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Opinión · Dominio Público

Otra vez escribir del Sáhara

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Otra vez escribir del Sáhara

Otra vez escribir del Sáhara, cuando los focos mediáticos están situados en cualquier lugar menos en el Sáhara, puede sonar algo impropio. Mientras València o Letur, escribir del Sáhara puede sonar extravagante. Mientras en Washington DC se consuma un apacible traspaso de poder que tendrá como consecuencia el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, un hecho de consecuencias inevitables para el devenir de la sociedad mundial, puede parecer algo estrambótico. Mientras en Palestina se sigue perpetuando un genocidio, esta semana calificado por la organización Human Rights Watch como una "limpieza étnica", escribir del Sáhara puede asemejarse a un capricho... Pero no es así.

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Escribir del Sáhara hoy tiene sentido porque, como todos los años, miles de personas volverán a recorrer las calles de Madrid denunciando que un 14 de noviembre de 1975 se firmaban, precisamente en Madrid, unos acuerdos tripartitos por los cuales se intentó ceder la soberanía del Sáhara Occidental a Marruecos y Mauritania. Unos acuerdos que han sido calificados como ilegales por cualquier instancia judicial internacional en el recorrido de este casi medio siglo que ha sucedido desde entonces. Medio siglo en el que el pueblo saharaui ha sido condenado al exilio o a la ocupación, a las violaciones de los derechos humanos más elementales (desapariciones forzosas, asesinatos, violaciones, encarcelamientos arbitrarios, hambrunas, apartheid, violaciones a mujeres, negación del derecho a la educación o a la sanidad...) y al olvido. Porque aquellos acuerdos son ilegales, hoy España sigue siendo la potencia administradora de este proceso de descolonización.

Escribir del Sáhara hoy tiene sentido, es más, es una obligación, porque el presidente del Gobierno actual, Pedro Sánchez, hace ya más de tres años y medio, decidió de manera unilateral, a espaldas del Parlamento, reconocer en una carta enviada al rey de Marruecos, Mohamed VI, la marroquinidad del Sáhara. Y esto se ha normalizado con la izquierda alternativa, primero Unidas Podemos y después Sumar, en la coalición gubernamental. Y el Sáhara no es Marruecos, en eso está de acuerdo toda instancia internacional.

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Escribir del Sáhara hoy es, por tanto, un imperativo porque, de mantenernos en silencio, estaríamos validando una falsa diplomacia de acuerdos de salón que reduciría el Derecho Internacional, ese valor tan preciado del que nos dotamos después de la catástrofe, cuando la humanidad se dio cuenta de que sin un árbitro imparcial respetado por todo el mundo, estamos destinados a la guerra y el exterminio.

Escribir del Sáhara hoy es imprescindible porque hace tan solo unas semanas el Tribunal de Justicia de la Unión Europea tumbaba los acuerdos de pesca de la UE con Marruecos, precisamente porque estos incluían las aguas del Sáhara Occidental. La sentencia volvía a aclarar que el Sáhara Occidental y Marruecos son dos entes independientes. Y, desde entonces, las manipulaciones torticeras se han encaminado a perpetuar esos acuerdos bajo manga, a seguir expoliando los recursos naturales que pertenecen al pueblo saharaui, cuyo legítimo representante ante la comunidad internacional es el Frente Polisario. Es con él con quien hay que negociar cualquier compraventa que incumba a los bienes de este pueblo.

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Escribir hoy del Sáhara es urgente porque vuelve a gobernar la primera potencia mundial Donald Trump, quien marchó de su anterior mandato al frente de la Casa Blanca, poco antes de incendiar el Capitolio, reconociendo a través de un tuit que el Sáhara es Marruecos. Como repetimos, esto es ajeno a la legalidad internacional y en negarnos a asumirlo está en juego el propio sistema de contrapoderes del mundo. Ahora que vuelve Trump, habrá que escribir más del Sáhara si cabe, porque las tentaciones espurias de acordar con el monarca alauí desde el otro lado del Atlántico están a la vuelta de la esquina.

Escribir hoy del Sáhara, precisamente hoy que vemos Paiporta anegada, tiene sentido para recordar que hay un pueblo al que le entra la arena y el barro a diario en sus casas, sus resistentes haimas, para llenarlas de desolación. Escribir hoy del Sáhara, con el genocidio en Gaza en marcha, es necesario porque lo que ocurre en Oriente Próximo, en Oriente Medio, no está garantizado que no se pueda repetir en otras longitudes geográficas. Porque la guerra llegó a la antigua provincia española hace décadas, aunque hayamos mirado, cómplices, para otro lado. Porque quién sabe cuántos genocidios hay en marcha.

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