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Hablar de migraciones sin hablar de cayucos

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Un grupo de personas participa en una manifestación antirracista por la capital

Migrantes es simplemente la persona que vive fuera del lugar en el que nació. El migrante es inmigrante en el sitio que recibe y emigrante en su lugar de origen. Por lo tanto, cuando contamos historias de migrantes podemos contar la historia de Messi, de Shakira o de Freddy Mercury. Estamos rodeadas de historias de migración que no vemos porque la narrativa hegemónica nos hace pensar que "migrantes" son otras personas que no tienen nada que ver con nosotras.

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Este año subieron al escenario del Congreso de Periodismo de Migraciones de Mérida todas las periodistas migrantes que había en ese momento en la sala. El 40% de las profesionales acreditadas eran migrantes. Algunas tuvieron que emigrar porque las investigaciones que desarrollaban en su país habían puesto en peligro su vida. Otras porque el régimen autoritario de su lugar de de las había expulsado. Un pequeño grupo tuvo que huir de la guerra. Muchas profesionales se fueron para poder desarrollar una carrera periodística digna. En definitiva, más de medio centenar de historias diferentes que evidencian que hay tantas razones para migrar como migrantes.

Y siendo un proceso tan inherente al ser humano, este del moverse de un sitio a otro, la realidad migratoria en el mundo se ha torsionado hasta niveles incomprensibles. La militarización de las fronteras es extrema y no deja de crecer, no porque sea útil, que está demostrado que no lo es, sino porqué es un enorme negocio. La semana pasada se publicaron grandes investigaciones sobre este tema en El Confidencial, en El Paás y en este diario, Público. Nuestros gobiernos, con el impulso de la Unión Europea, financian a proveedores privados de servicios de seguridad y defensa que actúan en todas las partes del trayecto migratorio desestabilizando los países de origen y siendo los responsables de la muerte de cientos de miles de personas cada año. Esto no solo sucede en Europa, también en América. La persecución de la migración sumada a la falta de medios administrativos para poder moverse de forma regular, ha convertido el tráfico de personas en el gran negocio de nuestro tiempo. Algunas voces apuntan a que los Cárteles mexicanos podrían estar ganando ya más dinero por tráfico de migrantes y extorsionando a las familias, que por el negocio del narcotráfico. Esta situación extrema se da también en nuestras fronteras especialmente con Libia, un estado fallido que financiamos con dinero público.

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También hubo tiempo durante el Congreso de Mérida para historias inspiradoras. Historias que siguen la vida de un gran grupo de refugiados sirios, desde que llegan a Grecia en 2015 hasta ahora, demuestran que la vida puede a la barbarie. Casas enormes en proceso de construcción permanente desde hace años ilustran las aspiraciones de una población rumana que ha migrado pero se prepara para volver a sus pueblos de origen a vivir en la mansión de sus sueños. Exactamente igual que lo hicieran nuestros ancestros que emigraron a América Latina y llenaron el norte de España de casa de indianos.

Y por supuesto se habló mucho de periodismo en Mérida. De la necesidad de tener perspectivas diferentes a la hora de escribir historias; no solo hay que tener la voluntad de contar las historias de un modo alternativo si no que hay que tener voces diversas para conseguirlo. En ese marco un grupo de chavales que llegaron a España solos cruzando el estrecho menores de edad, hicieron un precioso podcast que nos hizo vibrar a todas.

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La sesión más dolorosa fue la relativa la genocidio de Gaza. "No hay nadie sano en Gaza", son las palabras de Raquel Martí, directora de la UNRWA en España, que todavía me resuenan.

Todo esto tuvo lugar sin que la organización consiguiera hacer llegar a los siete periodistas que necesitaban un visado para poder viajar como denunciamos las tres directoras del Congreso. Esto tuvo lugar con la intervención fallida del equipo del Ministerio de Exteriores. Nuestros gobiernos han creado un sistema en el que ya ni el poder ministerial puede controlar, es decir un sistema ingobernable y caótico. Da mucho miedo.

Pero lo más importante del Congreso de Mérida fue un año más el derroche de amor. El periodismo valiente y comprometido que se presenta en este congreso está desarrollado en su gran mayoría por medios y periodistas independientes que acaban agotadas entre lo tremendo de las historias que narran y la precariedad con la que tienen que trabajar. Pero en Mérida, encontramos todas esa comunidad, que nos hace más fuertes y nos hace recordar, que somos las que escribimos la historia, que no estamos solas, y que el amor vencerá al odio.

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