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“Hay que formar una sociedad que no piense que el maltrato es normal”

Diego Lerman firma 'Refugiado', un gran thriller sobre la violencia de género, con el que ha trascendido las fronteras del cine y que ha abierto en su país un necesario debate. Julieta Díaz y el niño Sebastián Molinaro son los protagonistas. El personaje del agresor no tiene rostro

Imagen de la película 'Refugiado', de Diego Lerman

BEGOÑA PIÑA

MADRID.- El cineasta argentino Diego Lerman sufrió una conmoción, “un shock de realidad”, el día que llegó a su productora y se encontró allí a la Policía, rastros de sangre en la puerta, cámaras de televisión…

Un hombre se había disfrazado de viejo y había disparado a su exmujer delante de sus propios hijos. Del horror nació Refugiado, una película sobre el maltrato de género, elegantísimo thriller heredero del mejor suspense hitchconiano que ha conseguido, además, trascender las fronteras del arte. En Argentina ha llegado a la Corte Suprema de Justicia, donde se ha abierto un debate necesario sobre este trágico problema.

“La violencia de género en Argentina es un genocidio diario”, dice el cineasta, que pregunta cuál es la situación en nuestro país. Seis mujeres asesinadas en los dos primeros meses de este año; 59, en 2014. En España, la película —que está protagonizada por Julieta Díaz y el niño Sebastián Molinaro— llega a las salas esta semana, en que se celebra el Día Internacional de la Mujer. “Hay que formar una sociedad que no piense que el maltrato es normal”, sentencia el cineasta, que consigue con Refugiado conmover al espectador sin lanzar ni un solo golpe bajo, sin chantajes emocionales y sensibleros, y con una alta calidad cinematográfica.

Por lo que cuenta, podría decirse que esta película le buscó a usted.
Sí, la película me buscó a mí. El punto de partida se me impuso desde la realidad. Seguí aquel caso puntual. La mujer sobrevivió a los disparos y el hombre está encarcelado con una pena de 14 años. Pero, ¿cuándo salga…? Después de aquello, comencé a investigar. En Argentina esta violencia es una cosa que sucede a diario. Por otro lado, yo tengo dos hijos, uno de siete años y una niña de cuatro. Y ahora estoy fascinado por la adaptación de mis hijos, viendo cómo empiezan a vivir en sociedad. En medio de esta fascinación sucedió la agresión, y de ese cruce nació el deseo de querer contar la historia desde la mirada de un niño. Él sufre la conmoción, igual que la sufrí yo cuando pensé en ese hombre disfrazado en medio de la calle para disparar delante de sus hijos. Es muy siniestro.

Podía haber rodado una tragedia, pero ha apostado por el suspense, ¿cómo llegó hasta esa decisión?
La dificultad para mí era encontrar el tono y la pregunta era hasta dónde debía explicitar el tema. Finalmente todo se decidió de una forma intuitiva, porque esta ha sido una película muy viva y nada teórica. Quería involucrarme con las sensaciones y generarlas. Solo tenía claras algunas cosas, por ejemplo, que la película no debía cerrarse. No quiero que la gente salga tranquila del cine, porque este es un problema latente, es una ficción que no es ficción. Las estadísticas hablan y eso que hay muchos casos que no se declaran. Ahí está la violencia psicológica, que es muy dañina, no se denuncia y no contabiliza, pero hay mujeres que terminan suicidándose. Pero, por otro lado, esta es una película, y yo aposté por introducir elementos de suspense, por pensar en ella desde la lógica cinematográfica. Quería generar una película viva.

Laura, su personaje femenino, es una víctima, pero no solo es eso…
Creo que se consigue una identificación inmediata con ella. Es una víctima, pero no solo es eso, hay más complejidad, porque con la película también quería hablar de la disolución de una familia. En los refugios, conocí mujeres que volvían con sus maridos, no querían romper la familia.

¿La mirada del niño le permite no juzgar a los personajes?
Sí. Y la intención, desde luego, era esa, no juzgar a las mujeres. No juzgarlas nunca, tampoco cuando piensan en volver con sus maridos que las maltratan. Hay que entender muchas cosas, la mayoría de estas mujeres no tienen dónde ir, no tienen dinero… como la protagonista de la película que, además, está embarazada. No se juzga. La mirada es la del niño.

'Refugiado', de Diego Lermas

 

¿Y su mirada, la del director, dónde está en la película?
Es que en el fondo yo también soy una especie de refugiado, aunque por otros motivos, por la dictadura militar, pero al rodar, me sentía muy cerca del nene. Un niño sigue con su vida, juega, busca amigos… también en situaciones terribles. Representan lo vital y eso ayuda a poner un pie en el drama y otro fuera.

Volviendo a los casos reales que conoció, ¿cómo fue ese trabajo?
Las mujeres que aparecen en el refugio en la película, pasaron por esta situación. Ellas están en peligro concreto. Un día en un refugio de Buenos Aires, entré y las mujeres estaban comiendo y miraban un televisor, estaban viendo un programa especial que hablaba sobre los últimos casos de violencia de género que se habían producido. La escena era escalofriante. Mujeres con vendas, heridas, con escayolas, los niños alrededor. Lo que yo vi fue un campo de refugiados, con la muerte latente, con algunas mujeres llorando. Estaban viendo su propia historia. Esta película es una propuesta de ida y vuelta. Yo necesitaba ayuda y asesoramiento, pero también quería que para esas mujeres de los refugios que me ayudaron ésta fuera una experiencia y que pudiera ser utilizada por la gente que trabaja con esta temática.

¿Se ha cumplido su objetivo? ¿Ha sido útil su película?
Sí. Hicimos proyecciones a jueces, ONG, fundaciones…, recibimos apoyo de la ONU, UNICEF…, en la Corte Suprema de Justicia se ha abierto un interesante debate sobre el tema, también sobre el trabajo que se hace con esos niños… Hicimos seminarios con mujeres de los refugios y algunas actrices que llevé yo y se armó una tremenda, aquellas mujeres terminaron escuchando casos sufridos por algunas de las actrices… Y es que el maltrato sigue siendo una especie de tema tabú, un tema en el que de la puerta para dentro de las casas nadie se mete.

Los gobiernos suelen dirigir los recursos a las víctimas, pero ¿cree que tratan el tema de fondo?
No. Es un problema de raigambre sociocultural. Y es verdad que se previene lo inmediato, se atiende a las víctimas y se dictan castigos, pero hace falta un trabajo más profundo. Hay que prevenir, educar y formar para no llegar al momento de la agresión. Hay que formar una sociedad en la que no se piense que el maltrato es normal. La idea debe ser que no podemos agredirnos y eso es algo que es educación pura. Sin embargo, es una cuestión mucho más compleja, algo que no solo se aprende en la escuela.

¿Quiere decir que, además de en la Educación, se necesita también otro cambio?
Sí. Lo llamativo del tema es que en Argentina, como en España y en el resto de países del mundo, es un problema interclasista. Así que no es un problema solo de gente que no va a la escuela, porque sucede entre quienes van a escuelas elitistas. Hay algo social más intrincado y para que haya una variación, se necesita un profundo cambio en la sociedad.

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