Opinión · Posos de anarquía
Madrid coches, Barcelona ciencia
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Madrid, convertida en el mascarón de proa de la oposición ejercida por el Partido Popular (PP), presumía esta semana de haberse hecho con el dudoso negocio de la Fórmula 1 que a València, entonces también popular, ya le pasó una factura multimillonaria en apenas cuatro años. Mientras, en Barcelona el gigante farmacéutico AstraZeneca anunciaba dónde se ubicará su hub europeo de investigación en nuevas terapias que convierte a la capital catalana en uno de los grandes polos europeos sanitarios. Madrid presume de coches, Barcelona de ciencia.
Las cuentas de las Fórmula 1 solo le salen al chiringuito formado por la FIA (Federación Internacional del Automóvil) y Formula One Group, creada por el ricachón británico Bernie Ecclestone. Bien lo saben los y las valencianas, a las que la génesis del José Luis Martínez Almeida e Isabel Díaz Ayuso, esto es, Rita Barberá y Francisco Camps, prometió exactamente lo mismo que hemos oído estos días: que el Gran Premio de Fórmula 1 de Madrid no costará un solo euro del erario público.
El fiasco de la Fórmula 1 (2008-2012) en València no salió así: la ciudad tuvo que pagar más de 300 millones de euros y la ciudadanía valenciana acabó asumiendo una deuda de más de 60 millones de euros por la construcción del recorrido, que terminaron de pagar el año pasado. Los cuentos de la lechera, como ahora venden Almeida y Ayuso (negocio de 450 millones de euros cada año y más de 10.000 puestos de trabajo), tampoco se produjeron. De hecho, a día de hoy, se desconoce qué empresas del sector privado harán posible que se cumpla la promesa de que tenga coste cero para Madrid. Ayuntamiento y Comunidad de Madrid se han comprometido a este macroproyecto sin disponer de la financiación.
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Al tiempo que se producía esta noticia, AstraZeneca anunciaba dónde se lleva en Barcelona su mayor inversión realizada hasta la fecha en España. La construcción del proyecto pionero en Europa de un hub europeo de investigación en nuevas terapias, anunciado el año pasado con previsiones de inversión que rondan los 800 millones de euros en cinco años y la contratación de un millar de personas, aprovechará el edificio Estel, antigua sede de Telefónica en la avenida de Roma, y sitúa a Barcelona a la cabeza del sector biomédico europeo.
Mientras en Madrid sus gobernantes presumirán del rugido y los humos de la Fórmula 1, Barcelona acogerá investigación puntera en enfermedades raras, oncología, vacunas y enfermedades cardiovasculares, renales, metabólicas y respiratorias. A nadie se escapa que el farmacéutico es una de las grandes industrias mundiales, cuyos esfuerzos de investigación se dirigen más hacia donde existe un lucrativo negocio que a la salud pública, pero mientras los gobiernos no tomen las riendas para sacudirse esa dependencia, hay que ir jugando con estas reglas. En este sentido, contar con la confianza de un gigante de la industria que fomente en nuestro país la investigación básica y preclínica, la participación de investigadores y centros españoles en todos los ensayos clínicos internacionales y el apoyo a iniciativas de investigadores independientes es una buena noticia.
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Al mismo tiempo, estos avances de Barcelona en el sector biomédico que convierten a la ciudad en el ecosistema más denso de Europa con casi un cuarto de millón de empleados en Catalunya y una aportación anual a la economía de 39.000 millones de euros, ponen en cuestión los mensajes con los que la derecha ha pretendido generar en Europa desconfianza y desprestigio para esa región. Pese a la narrativa tóxica que quieren imponer las derechas, encabezadas por Santiago Abascal (Vox) y Alberto Núñez Feijóo a rebufo de Ayuso (PP), las empresas continúan confiando en Catalunya para llevar allí sus inversiones millonarias. Adiós al discurso de inseguridad jurídica, de ruptura de España o de dictadura del sanchismo.
El varapalo que sin quererlo ha asestado AstraZeneca a Almeida y Ayuso no es más que un fiel reflejo de la política de cañas y humos que el PP viene desarrollando en Madrid, moviéndose más por la inercia que propicia la capitalidad que por los méritos de sus medidas. Entre apostar por circo o ciencia, algunas regiones lo tienen claro; otras no, esas en las que gobierna el PP y que hace ya demasiado tiempo que renunciaron al panem et circenses de la república romana, ya solo hay circo, ni siquiera pan para el pueblo.
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