Opinión · Otras miradas
El gobierno alemán usa el genocidio en Palestina para endurecer su política interior y migratoria
Activista del movimiento de solidaridad con Palestina de Berlín
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El Estado y prácticamente la totalidad de la prensa alemana no solo están ocultando, desinformando y directamente mintiendo sobre lo que ocurre en Palestina, tanto en Gaza como en Jerusalén y Cisjordania, sino que repiten a diario lo acontecido el 7 de octubre (siempre fuera de contexto geopolítico e histórico), describiendo y exagerando los crímenes de Hamás, y publicando aún a día de hoy las peores mentiras de Israel. Con ello lo que buscan es mantener el shock y trauma del 7 de octubre vivo para justificar y avanzar su genocida política exterior y su racista política interior, tal y como Naomi Klein explicaba claramente en La doctrina del Shock. En su conocido libro Klein expone cómo los poderes dominantes usan shocks colectivos para imponer sus políticas menos populares.
Esto es lo que estamos viviendo los últimos meses en Alemania; una progresiva y preocupante restricción de las libertades básicas, ya que en su supuesta defensa de Israel como razón de estado y eterna víctima de Hamás, el establishment alemán está atacando y restringiendo la libertad de expresión, de reunión, de prensa y de asilo tanto de gente como de asociaciones solidarias con el pueblo palestino, siendo especialmente despiadado con la población palestina y árabe residente en este país.
A nivel interno en este país este estado de shock permanente y retraumatización unidos a una deficiente y oportunista memoria del recuerdo, ha llevado a lo que solo puede ser entendido como un delirio colectivo de manual. La supuesta lucha contra el antisemitismo ha tomado como rehén el raciocinio y capacidad de crítica de la práctica totalidad del Estado, sus instituciones, medios de comunicación y, al contrario que la mayoría del resto de países, de una gran parte de la sociedad blanca alemana que se considera de izquierdas. Mientras la sociedad se mantiene mayoritariamente callada sobre el genocidio en curso o lo defienden, y las banderas de Israel ondean en gran parte de edificios gubernamentales en todos los pueblos y ciudades del país, políticos de todos los partidos apoyan en sus actos a Israel y su ejército, incluido el partido de izquierdas Die Linke, que lució en su stand de información para las elecciones europeas en la ciudad de Halle la bandera del genocida ejército.
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El delirio pro sionista llega a su culmen en la izquierda de este país en una aberración que es la corriente conocida como los antideutsche (anti-alemanes). Activa desde hace décadas, en ella grupos e individuos que se consideran antifascistas llenan las calles y redes de banderas antifa combinadas con las de Israel, organizan actos y conciertos de música punki solidarios con Israel, y hasta un centro autogestionado de Leipzig, Conne Island, ha llegado a animar a unirse al ejército israelí y publicado en su página web el enlace donde los ciudadanos alemanes se pueden alistar a él (enlace, que junto con todas las entradas de blog donde la gente escribía cómo ayudaban en el día a día al ejercito, se han apresurado a borrar). Estos individuos y grupos desde el 7 de octubre se han radicalizado y vuelto cada vez más islamófobos, tachando de peligroso (terrorista) islamista a todo aquel que solidarice con Palestina, y han estado especialmente activos, haciendo doxing a activistas, consiguiendo cancelar actos y conciertos, y publicando en sus periódicos y revistas algunos de los peores reportajes que se pueden encontrar.
Pero no son los únicos ni los peores. Partidarios de Israel participan en tertulias de la televisión, escriben artículos de opinión, dan discursos y escriben en las redes negando la Nakba, la ocupación, el apartheid y el genocidio, mientras abogan por una total limpieza étnica, justificada con deshacerse de Hamás, en todo el territorio del rio al mar de su población palestina, sin tener repercusiones. Los principales periódicos publican sus artículos y estos simpatizantes sionistas dan discursos públicos en los que afirman que no hay civiles inocentes en Gaza, así como que es legítimo cortar el suministro de agua, comida y todo tipo de productos esenciales a la franja de Gaza (aunque al mismo tiempo defienden que no es cierto que ya esté pasando), ya que Gaza es un infierno lleno de terroristas.
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Mientras tanto un comentario explicando que no todo empezó el 7 de octubre o un “me gusta” en las redes sociales ya están costándole el trabajo o la financiación a activistas de la lucha palestina, acusados de antisemitismo y de enarbolar el terrorismo. Desde que Udi Raz, miembro de Voces Judías por la Paz en Oriente Medio, perdiera en noviembre su trabajo en el Museo del Holocausto en Berlín por explicar que hay apartheid en la Palestina ocupada, lo que ahora el Tribunal Internacional de la Haya ha ratificado, centros para chicas migrantes en riesgo de exclusión han sido cerrados, carreras destrozadas, exhibiciones canceladas, premios retirados, y trabajos perdidos por haber mostrado empatía con las víctimas del genocidio en curso en redes, manifestaciones y actos.
Las manifestaciones y concentraciones en apoyo a Palestina son constantemente agredidas por una policía cada vez más violenta y exagerada, que realiza arrestos indiscriminados, hasta a niños de 7 años. La desproporción de las acciones de la policía de Berlín ha llevado a asociaciones por los derechos humanos como Amnistía Internacional a denunciar y pedir varias investigaciones.
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El ejecutivo alemán además está endureciendo la ley de extranjería y asilo. Quiere facilitar la deportación de gente que busca asilo que pueda ser extremista (léase pro-palestina) e intenta pasar una enmienda para que un solo like a un post considerado terrorista (que puede ser que ponga “Del rio al mar, Palestina vencerá”, que use la palabra “Intifada” o “Free Palestine”) le cueste la deportación a todo aquel que no tenga pasaporte alemán.
Alemania, sin embargo, intenta salvar o por lo menos no dañar tanto su imagen al exterior. Con declaraciones a la arena internacional más comedidas sobre el conflicto y sus políticas internas. Lo que se ejemplifica en las diferentes portadas de la revista Der Spiegel que en su versión inglesa de la entrevista al canciller Olaf Scholz tenía en portada “Tenemos que deportar a la gente más a menudo y más rápido” mientras que la versión alemana la cita es “Vamos a deportar a lo grande”. En la primera se ven obligados por que están desbordados, en la segunda lo hacen con gusto, ganas y eficiencia, lo cual es más parecido a la realidad actual en el país.
Se revierte la víctima/perpetrador
El relato impuesto es que Israel no puede ser perpetrador, al ser un pueblo de judíos y para judíos, y por tanto sólo puede ser víctima, ya que es el pueblo judío la víctima de los horribles crímenes cometidos por los nazis en la II Guerra Mundial que culminaron el la solución final y el holocausto. En una vuelta de tuerca, según el relato de los medios mainstream alemanes, todo aquel que opine que Israel comete atrocidades y lo critique, es aquí considerado un simpatizante nazi, ya que todo aquel que difame a un judío es nazi. Es decir, el pueblo palestino y sus aliados de Oriente Medio son los nuevos nazis. Cada vez se extiende más la conveniente idea de que el antisemitismo en Alemania es importado, que lo traen los migrantes, especialmente los árabes.
Esta línea de pensamiento está siendo impuesta por el Ministerio de Exteriores a través del medio Qantara, especializado en Oriente Medio. La revista online Qantara era el único medio público alemán que publicaba lo que pasa en Palestina de una manera certera e independiente. Hasta hace unas semanas que se anunció su reestructuración y entre otras medidas va a pasar a ser supervisado por el Ministerio de Exteriores, lo que provocó que la totalidad de la plantilla presentara su dimisión. En uno de los primeros artículos tras el cambio editorial se afirma: “al contrario que en Alemania, el pasado nazi nunca se ha tratado en el propio Oriente Próximo. Los medios de comunicación alemanes también deben enfrentarse a esta tarea si quieren comprender e informar sobre el creciente antisemitismo en los círculos musulmanes de este país.” En este mismo artículo escrito hace tan solo un par de semanas afirma que no hay hambruna en Gaza y que lo que vemos en las redes son imágenes antiguas que se mezclan con fotos de Siria. Queda meridianamente clara la nueva línea editorial propagandística del Ministerio de Exteriores alemán.
Este intento de resignificación llega a niveles delirantes cuando alemanes blancos se auto-clasifican como víctimas del antisemitismo por haber sido llamados pro-genocidio o sionistas cuando defienden orgullosamente a Israel enseñando su bandera, mientras que judíos antisionistas son detenidos y acusados de delitos antisemitas por denunciar la masacre en Gaza.
Otra línea editorial extendida, que es la definición literal de luz de gas, es que el movimiento solidario con Palestina ha invertido los roles víctima/perpetrador. Donde además Hamás está obligando a los pobres soldados israelíes a cometer crímenes contra la población civil contra su voluntad al no dejar ir a los rehenes y dejar las armas. Nunca en estas noticias y artículos mencionan los vídeos de TikTok que publican esos mismos soldados mofándose de los muertos palestinos y llamando al genocidio.
Este delirio y difusión de líneas rojas está llevando a políticas internas cada vez más protofascistas. Se prohíben asociaciones, manifestaciones y actos sin órdenes judiciales. El Ministerio de Interior vigila periódicos de izquierdas que se salen de la línea editorial impuesta.
En un raro gesto de acción contra la creciente extrema derecha alemana y su discurso de odio, hace unas semanas la ministra de Interior Faese mandó cerrar una revista de extrema derecha llamada Compact, afín a al partido Alternativa por Alemania, sin previa orden judicial. Lo que en sí ha sentando un pésimo precedente que seguro van a usar en un futuro cercano para cerrar publicaciones de izquierdas.
Esta misma ministra quiere que el servicio de inteligencia investigue a los 1200 profesores y profesoras que firmaron una carta de apoyo a los alumnos de la Universidad Libre de Berlín, cuando su acampada contra el genocidio fue violentamente desalojada por policía antidisturbios. Faeser también mandó ejecutar una redada y el cierre de una mezquita a la que acusa de terroristas yihadistas sin investigación ni orden judicial.
Tanto el Ministerio de Interior como sus medios de comunicación aliados están haciendo sonar todas las alarmas sobre una creciente izquierda radical antisemita y pro-yihadista. Conversaciones y opiniones normales en el resto del mundo, como hablar de la solución de un único estado, donde ciudadanos palestinos e israelitas vivan con los mismos derechos, son consideras extremistas y pro-genocidas (del pueblo judío).
Hay también prohibiciones, que si no fuesen el comienzo de una peligrosa senda autoritaria serían cómicas. En su afán de prohibir todo lo relacionado con Hamás, el senado berlinés prohibió los triángulos rojos, con los senadores socialistas a favor de esta prohibición, no teniendo en cuenta que es un símbolo cargado de su propia historia, ya que los nazis marcaban a los prisioneros políticos en los campos de concentración y exterminio con triángulos rojos, lo que los ha convertido en un símbolo para la izquierda antifascista.
Esta prohibición no solo demuestra que Alemania ha suspendido la asignatura de la memoria histórica no solo en lo que respecta a quienes son los culpables de verdad de la mayor matanza de judíos de la historia y qué significa el antisemitismo, si no que vuelven a señalar a grupos racializados y a grupos de izquierda que difieren de su autoritaria política colonialista.
Este caldo de cultivo protofascista no solo no está protegiendo a su población judía, sino que está blanqueado el antisemitismo de las derechas disfrazado de prosionismo. Mientras expone a la población migrante a mayor peligro, siendo ésta constantemente demonizada por el estado y los medios. A este ritmo, estamos a semanas de que los acontecimientos del Reino Unido sean replicados por la creciente derecha alemana y las ciudades se llenen de turbas a la caza del extranjero.
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