Opinión · Dominio público
Feijóo, a por la moción de censura
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Del presidente del Partido Popular (PP) se pueden decir muchas cosas, pero ninguna similar a que sea imbécil. Sobre todo, podemos hablar quienes lo hemos tenido gobernando en Galicia durante 13 años y seguido sus andanzas desde que apuntaba maneras bajo el ala todopoderosa de José Manuel Romay Beccaría. “No pierdan de vista a ese chico”, nos decían en el PP gallego a los plumillas cuando Romay se llevó a Feijóo al Ministerio de Sanidad, entre 1996 y 2000, durante el primer Gobierno de Aznar.
Era indiferente que “ese chico” fuera uno de los mejores amigos de un narcotraficante de origen gallego (este punto es importante; en Galicia, para el poder en toda la amplitud de la palabra, los narcos gallegos eran “nuestros narcos” y hacían cosas por la gente …, políticos incluidos). Por suerte, los tiempos han cambiado y esa losa humana llamada Marcial Dorado nunca abandonará a Feijóo, aunque el expresidente gallego se dedicara a financiar Proyecto Hombre con su patrimonio, por cierto, tampoco bien contado jamás. O aunque fuera a dar el pésame a Barbate por el asesinato de dos agentes de la Guardia Civil a manos de varios peones del narco y a pedir la dimisión del ministro del Interior, que con toda su cuestionada trayectoria, aún no puede jactarse de ser amigo de un narco, responsable de muertes, corrupción, asesinatos y depravación en Galicia y más allá. Sabemos.
Tiene algo de razón Feijóo, no obstante, al viajar a Barbate, fronterizo con la mancomunidad de Campo de Gibraltar, una zona deprimida e ignorada por todos los gobiernos, lo cual que no es un detalle menor para el narco. Seguro que así lo trasladó el líder del PP a los agentes de luto por sus compañeros: “No se puede derrotar al narco sin conocerlo. La droga es adictiva sin probarla siquiera”. En Galicia lo sabemos gracias a Feijóo, entre otros/as.
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Entenderán que un dirigente con el currículo personal, político y los espolones afilados de Feijóo no se amedrenta fácilmente, y por eso me genera cierta ternura ver a tanta gente en España sorprendida por su presunto lapsus con el indulto, “estudiada” amnistía o el no-terrorismo de Puigdemont dirigido a los periodistas que siguen su campaña (perdón, la de Alfonso Rueda) para las elecciones de Galicia el próximo 18 de febrero, ya mismo. Es cierto que esos ojipláticos/as espectadores de la realidad gallega no han podido conocerla, precisamente, por el férreo control que Feijóo y su equipo han hecho de los medios de comunicación gallegos -y de fuera-.
Lo expliqué brevemente en Público, y sin pensar que me reventarían el análisis tan pronto, en un artículo el 31 de enero de este mismo año. La ideología de Feijóo se llama “poder absoluto”, se ejerció en Galicia sin escrúpulos y se ejercerá en España (si se llega) de idéntica manera. El presidente del PP sabe, por un lado, que en Galicia, incluso al conservador votante de Feijóo-Rueda -muchas veces atrapado en una red clientelar infinita- la amnistía a Puigdemont, su equipo y seguidores les importa exactamente cero o menos diez. Es más, gallegos y gallegas hemos simpatizado y empatizado siempre práctica y mayoritariamente con las reivindicaciones catalanas y vascas, pero a nosotras, nunca nos han hecho ni puñetero caso por lo que sea; o sea, porque a nuestros mandatarios autonómicos les importaba una mierda lo que nos dieran mientras siguieran pintando algo (o todo) en el poder madrileño, centralista. El de AP/PP.
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A Feijóo, como a Fraga, como a Rajoy, Galicia les importa uno de sus magníficos grelos, y es mucho. Solo les importa esta tierra excepcional en función del poder que les otorga fuera, y vuelve a ser mucho. El presidente del PP no quiere una prensa ayusista que lo tutele ni, mucho menos, a una lideresa trumpista que le hunda los planes. Hay un plan a medio plazo, se llama moción de censura y es imposible sin PNV, Junts y un Vox muy debilitado -están en ello-, capaz de dar el poder a Feijóo con la nariz tapada y entrando en el Gobierno, o no. Pero los números dan y para los optimistas del PSOE, no basta con quedar el tercero en Galicia, que a pesar del CIS, es muy complicado, mucho más que el PP revalidando la mayoría absoluta de 38 escaños, o de 37 más el de Gonzalo Pérez Jácome, alcalde de Ourense e histriónico líder de Democracia Ourensana. O de 36 más DO y el de Vox, según el CIS. O ambos, según la ley de adiciones (que no adicciones).
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