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Opinión · Dominio público

Y Putin, en la calle Génova

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El presidente de Vox, Santiago Abascal (i), y el presidente de Hungría, Viktor Orbán.- EFE

Antes de que la ultraderecha cayera a la tercera posición de la Asamblea Nacional francesa en las legislativas del domingo pasado, desconocíamos cómo iba a afrontar Alberto Núñez Feijóo el reparto por territorios de los menores migrantes que llegan solos a nuestras fronteras que quiere aprobar el Gobierno de Pedro Sánchez y que se abordará en una reunión este miércoles. El PP está bajo la amenaza de Vox de romper los gobiernos autonómicos y municipales de (ultra)derecha y, aunque en un principio, el presidente del Partido Popular parecía apostar por la solidaridad, sus declaraciones xenófobas y falsas de la semana pasada, a las que ya nos referimos aquí, llevan a pensar que es posible que el Ejecutivo de coalición se quede solo, o solo con las comunidades en las que gobierna, Castilla-La Mancha, Asturias, Navarra, veremos si Catalunya y Euskadi, donde cogobierna con el PNV.

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Las legislativas francesas, aunque no han traído mayor claridad sobre la posición migratoria de Feijóo -que, a tenor de los resultados en Francia, se ha atrevido a criticar a los "extremistas" ideológicos mientras cogobierna con Vox por toda España-, sí están empezando a provocar unos efectos no deseados, que se remontan ya al 23 de julio de 2023 y que van estrechando el círculo en torno a un PP que no pudo gobernar tras las elecciones generales de hace un año, como todos preveían, incluida esta plumilla.

Aquel fatídico 23-J para la coalición PP y Vox, que ya se había aliado en los muchos gobiernos autonómicos y municipales donde sumaban mayoría tras las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo, el PSOE y Sumar salvaron los muebles, en buena parte, gracias a esas coaliciones territoriales del PP con la ultraderecha, que pusieron los pelos de punta de los suficientes ciudadanos/as para que una variada asociación de investidura pudiera hacer presidente a Sánchez. Es posible que Feijóo se haya recuperado ya de aquel varapalo inesperado, pero lo que es seguro es que el líder del PP no sabe aún qué hacer con Vox, con el que se mimetiza siempre en demasiadas ocasiones y del que abjura en otras menos, incluido el citado tuit de celebración por la derrota de Marine Le Pen, que causa sonrojo a poco (pero bien) informado que se esté.

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De aquellos polvos del 28-M de 2023, estos lodos de julio de 2024, cuando la ultraderecha española -y europea- cada vez se lo pone más difícil a un PP que se retuerce entre dos opciones: romper con Vox (a poco que se conozca a Feijóo, se sabe que éste nunca hará un macron mientras de los fascistas dependa su poder) o seguir con Vox pretendiendo ignorarlo de cara a la galería y tomándonos a todas por imbéciles, como con las declaraciones sobre Francia, unas veces, y con declaraciones xenófobas a los Le Pen, otras. El término medio solo existiría si Feijóo gobernara España con Santiago Abascal, mantienen en el PP, pues creen que las decisiones de Consejo de Ministros aplacarían a los de ultraderecha ... como si en comunidades y ayuntamientos no estuvieran mostrando su peor cara, la única, y encima, en complicidad con un PP sin complejos.

La situación europea, no obstante, se va complicando para Feijóo: una alianza (Patriotas por Europa) del Fidesz de Viktor Orbán con varias formaciones ultras del Parlamento Europeo, incluido el Vox de Abascal, la Agrupación Nacional de Le Pen o la Liga de Matteo Salvini, entre otros igualmente de extrema derecha, ha visto la luz para conquistar la tercera fuerza parlamentaria, hasta ahora ocupada por los liberales de Renovar Europa. Orbán, que en estos momentos ostenta la Presidencia rotatoria de la UE, se ha despachado a gusto y contra el criterio de la Comisión Europea realizando su primera visita a Vladímir Putin en Moscú, de quien siempre se ha mostrado partidario, también en la invasión de Ucrania; así que de regalo a Orbán y a sus socios, suponemos, Putin ha bombardeado un hospital infantil en Kiev.

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Que Vox comparta grupo parlamentario en Europa con quienes quieren dinamitar la UE desde dentro y, además, contemplan al dictador ruso o a Donald Trump con más simpatía que a sus propios compañeros/as de bancada en Estrasburgo es un asunto sobre el que el PP no se ha pronunciado de momento. Hasta que toque y Feijóo nos sorprenda con otra de sus piruetas dialécticas para bobos o para quienes quieren creerle, aun así, con gran esfuerzo. Deseando escucharlo.

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