Opinión · Otras miradas
Harto de los influencers de izquierdas
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Me comentaba un amigo este sábado, en la puerta de un concierto, que tenía la sensación de que los artistas se mojaban muy poco políticamente hablando. Al preguntarle a qué se refería, me dijo que notaba cierta repulsa en muchos personajes importantes de la industria musical a la hora de hablar de temas políticos, como si se desinteresaran de todo. Aunque entendí perfectamente su postura, le respondí que precisamente eso es lo que necesitan los chavales para comprometerse e interesarse por temas sociales: que no les den la turra todo el día.
Tras los 800.000 votos de Alvise, leí cierta discusión en redes sobre la necesidad de que hubiera más influencers de izquierdas – sea lo que sea esto – para ganar el relato cultural – sea lo que sea esto otro –.
Aunque considero que es erróneo y simplista, el tiro va sin maldad alguna, pues viene de una lectura coherente tras ver cómo el posmofascismo telegramoso ha conseguido representación en el Parlamento Europeo; sin embargo, aunque desconozco cuál es exactamente la fórmula para conseguir que los chavales – a los que, entiendo, se buscaría atraer con estos influencers de izquierdas – se acerquen a la sombra del progresismo, tengo bastante claro que la solución no pasa por comerles la cabeza todo el santo día con una burbuja política de zascas parlamentarios y relecturas eternas de filósofos barbudos que murieron hace doscientos años.
Los chavales están despolitizados, punto. Nos guste más o menos, esa sombría etapa quincemera de tertulias eternas en franjas de máxima audiencia y venta brutal de ensayos políticos se ha acabado, y ni volverá ni espero que vuelva; los chavales ahora están en otra cosa diferente, en la desmovilización y el cinismo, y aunque tengan una lectura social y una posición ante lo que pasa en el mundo, ahora mismo pasan de consumir más y más productos para una burbuja minúscula que los haga adoptar el izquierdismo como una personalidad. Nuestra personalidad ya no es ser comunistas, aunque seamos comunistas y leamos con atención a ese viejo filósofo barbudo fallecido hace doscientos años.
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También me sorprendió mucho, por cierto, cómo los que empezaron a pedir influencers de izquierdas para combatir a la ultraderecha se olvidaron de que ya existen esos influencers de izquierdas; existen los Rubén Hood, las Carla Galeote y demás personajes públicos que hablan a un nicho minúsculo – es igual de minúsculo que el nicho al que hablan los Wall Street Wolverine; por favor, no nos asustemos con el primer ridículo con interacciones que veamos en Twitter –. Y ese es precisamente el problema, que los nichos son minúsculos y la pureza ideológica que te lleva a colgarte una pulserita tricolor en la muñeca – con todo el respeto del mundo a quienes lo hagan, por supuesto – a muchos ya nos hace poner los ojos en blanco. Nos interesa la política y estamos preocupados por nuestro futuro, pero estar politizados ya no es nuestra personalidad.
No necesitamos ni un solo influencer más de izquierdas que hable a reductos enanos, sino mover el marco del sentido común con referentes – me gusta más “referente” que “influencer” – mucho más amplios que ya tenemos; es infinitamente más útil, por ejemplo, un Ibai Llanos que eche de su chat de Twitch al primer payaso que insulte a las personas trans, pero luego siga jugando al Minecraft, que otro Rubén Hood que, haciendo unas cifras irrisorias, comente los zascas de Rufián en el Congreso ante una parroquia convencida y minúscula.
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Con la música, volviendo a mi colega, siento que pasa lo mismo; estamos quemadísimos de panfletos andantes que destilan proclamas políticas infumables que solo apelan a cuatro izquierdistas convencidos. ¿Qué es más útil para convencer a las masas de ciertos planteamientos progresistas, toda la discografía de Los Chikos del Maíz – con todo el respeto del mundo a su impresionante trayectoria – o una sola canción de Bad Bunny, pongamos de ejemplo Baticano, en la que critica cómo se juzga a la gente LGTBI?
Si nos queréis ganar, dejad de darnos la turra, en serio.
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