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Opinión · Dominio Público

PP Gotera y Otilio

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PP Gotera y Otilio

Si hay una frase que ha retumbado estos días de tragedia por redes sociales y tertulias, es la que la exvicepresidenta de la Generalitat Valenciana Mónica Oltra pronunció en 2016, aludiendo al Partido Popular del Paìs: "Han sido más peligrosos por incompetentes que por corruptos". Y es cierto, y de eso han dejado constancia catástrofes como la última DANA (222 muertos y 32 desaparecidos al cierre de estas líneas) o el accidente del Metro de València en 2006 (43 muertos, 47 heridos, mucha corrupción).

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Oltra tiene toda la razón: más allá del debate sobre si el Gobierno del Estado debió intervenir la Generalitat y coger el mando de la emergencia al comprobar la incompetencia, incomparecencia, abandono y retraso en la reacción ante los efectos de una gota fría sin precedentes -pero con alertas previas de la Aemet- del Govern de Carlos Mazón, la responsabilidad primera y más grave es la del poder autonómico competente en este Estado, el valenciano. Parece imposible cometer más errores, promulgar más mentiras desmentidas una y otra vez, lanzar más versiones de un mismo hecho, ocultar otros y demostrar más ignorancia en la gestión de la catástrofe que la del Gobierno valenciano, con su presidente a la cabeza. 

Desgraciadamente, la corrupción, a la larga, también es causa de este desastre. ¿Por qué tres de cada diez viviendas (más de 75.000) afectadas por esta última DANA se construyeron en zona inundable durante la burbuja inmobiliaria (en 47 municipios) pese a haber sido identificado este riesgo por la propia Generalitat y ya en 2003, cuando aprobó el Plan de Acción Territorial sobre Prevención del Riesgo de Inundación en la Comunitat Valenciana (Patricova)? Recomiendo encarecidamente el reportaje de investigación de DATADISTA sobre este asunto, que deja la gestión del PP valenciano en cueros y su avaricia corrupta recubierta de lodo.  

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Una vez más, el Partido Popular viene a demostrar que, frente a las desgracias, lo primero es salvarse ellos/as, poner a resguardo su poder, evitar responsabilidades de algún tipo como sea -mentiras incluidas- y gestionar de la peor manera posible para que todo lo anterior (poder, poder, poder) funcione coordinado. La última tragedia de la DANA solo es, desgraciadamente, una muestra más 

La gestión del hundimiento del petrolero Prestige frente a las costas gallegas (2002) fue, seguramente, el ejemplo más clamoroso de incompetencia, ignorancia y desprecio hacia los ciudadanos/as por parte del PP gallego, pero no solo, ya que José María Aznar gobernaba en Madrid y solo supo hacer el ridículo con las mentiras de su Gabinete de crisis y las explicaciones del tipo "unos hilitos de plastilina" de su portavoz (gallego, para más pitorreo) Mariano Rajoy, desplazado al lugar de la catástrofe ecológica más trágica en la historia de España para empeorar todo con sus colegas del partido en Galicia y alejar el buque mar adentro. Fue un desastre y, más allá de la devastación costera y marítima irrecuperable, la Fiscalía cifró en 4.300 millones de euros las pérdidas ocasionadas. ¿Dónde estaban los responsables del Gobierno Aznar? Como el presidente de la Xunta y fundador del PP, Manuel Fraga, el ministro de Fomento, Álvarez Cascos, se encontraba de cacería; el de Medio Ambiente, Matas, en Doñana con el de Interior, Acebes, y la de Sanidad, Pastor. ¿Y qué? Y nada, era fin de semana y las competencias eran gallegas, así que como Mazón, en las horas del inicio mortal de la DANA, Fraga estaba desaparecido, cazando mientras el Prestige se hundía. 

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Igual que la alcaldesa de Madrid Ana Botella cuando se fue a un spa de lujo a Portugal con su marido, el expresidente Aznar, y la familia durante la tragedia del Madrid Arena (2012), en la que murieron aplastadas cinco chicas en un evento cargado de irregularidades y favoritismos. "Lo primero va antes", que dice un lucense de pro, y la familia Aznar-Botella era la prioridad, con muertas o sin ellas.  

Al menos, no hicieron como en el accidente en Turquía del Yakóvlev 42 (2003), el Yak-42, que para que nadie se enterara de las ¿negligencias o algo peor? con el transporte de los integrantes de las Fuerzas Armadas, el Ministerio de Defensa del súperOpus (moral impecable, nos tratan de vender) Federico Trillo ordenó cerrar ataúdes con miembros mezclados de varios cadáveres en cada uno. Murieron 75 personas, 62 militares españoles y sus familias fueron ignoradas, amenazadas y despreciadas por los babosos exaltados de las banderas grandes (dime de qué presumes...).

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Hubo más: el accidente del Alvia en Santiago de Compostela (2013), un cierre de filas entre PP y PSOE para no llegar al fondo de la cuestión cuando fue investigado: 80 muertos, cerca de 150 heridos. El maquinista y un funcionario de Adif, culpables. Mientras, la Unión Europea (UE), su Agencia Ferroviaria, extendió la responsabilidad a varios gobiernos, o sea, a PP y PSOE: en la cerrada curva de Angrois tenía que haberse hecho un análisis de riesgo. ¿Y qué? Y nada; lo dicho: cierre de filas 

Hay más, les suenan todas: las mentiras del 11-M de 2004 del Gobierno Aznar para culpar a ETA y, más tarde, al Gobierno de Zapatero de un brutal atentado yihadista en Madrid. Las angustiosas muertes en las residencias de mayores madrileñas durante la pandemia de covid (7.291), sin posibilidad de tratamiento ni de dignidad alguna. La construcción de la línea 7B de Metro en San Fernando de Henares (Madrid), que hundió un residencial, con derribos, amenazas de hundimiento, afecciones de todo tipo y el estrés generalizado de una población a la que nadie desde el Gobierno de Ayuso da respuestas más que la inhabitabilidad y la construcción de un parque en la zona que anunció la presidenta y que cabreó aun más a quienes se quedaron sin casa por la incompetencia de los sucesivos ejecutivos de la CAM (PP).  

Hay tiempo para depurar responsabilidades, dicen desde las instituciones, con más convencimiento unas que otras... Es verdad, pero el periodismo, las hemerotecas del ídem, los hechos no se pueden callar y aquí estamos para denunciarlos y recordarlos. Son muchos, siempre demasiados. Poder, poder, poder... 

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