Opinión · Otras miradas
Me da igual que haga rabiar a la derecha
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Es curioso – incluso gracioso, aunque todo sea turbísimo en su fondo – cómo cierto ministro tiene la capacidad de desprestigiar todos y cada uno de los pasos que el Gobierno da hacia el futuro. Mientras en España se abre el melón del panfletarismo, las mentiras con firma periodística y la polarización, él sale a demostrar que puede ser infinitamente peor que los malos a los que denuncia. Si esto es una competición contra él mismo, que se apunte a running y deje de fingir ser un pseudomacarrilla, como los niños de cuarto de la ESO que gastan chándales del PSG y repiten mucho “bro”.
Óscar Puente, ministro de Transportes, ha llamado drogadicto a Milei. En unas jornadas organizadas por el PSOE de Castilla y León, el pucelano viajaba hasta Salamanca para decir, frente a prensa y asistentes, “he visto a Milei en la tele y no sé en qué estado, si previo o posterior a la ingesta de qué sustancias”.
Como ya sabréis, esto ha despertado una batallita diplomática; la gente de Milei ha sacado un comunicado bastante duro – donde se mete sin ningún tipo de competencia con Pedro Sánchez, pero eso es otra movida – y Alberto Núñez Feijóo, portavoz nacional de Isabel Díaz Ayuso, lideresa de la oposición, ha aprovechado la vaina para llevarse el gato al agua.
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Mientras discutimos sobre la prensa y los ataques descarnados, muchas veces sin pruebas, contra los líderes políticos, un señor de Valladolid con cartera de ministro ha acusado a otro de meterse drogas; solo una semana después de que Pedro Sánchez estuviese a punto de dimitir por los ataques contra su mujer y media España saliera a defenderlo por ver injustísima esta estrategia de desgaste, un tipo con cargo y sueldo público ha salido a hacer eso mismo que tanto criticaba.
A mí la estrategia de matoncito político, de chulísimo con poder que va dando zascas en Twitter a ver si cuatro matados le ríen las gracias, pues como que no me mola. No quiero ser ni mucho menos decimonónico y decir que la comunicación política debiera ser totalmente vertical y seria, como en las películas americanas de presidentes, pero creo que hay cierto término medio entre eso y convertirse en un podcaster con 25.000 suscriptores en Youtube que vive de soltar barbaridades a ver si se viraliza alguna en TikTok.
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Cada vez que veo a Puente en Twitter respondiendo con malas formas y mal genio a chavales que protestan por el mal funcionamiento de los trenes de cercanías, juro que se me enciende una venita en la cabeza y me vuelvo un poquito menos pro-gobierno que el día anterior; cada vez que leo a alguien justificar la actitud de este tipo, pues hay gente para todo, con al argumento absurdo de que hace rabiar a la derecha, pongo los ojos en blanco e hiperventilo: ¿ahora es justificable la actitud de un tipejo solo porque hace llorar al adversario? Pues nada, nenes, mañana me cagaré públicamente en todos los muertos de Cuca Gamarra, a ver si el señor Puente se estira, me ficha para su equipo de comunicación y cambio el tren por un cochecito guapo con su buen chófer, que estoy harto de que cada vez vayan peor los cercanías.
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