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Opinión · Otras miradas

Una nueva ola para el feminismo: las mujeres en el liderazgo de la ciencia

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El 11 de febrero conmemoramos el Día de las Niñas y las Mujeres en la Ciencia. Podría pensarse que tenemos efemérides para casi cualquier cosa, pero, sin duda, esta jornada no es ni banal ni accesoria, todo lo contrario: es imprescindible para visibilizar y poner en la agenda política una prioridad de la que depende el progreso de toda la Humanidad. 

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Este camino se inició en diciembre de 2015 -digamos que prácticamente antes de ayer-, cuando la Asamblea de las Naciones Unidas adoptó por resolución la proclamación de este día para reconocer el papel fundamental de las mujeres en la ciencia y la tecnología, un toque de atención que busca que se nos facilite la participación y, con ello, que se corrijan los desequilibrios, se eliminen las trabas y los prejuicios y se incorpore un talento imprescindible para abordar los grandes retos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

Ese importante documento debe ser nuestro cuaderno de ruta para abordar desde el cuidado de la salud hasta el cambio climático, sin olvidar que nuestra presencia en estos campos contribuye de manera muy beneficiosa a las economías y, por tanto, al desarrollo de los Estados. 

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Serían muchos los ejemplos que podríamos enumerar de mujeres científicas cuya contribución al progreso de la humanidad ha sido sobresaliente. Pero me quiero fijar en el caso de la bioquímica húngara Katalin Karijó, la madre de la vacuna contra la Covid-19, que pasó 40 años en la sombra y desarrollando avances claves para las inyecciones que permitieron a la humanidad plantar cara a la pandemia. 

Somos más en el mundo, sí, pero en este caso somos menos. Las mujeres conforman el 27,8% de los nuevos ingresos en carreras técnicas, y sus becas de investigación suelen ser más modestas que las de sus colegas hombres, y aunque son aproximadamente el 33,3% de todos los investigadores, sólo el 12% de quienes forman parte de las academias científicas son mujeres.

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De hecho, la Asociación de Mujeres Investigadoras y Científicas (AMIT) denunciaba en 2015 que en España las mujeres sólo reciben el 7% de los premios científicos con una dotación económica mayor de 100.000 euros. 

En diversos campos de vanguardia que están en plena explosión, como la Inteligencia Artificial, sólo hay una mujer por cada cinco hombres. Las investigadoras tienen carreras más cortas y están peor remuneradas; sus trabajos están infrarrepresentados en las publicaciones especializadas y, a menudo, no son consideradas para los ascensos o para liderar equipos. 

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Este contexto dificulta, cuando no obstaculiza, que las niñas y las jóvenes tengan referentes femeninos en quienes reflejarse como si fuera un espejo a la hora de elegir una carrera STEM. Existen estudios en los que se constata que los estereotipos de género y esa ausencia de referentes limitan las expectativas de las menores y, lo que es todavía peor, a partir de los seis años alimenta en ellas ideas preconcebidas que asocian una mayor brillantez intelectual al género masculino. 

Estamos ante una realidad que es imprescindible transformar, y en la que las administraciones tienen que actuar como palanca de cambio. Para ello, es necesario dar voz y poner nombre a todas las mujeres científicas y, por supuesto, en todos los ámbitos que, con su trabajo han contribuido a mejorar nuestra sociedad. De esta forma, las niñas tendrán ejemplos a seguir, pero también facilitará que los niños las conozcan, porque de nada sirve empoderarlas a ellas si ellos siguen teniendo comportamientos machistas. 

Como ha dicho Diana Morant, ministra de Ciencia, Innovación y Universidades recientemente, la desigualdad de género es una evidencia científica. Pero también es una evidencia que, en la construcción de la democracia, la perspectiva de género debe ser la herramienta científica, política, ideológica y cultural, como defiende la investigadora Marcela Lagarde, lo que nos permitirá superar todas las manifestaciones del sexismo, del dominio, de la opresión y de la explotación donde se cultiva la desigualdad social. 

El Gobierno de España tiene un compromiso incuestionable con la igualdad entre mujeres y hombres como principio ético, defensa de los Derechos Humanos y política transversal y prioritaria. Por eso, se han puesto recursos públicos que contribuyan a eliminar las brechas que dificultan las condiciones de equidad en el ámbito laboral; la reforma laboral ha propiciado que las mujeres, que protagonizamos la precariedad en el empleo, tengamos trabajos de más calidad y con contratos indefinidos; uno de cada cinco empleos creados pertenece al campo de la ciencia y la tecnología. 

La ciencia y la innovación son estratégicas para seguir caminando hacia un mundo más justo, más solidario e igualitario, y en el germen de ese nuevo mundo, la visión de las mujeres es imprescindible para no volver a reproducir los patrones sociales, políticos, académicos y económicos de una inercia estructural de desigualdad que nos deje atrás, reto que debemos vencer de manera definitiva. 

Estamos ante un compromiso de país, y que está abordando sin ambages el Gobierno de España, y lo hace visibilizando el talento de las mujeres; legislando para consolidar y ampliar derechos, y aplicando la ley con firmeza, para avanzar hacia una igualdad real. 

Las acciones que estamos llevando a cabo de manera conjunta en España están basadas en el consenso internacional y la evidencia. El trabajo del Gobierno, liderado por el Presidente Sánchez, se centra en ofrecer a las mujeres las mismas oportunidades de progreso y de éxito en sus trayectorias profesionales que a los hombres; crear entornos laborales igualitarios, inclusivos y seguros, y garantizar que la Ciencia, Tecnología e Innovación avancen para toda la sociedad, una CTI hecha también por y para las mujeres.  

También es un compromiso de Europa y, de hecho, ya se debate en el Consejo de la Unión Europea de Competitividad cómo fomentar las políticas a favor de la juventud y la igualdad de género en la investigación y la innovación. Existen grandes retos para lograr la igualdad de género y unas condiciones adecuadas para la juventud en el ámbito de la investigación y la innovación.

Y si queremos superar esos retos, hemos de actuar con financiación, formación y tutorización específicas. Queremos dar reconocimiento, alentar y prestar apoyo a las mujeres, y a las y los jóvenes con talento. Disponer de un sistema inclusivo de investigación e innovación es primordial para la justicia y la cohesión sociales, así como para la competitividad de la Unión Europea. 

Mujeres desconocidas, olvidadas, silenciadas… pero también talentosas, capaces, brillantes… Queremos dejar de ser pioneras para ser muchas en todos los espacios, ser las únicas, ser las primeras nos debilita, ya que no contamos con la fuerza del grupo, de quienes nos preceden. Las mujeres no podemos estar fuera del espacio de influencia, de iluminación y conocimiento, lo que supondrá estar presente en las grandes decisiones que no sólo dan respuesta a los problemas, sino que están diseñando el futuro y la sociedad queremos construir.

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