciclaje y medidas de ahorro", realizada por  Martín Lallana, Jorge Torrubia y Alicia Valero, se ha hecho pública unos  días después de que el Parlamento Europeo diera luz verde a la Ley Europea de Materias Primas Fundamentales. La normativa trata de reducir esa dependencia asiática mediante subvenciones a lo que llama minería ‘sostenible’, aunque rebajando los requisitos ambientales.

A la vez, trata de fomentar un reciclaje que está bajo mínimos-apenas un 5% de todos los metales que usamos tienen una segunda oportunidad- y promueve “alianzas estratégicas” con países que si tienen yacimiento, o lo que es lo mismo, importa recursos del exterior (casi siempre del sur) con la coletilla de “según las normas ecológicas más exigentes” en esos países, límites que no suelen existir.

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En este punto, conviene recordar el acuerdo para una directiva europea sobre la debida diligencia ambiental y en derechos humanos de las empresas europeas fuera de sus fronteras, que no incluye a los bancos y que aún tiene que ser aprobada en cada país.

Pero volvamos a los metales que tan preciados se están volviendo, hasta el punto que andan detrás del empeño en volver a la Luna o de expoliar los fondos marinos abisales en su búsqueda. La nueva norma europea tiene como meta que, en 2030, el 10% de esas materias primas provengan de su propio suelo y el 90% restante de fuera. Pero ¿de qué cantidades estamos hablando? De momento, hay pocos datos al respecto, aunque sabemos que el Gobierno de España apuesta por tener cinco millones de vehículos eléctricos para esa fecha. También que entre 2017 y 2022, la demanda global de litio ya se ha triplicado, la de cobalto ha aumentado un 70% y la de níquel un 40%, incrementos que se vinculan con las nuevas energía y el transporte.

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Y es precisamente este último sector, el de la movilidad, causante del 25% de las emisiones de CO2 que generan el cambio climático, es el que más minerales de los que no tenemos va a necesitar para ser “limpio” para la atmósfera, seguida de la expansión del sector eólico y la producción de aparatos electrónicos y eléctricos.

Como explicaba la ingeniera y coautora del informe, Alicia Valero, metales como manganeso (cuyos productores son Sudáfrica o Gabón), cobalto (RD Congo), níquel (Indonesia) o litio (Chile, Australia y China) sólo vehículos y aviones pueden llevarse hasta el 90% de la demanda total para 2050 si se cumplen las expectativas de transición hacia un modelo sin petróleo. Por metales, sólo la movilidad eléctrica acaparará entre el 54-58% de la demanda acumulada hasta esa fecha de aluminio y cobre, entre el 73-92% de manganeso, cobalto, níquel y litio; y el 79% de disprosio y neodimio, entre otros materiales.

Con esta perspectiva de necesidades, los autores concluyen que esa exorbitante demanda de minerales deberá cubrirse en un 57% reciclando, de forma que la extracción minera prevista se reduzca a la mitad de la necesaria. Pero ni siquiera esto basta. También debe haber una reducción del tamaño de las baterías (si bien ahora aumenta para dar más potencia y autonomía para los vehículos), que se puedan reutilizar una vez desechadas, que aumente drásticamente la eficiencia en el uso de estos materiales y, además, que se apueste por mucho más transporte público.

Si se combinaran todas estas medidas, se logrará una reducción de la demanda de materiales de hasta 67%. Sólo la necesidad de litio se podría reducir hasta un 50%. Pero si nada de esto hacemos, y seguimos como hasta ahora, la actividad minera global aumentará hasta un 41%  ¿A costa de cuántos ecosistemas y cuantas comunidades?

Otro asunto que saca a la luz esta investigación es la cantidad de roca terrestre que se mueve en esta minería. Señala que por cada dos cargueros de estos metales, se precisarían otros 636 para transportar toda la roca que ha habido que extraer para conseguirlos. Claro que, si seguimos reciclando tan poco como ahora, precisaremos el doble. Es decir, que en pocas décadas habrá que extraer 70 millones de toneladas de roca para obtener las 166.000 toneladas de metales que demandará la transición energética. Imaginemos el impacto social y ambiental.

Pero es que estas cifras se han hecho teniendo en cuenta la situación europea, pero resulta que compartimos el planeta. España supone solo el 0,6% de la población mundial.  Y ese mismo porcentaje es el que nos correspondería de las reservas de minerales terrestres. Sin embargo, si queremos hacer la transición energética (y sin contar otros sectores industriales), entre 2020 y 2050 -aun contando con un escenario de aumento del reciclaje-, necesitaremos un 190% más de cobalto del que nos toca por número de personas, o un 96% más de litio.

Y resulta que los demás países también deben hacer su transición, entre otras cosas porque poco se frena el cambio climático si lo hacemos pocos. Además, cuando algo escasea, uno tiende a acumular. Valero explica cómo en una reciente visita a China comprobó que el coche eléctrico se impone, así que anda buscando por muchos otros lugares, del Ártico al Amazonas. Aunque tienen de todo sin salir de sus fronteras, ya están acumulando.

Lo que queda claro es que ni en el mejor de los escenarios (con menos coches y más autobuses, con mucho más reciclaje o más eficiencia) será posible abandonar los combustibles fósiles sin recurrir a una minería que también tiene límites en un planeta finito. Sin embargo, la industria sigue adelante. Adriana Espinosa, de Amigos de la Tierra, recordaba que conscientes del riesgo de esta falta de materiales en el nuevo reglamento agilizan los trámites ambientales para nuevas minas en territorio europeo, pero a la vez  aumenta el rechazo social.

De lo que se habla menos es de frenar el aumento del PIB, como incluso recomienda ya la ONU. Del mismo modo, señalan desde la ONG que se habla mucho de la importancia de estos metales para la seguridad nacional en la UE, pero muy poco de los derechos humanos que pueden vulnerarse más allá de nuestras fronteras para conseguirlos.

Recientemente, Antonio Turiel, al hilo del decrecimiento, destacaba que siempre será  mejor planificarlo que encontrarse un día con que nos cortan el suministro, al albur de la escasez o de conflictos varios (léase lo que ocurre con los ataques a cargueros en el Mar Rojo). Señalaba Turiel que si logramos muchas mejoras técnicas en el futuro que lo eviten, miel sobre hojuelas, pero está claro que la fe ciega en una tecnología o en viajes a minas extraterrestres son hoy creer en los Magos de Oriente. En la carta, de momento, mejor pedirles que nos otorgue de más responsabilidad y menos quimeras.

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