Opinión · Posos de anarquía
La hostelería andaluza espanta al turismo nacional
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La Federación Andaluza de Hoteles y Alojamientos Turísticos (Fahat) acaba de hacer públicos los datos de ocupación del verano y no anda tirando cohetes: ha caído un 3,7% respecto a 2023, apenas superando el 82%. El dato más revelador es el descenso en el turismo nacional, que mira más al norte. Los visitantes extranjeros son quienes llenan mayoritariamente las arcas de los hosteleros, lo que es síntoma de malas noticias para quienes habitamos al sur de Despeñaperros.
Andalucía ya no le resulta tan atractiva al turista nacional en verano. El hecho de que el número de viajeros españoles se desplomara en julio más de un 13% resulta revelador. La patronal hostelera se lamenta, pero este sentido pesar lo es menos considerando la subida de precios que han aplicado en el periodo estival, por encima de la media nacional. No querer ver en este factor una de las causas del descenso de turismo nacional es cegarse, vendándose los ojos con billetes de euro extranjeros.
Desde que existen registros estadísticos del INE, jamás se habían superado los 140 euros de tarifa media. Este año, España lo ha superado y, en el caso andaluz, se ha disparado por encima de los 146 euros de media. En consecuencia, viajar al sur requiere de un poder adquisitivo que no está al alcance de buena parte de los y las españolas y, por ello, el turismo extranjero es mayoritario. Un noruego o un alemán, por citar dos ejemplos, se felicitan de unos precios muy inferiores a los que se gastan en su país, donde el poder adquisitivo y los sueldos, es importante decirlo, son muy superiores a la media española.
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Embriagados por el dinero fácil y rápido, los hosteleros no dudan en escalar sus precios, aunque cada vez éstos sean más inalcanzables para el turista nacional. Este fenómeno tiene un efecto contagio en las ciudades más turísticas, cuyos comercios se apuntan al carro de la subida de precios, sin distinguir si quien consume es extranjero o nacional. Ciudades bastión del turismo andaluz como Málaga se sitúan a la cola de salarios en España mientras que está en los puestos de cabeza de coste de vida. Las prácticas de turismo llevadas a cabo por hosteleros y comercios no sólo nos expulsan a quienes habitamos estas ciudades sino que, además, espantan al turista nacional.
En este contexto, no puede obviarse otro factor fundamental: el cambio climático. Cada vez menos españoles y españolas quieren pasar las vacaciones en lugares en donde todavía hace más calor que en sus lugares de procedencia. ¿Por qué bajar a la Costa del Sol, donde este verano son escasas las noches que no hayan sido tropicales con temperaturas de 25-27ºC y niveles de humedad rondando el 90%? A un extranjero que procede de climas fríos le puede saber a gloria; un turista nacional, en cambio, preferirá subir al norte, donde el cambio climático también ha hecho de las suyas y está atemperando las estancias, cada vez más parecidas a lo que antaño teníamos, por ejemplo, en Málaga, donde este año la temperatura del mar ha alcanzado el récord histórico de los 27ºC.
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Dar la espalda al turista nacional, como sucede con las políticas de precios –que se extienden a la lacra de los apartamentos turísticos- del mismo modo que hace ya tiempo que se hizo con los y las habitantes solo traerá pobreza. Si algo evidencia la pandemia es que no sólo no salimos mejores sino que, además, no aprendimos lecciones. Cualquier empresa y país debería contar con un plan estratégico en caso de que se produzca un fenómeno similar. En el hipotético caso de que se cortara de golpe el flujo de turistas internacionales, veríamos nuevos casos de hipocresía supina llamándonos a hacer barrio para llenar las franquicias que han devorado al comercio local y a viajar por España para salvar, como de hecho salvamos, a la hostelería, no sólo con nuestra estancia en sus hoteles sino abonando el 70% del salario de sus empleados vía ERTE.
Todo aquello se ha olvidado y aunque la clase trabajadora que salvó aquellos negocios ya no espera gratitud alguna, al menos sí cabría desear que no se continúen cometiendo abusos con subidas de precio muy por encima de la inflación. En algún momento, si otra pandemia no se ocupa de ello, lo hará el cambio climático, pues regiones como Andalucía van camino de convertirse en destinos vacacionales tórridos donde ni siquiera habrá agua suficiente para todas y todos.
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No es el turista nacional quien ha dado la espalda a Andalucía, sino la hostelería la que ha priorizado al turista extranjero, con el necesario respaldo de la Junta de Andalucía, Diputaciones Provinciales y Ayuntamientos, que además de seguir fomentando este turismo internacional llegaron a querer privilegiar a los hoteles con recursos hídricos que no íbamos a disfrutar quienes vivimos aquí todo el año y contribuimos decisivamente a la economía regional. No es turismofobia, es sentido común.
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