Opinión ·
El Fondo Europeo de Defensa, la inteligencia artificial y el dilema de Europa
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Pere Brunet, Investigador del Centre Delàs d’Estudis per la Pau
Por primera vez en la historia de la UE, Europa financia la investigación y el desarrollo de productos y tecnología estrictamente militares con presupuesto de la Unión. El Fondo Europeo de Defensa (FED) tiene una asignación de 8.000 millones de euros durante el período 2021-2027, a los cuales se añadirán contribuciones específicas de los estados miembros en el caso de desarrollo de productos y tecnología militares.
De hecho, el Fondo FED ha sido una jugada maestra de la industria militar europea, que fue quien aconsejó la financiación pública de la investigación militar a través del consejo asesor denominado Grupo de Personalidades, siendo ahora la gran beneficiada de la implementación del Fondo. La industria europea de defensa y seguridad lleva a cabo las investigaciones, cobra las subvenciones del Fondo, se queda la propiedad intelectual de los resultados y, finalmente, se lucra vendiéndolos a los Estados miembros, obligados a ello por la propia regulación del FED.
Pero la mayoría de los proyectos ya en marcha del FED pueden considerarse controvertidos desde la perspectiva de los principios y valores fundacionales de la Unión Europea. Sus objetivos son además significativamente vagos, incluyendo afirmaciones como la de plantearse el diseño de un interceptor de misiles basado en las amenazas que existirán en 2035 (proyecto EU HYDEF). No sólo esto, sino que el número de proyectos que plantean usar nuevas técnicas de inteligencia artificial (IA) con aprendizaje profundo es preocupante. Del estudio de 34 proyectos concretos (18 proyectos PADR y 16 proyectos EDIDP de la convocatoria 2019) se deduce que seis de ellos incluyen técnicas explícitas de IA y que otros cinco podrían incorporarlas.
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Y es que el uso militar de la IA plantea serios problemas. Sabemos que estos sistemas de IA siempre cometerán errores, que sus resultados no son explicables y que existe una posible falta de supervisión durante su uso. Los errores, debidos tanto a la propia estructura de los sistemas como a los sesgos de los datos de entrenamiento, llevan a decisiones que no cumplen los principios de proporcionalidad y distinción, generando un alto número de víctimas civiles. Y tanto la falta de explicabilidad como las deficiencias de supervisión se traducen en una ausencia de rendición de cuentas. Pero los errores de la IA bélica son vidas humanas, a menudo silenciadas como consecuencia del secretismo militar. Y, en este contexto, la inteligencia artificial militar ¿es admisible en el marco regulatorio europeo? La respuesta no deja de ser sorprendente: ha quedado excluida de la normativa comunitaria, la recientemente aprobada AI Act.
Europa se encuentra en un dilema. Puede continuar apostando por la fuerza militar como medio para abordar los conflictos y para supuestamente llevar la paz a zonas en guerra, haciendo uso de técnicas controvertidas como la inteligencia artificial y permitiendo que tanto las industrias militares como las operaciones bélicas sigan siendo opacas y ajenas a toda regulación. O puede volver a sus principios fundacionales basados en “el respeto, la tolerancia, la igualdad de género, la cooperación y el diálogo como forma de abordar las disputas internacionales”, siendo promotora de soluciones diplomáticas y negociadas. Puede sumarse a la oleada bélica mundial o puede escuchar las voces que llegan cada vez con más fuerza desde la ciencia y que nos explican que el gran reto de este siglo, la crisis climática y ambiental, no entiende de fronteras y exige tanto cooperación a nivel global como sistemas de gobernanza mundial. Puede promover y aceptar el uso bélico de unos sistemas de inteligencia artificial que acaban segando vidas de civiles inocentes (Lavender, Gospel y otros) o puede desmilitarizarse reconvirtiendo el armamento en vivimiento, como nos explicaba Buckminster Fuller.
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Europa puede armarse y continuar fabricando y exportando armas, o convertirse en la voz que promueve las soluciones diplomáticas y negociadas. Puede incentivar el desarrollo de la inteligencia artificial militar o incluirla en su normativa regulatoria. Puede seguir los dictados de la OTAN o promover la firma del TPAN para evitar posibles catástrofes nucleares. Y es que la verdadera paz no puede construirse con armas, porque la violencia genera odio y más violencia. Como nos recordaba Gandhi, el fin está en los medios como el árbol en la semilla.
¿Cuál de las dos Europas plantean los distintos partidos políticos cara a las elecciones del 9 de junio?
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