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Opinión · Otras miradas

¿A qué responde la apuesta de Elon Musk por Donald Trump?

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¿A qué responde la apuesta de Elon Musk por Donald Trump?

El multimillonario Elon Musk sería el encargado de adelgazar la administración estadounidense si Donald Trump vence a Kamala Harris este 5 de noviembre.  Ese es, ni más ni menos, el puesto o responsabilidad que aparentemente le reserva el candidato republicano en la futura Administración Trump al flamante propietario de Tesla y SpaceX, dos de las empresas pioneras en desarrollar y aplicar la emergente y temida Inteligencia Artificial. Recortar gasto, reducir el Estado federal, suprimir impuestos, es una obsesión tradicional de la derecha.

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El súbito enamoramiento de Musk por Trump –tras más que encontronazos- es algo que da que pensar. Musk no tenía ninguna necesidad de tomar partido. Y menos aún de verbalizar un apoyo tan rotundo y explícito o –si fuera el caso- asumir una tarea tan ingrata como empezar a recortar gastos. ¡Cómo si no tuviera suficiente con lo suyo! Ahí es nada. Tiene entre ceja y ceja mandar una misión tripulada a Marte, un planeta que está a una distancia que deja en ridículo los 384.400 kms que separan la Tierra de la Luna.

Es una alianza, cuanto menos, sorprendente. Sobre todo para el magnate extraterrestre. ¿Qué puede ganar Elon Musk con ello? No es por los millones dólares en donaciones con los que Musk contribuye gratia et amore a la victoria del republicano o su compra de votos, es el tiempo que invierte –un tiempo que en su  caso debe ser oro- cuando echa, por ejemplo, toda la carne en el asador en el estado de Pensilvania para lograr los 20 votos electorales para los republicanos. Vitales. Trump perdió frente a Biden en Pensilvania en 2020 y venció frente a Clinton en 2016. El resultado en Pensilvania lo coronó primero. Y lo desahució después. Es, casualidad, el mismo estado donde Trump perdió un cacho de oreja pero salvó la vida. El mismo donde se fogueó Musk como universitario.

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Musk se licenció en Economía y Física en la Universidad de Pensilvania y parece que se ha propuesto ser profeta en su tierra aunque su país de origen sea la Sudáfrica del apartheid. De hecho, tras pasar por Canadá, tiene la triple nacionalidad. Un régimen al que es justo recordar su padre, el también millonario Errol Musk, se opuso siendo concejal en Pretoria.

Con el excéntrico y amoral Trump

Nadie ha cruzado tantas líneas rojas como Trump. Es el tipo que incitó a asaltar el Capitolio en 2021, motivo por que el fue expulsado de Twitter y rehabilitado luego por su nuevo propietario, Elon Musk, en nombre de la libertad de expresión. Ahí se empezó a labrar el acercamiento. Trump dijo que no volvería a Twitter –corrigió el tiro- mientras lanzaba su propia red social: Truth Social. O sea ‘La verdad’, lo que dicho por un contrastado mentiroso compulsivo como Trump se asemeja a un sarcasmo.

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Ocurre que Trump es la versión más extrema de la historia del Partido Republicano, la más degenerada y asilvestrada. No por sus recetas económicas proteccionistas o por su voluntad de impermeabilizar la frontera con Méjico, ni por sus aranceles, ni por su desparpajo, ni por su negacionismo. Sencillamente, por amoral. Sarah Palin –la que fuera candidata a vicepresidenta con John MaCain- se las traía. Pero tenía sus códigos. Era el Tea Party. Trump, por el contrario, es puro libertinaje y se ha coronado como el monarca de la posverdad.

Además, si alguien predica contra lo que representa Tesla es precisamente el proteccionista Trump. Como si fuera una especie de ludita del siglo XXI, espanta la tecnología. No desea unos coches que como los de Tesla son eléctricos y –en un uso pionero de la IA- prescinden de conductor. Una nueva industria, acorde con los tiempos que vivimos, que para colmo del trumpismo pone en jaque los motores de combustión. Lo que deja a Ford, General Motors y Chrysler en la cuerda floja. No andan sobrados ante el empuje no ya de Tesla si no de los chinos que superan con creces a los gigantes americanos del motor. Hoy por hoy, China produce mejores coches eléctricos y más baratos que las históricas multinacionales de Estados Unidos. Por cierto, salvadas por el Gobierno Obama en su día, tras la colosal crisis financiera de las hipotecas subprime. Ahí sí hay una conexión de intereses, penalizar las importaciones chinas. Esa sí es una decisión para nada menor para Tesla.

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Pero el americano medio es como es. Lo de quemar gasolina lo lleva en la sangre. Salvo en California, donde el coche eléctrico no deja de ganar cuota de mercado, el resto del país sigue aferrado al rugido del motor, a los circuitos como las 500 Millas de Indianápolis. En contraste, la ciudad de Los Ángeles brilla con luz propia, contribuye a superar el millón largo de unidades. En toda Catalunya, a finales de 2023, había matriculados sólo 82.000 coches eléctricos. Y  en toda España menos de medio millón.

Musk es según Forbes la principal fortuna del universo. Se encaprichó con Twitter y logró reunir la friolera de 44.000 millones de dólares para quedarse con ‘la plaza digital del pueblo’ según sus propias palabras. Se fue súbitamente a por la red social, la adquirió y la refundó como X. Era la red social predilecta de Trump. Le sobraban caracteres a un tipo directo como el expresidente, de cocción rápida. ¿Para qué más sofisticación? Ahí hay que admitir que Musk –un tipo infinitamente más culto- también se deja ir. Extrovertido y ávido de protagonismo, ha protagonizado incontables polémicas. Como a Trump, en eso son almas gemelas, le gusta estar en el candelero. Nada de discreción. Siempre llamando la atención, siempre en la cresta de la ola.

Musk, como Trump, también es hijo de una acaudalada familia. La virtud de Trump fue expandir de (Queens) Brooklyn a Manhattan los negocios inmobiliarios de su padre. Musk, por el contrario, creó su propio imperio. Global. Siempre con un espíritu innovador y siempre con un carácter vanguardista. Él es quien funda Open AI. Musk es el prototipo a escala mundial del emprendedor y triunfador. Él es el sueño americano como lo fue Fred Trump, el padre de Donald.

De Hillary Clinton a Trump y contra Harris

Pero la pregunta sigue ahí. ¿Por qué ese apoyo al peor Trump, justo ahora, cuando en 2016 pidió el voto para Hillary Clinton? ¿Qué necesidad tiene? Aseguró entonces Musk que el cambio climático era una realidad incontestable y que Hillary estaba en lo cierto. Así justificó su voto. Pero Clinton perdió. Si algo pesó en contra de Hillary Clinton en 2016 fue ser vista por parte de las clases medianas venidas a menos como la candidata del establishment, de Wall Street y los grandes intereses, al punto que incluso Joe Biden retiró su candidatura en las primarias demócratas de ese año aludiendo a que era imposible presentar batalla contra lo que Hillary representaba. Tenía el grueso de los apoyos y eso también significaba el grueso del dinero para que fluyera la campaña.

¿Por qué ahora Musk tras abanderar la bandera del libertario antisistema apuesta por Trump frente a una Kamala Harris que para nada es Clinton? ¿A qué obedece?

Se alude a una concatenación de intereses de Trump y Musk. Poderoso caballero es don Dinero. Pero ese argumento chirría. Como si Elon Musk no recibiera ya un buen dinero de la Administración Biden que subvenciona el coche eléctrico –‘que se pudran en el infierno’ -Trump dixit. El republicano se revuelve con virulencia contra el coche eléctrico asegurando sin más que subvencionará los motores de combustión mientras en paralelo declaraba la guerra a los eléctricos.

Se alude, en pos de encontrar una explicación crematística, a futuras ayudas en la carrera aeroespacial (a favor de SpaceX) en detrimento de Boeing o otras competidoras frente a la poderosa NASA. No tiene demasiado sentido. Precisamente la Agencia Aeroespacial ha adjudicado estos días un contrato  a SpaceX en detrimento de Boeing para un viaje a la Estación Espacial Internacional en 2025. No hay nada que no pudiera ofrecer una administración demócrata a SpaceX con mucha más facilidad cuando la aceptación del cambio climático –y todo lo que conlleva-  es para éstos pacífica y se asume, a su vez, que hay que sustituir progresivamente el parque automovilístico de combustión por el eléctrico.

¿Una cuestión personal?

Pero entonces ¿cómo se explica esa alianza tan estrecha?, ¿por qué Musk se ha comprometido con Trump hasta el punto de convertirlo en lo que puede incluso parecer una cuestión personal? Pues tal vez por el mismo motivo que cuando se lanzó eufórico a por la red Twitter, por una combinación de audacia, arrebato, capricho y prepotencia. O por afinidad personal. Ni que sea sobrevenida. ¿Hasta qué punto pesa el rechazo a la inmigración? Lo que ya entraría en el terreno de lo ideológico por encima de otras consideraciones. O su rechazo frontal a la influencia de ‘la cultura woke’ en la misma línea. Añadamos la gestión de su relación con un hijo trans que lo ha repudiado como padre. O, además o tal vez, porque le da simplemente la gana a Elon Musk y se lo puede permitir.

No hay una explicación enteramente lógica más allá de hechos relevantes o elucubraciones. Pese a las evidentes afinidades ideológicas entre Trump y Musk, las contradicciones también son notables. O igual, lo que  buen seguro también pesa, es que cuando se posee una fortuna estimada en 250.000 millones de dólares, el mundo y lo que acontece en él se ve de otra manera.

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