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Opinión · Otras miradas

Eurixe da, ah, ah!

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Eurixe da, ah, ah!

A mi novia le encanta Gatibu. Me hace mucha gracia porque es madrileña, pero se sabe de pé a pá todas las canciones. A mí no es que me encanten, pero muchos de sus temas forman parte de la banda sonora de mi vida. El grupo, que lleva 25 años en activo, nos ha acompañado a muchas. La verdad es que las fiestas de los pueblos, esas que aquí disfrutamos aunque llueva a cántaros, tienen mucha gracia cuando suena Euritzan dantzan. Eurixe da, ah, ah! Gatibu, todo una institución en la cultura vasca, acaba de anunciar su gira de despedida: Agur esan barik [Sin decir adiós]. Las entradas, para los dos conciertos que tienen previstos en diciembre de 2025, se agotaron en horas. Son, sin duda, un icono de la música de Euskal Herria. Reconocidos y reconocibles en un pueblo en el que corren rápido los rumores y las noticias. No voy a decir que aquí todo se sabe, pero, bueno, se saben muchas cosas.

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Una despedida de tal calibre necesitaba de una campaña de comunicación y de prensa en condiciones, claro. Los medios se hicieron eco de la noticia y Maialen Ferreira, periodista de eldiario.es, entrevistó a Alex Sardui, líder de la banda. La despedida de Gatibu son palabras mayores. Y Sardui, en la entrevista, no perdió la oportunidad de quedar en evidencia. Reivindica el derecho a la libertad de expresión y, libremente, se expresa cuando Ferreiro le pregunta por el sexismo en la industria musical: "En el gremio musical no ha existido o yo no he visto eso. Es verdad que no hay tantas mujeres trabajando, pero no ha habido jamás discriminación". La periodista, generosa, le da la oportunidad de retractarse y él, firme defensor del derecho a la libertad de expresión, decide seguir en sus trece: "En los grupos, entre los trabajadores o los técnicos nunca ha habido discriminación ni en hombres ni en mujeres. Es un gremio que no tiene eso. Ahora hay más mujeres y son las figuras principales".

Las reacciones, claro, no se hicieron esperar. Y eso, por qué no vamos a reconocerlo, a pesar de que Sardui es un peso pesado. En apenas unas horas, más de 150 mujeres vinculadas a la industria musical en Euskal Herria difundieron un comunicado en el que denunciaban sus declaraciones. Pero, mientras se gestaba la respuesta, la banda decidió que era buena idea publicar un comunicado en el que aseguraban que la periodista había mentido. Retiraron el texto poco después y Ferreiro declaró en EITB que, efectivamente, le acusaron de manipular la entrevista. El audio completo de sus declaraciones, para vuestra curiosidad, está publicado. Esto de matar al mensajero parece una estrategia habitual en lo que la periodista Gessamí Forner ha llamado, refiriéndose a este caso, "el género pollaviejismo". Las chicas, ya sabéis, que no entendemos bien lo que nos quieren decir.

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Las artistas que han firmado el manifiesto lo tienen claro, las palabras del cantante de Gatibu "dejan claro el punto de vista de un hombre que (siempre) ha estado en el primer plano de la música vasca. Que no ha visto ni ha escuchado nada porque no le ha interesado. Son palabras de alguien que está muy cómodo. Y viendo cómo hemos trabajado nuestra visibilidad estos últimos años, tiene pocas ganas de escuchar otras voces del mundo musical y mucha falta de interés". Por si no fuera suficiente con sus declaraciones, los datos las avalan. El estudio Situación de mujeres y hombres en la creación musical en la en la CAE (2020), de Ainara LeGardon Pérez, nos regala muchos ejemplos. Solo uno: La entidad EKKI (Euskal Kulturgileen Kidegoa), el organismo vasco encargado de la gestión de derechos de propiedad intelectual, cuenta con un 25,6% de socias y un 74,4% de socios. Las mujeres y las personas LGTBQIA+ siguen relegadas a un segundo plano en la industria musical aunque Sardui, y tantos como él, no quieran enterarse.

Ha pedido perdón. Primero borraron el comunicado y, luego, él ha perdido perdón. Pidió disculpas en el perfil de Instagram de la banda y ha pedido disculpas en los medios: "Las declaraciones están fuera de lugar, no pienso eso". Están fuera de lugar, desde luego, pero lo que no parece tan creíble es que no lo piense. En cualquier caso, eso me da igual. Su opinión nos importa bien poco, aunque joda. A mí, desde luego, me llevaron los demonios ante este espectáculo y, ahora, sin embargo, me está dando hasta un poco de pena. Me gustaría imaginarmelo cabizbajo, arrepentido y haciendo una reflexión profunda sobre esto, aunque también es verdad que no me cuesta nada imaginarle comentando la jugada con los amigotes: "Joder, ya no se puede decir nada". Pero insisto: qué más da.

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Me quedo con la artistas que se organizaron en apenas unas horas para mostrar su opinión, esa que no suele ser escuchada con la misma celeridad; las que se dejan la piel por hacer su trabajo sin creerse mejor que nadie; esas que se encontraron, una tarde de septiembre, en algún grupo de WhatsApp para denunciar que "afirmar que en el gremio musical no ha habido jamás discriminación es muy grave porque, además de ignorar la realidad de muchas mujeres [e identidades disidentes], minimiza todos los obstáculos estructurales a los que muchas tenemos que hacer frente. Los datos demuestran que esa idea es falsa y que la discriminación de género es un problema real en la música". ¿Y sabéis con qué me quedo también? Con que, esta semana, en plena polémica, Olatz Salvador ha presentado su nuevo disco: Zainak Eman. Delicioso.

Un detalle más –y, de verdad, que no es por hacer saña–, en sus disculpas dijo que él siempre ha defendido a las mujeres. Es que tiene tela: ¿Dónde ha estado los últimos años? Pero, sobre todo, ¿dónde quieren estar en el futuro todos los que, como él, apuestan por no ceder ni un ápice de sus privilegios?

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