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Un profesor llamado Tarkovski

La editorial Errata Naturae publica 'Atrapad la vida. Lecciones de cine para escultores del tiempo', libro de referencia para la reflexión fílmica a caballo entre la rabia, la obsesión y la esperanza.

El director ruso Andréi Tarkovski

Empecemos por el final. Cuando el autor de Nostalgia escribe aquello de: “Estoy convencido que la creación de una obra de arte tiene sentido”. La frase vuela alto entre el anhelo y la creencia, a tientas pero sin perder de vista el deber de todo creador, a saber: el compromiso con la búsqueda. Una búsqueda que en el caso de Andréi Tarkovski seguía el rastro esquivo de la verdad en el cine, y para ello, para encauzar la batida, escribió en su día el ensayo Esculpir el tiempo (y no en el tiempo, como reza su traducción más difundida), libro de referencia para la reflexión fílmica que ahora en Atrapad la vida. Lecciones de cine para escultores del tiempo Errata naturae reedita sacándole lustre y acompañándolo de lo que se considera su germen, compendio que reúne los apuntes que el cineasta preparó y utilizó para la clases de especialización postuniversitaria impartidas en la Goskino (Comisión Cinematográfica del Estado Soviético).

errata naturae

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“El cine es una dedicación moral y no una dedicación profesional”, sentencia el profesor Tarkovski, que no duda en evidenciar el principio del fin: “El cine se vio forzado a desviar su camino, envuelto en intereses mezquinos y lucrativos”. Un punto de inflexión y una degeneración en el arte de filmar que el autor sitúa casi desde su nacimiento, cuando los hermanos Lumière tuvieron a bien rodar Llegada de un tren a la estación de La Ciotat. Un comienzo prometedor que no tardó en irse al garete a base de adaptaciones literarias y teatrales. “Deberíamos ser conscientes de cómo, aún hoy, estamos pagando las tristes consecuencias de aquel equívoco”, se ofusca sobre la tarima. Y es que, para el ruso, si algo se había pergeñado con aquel artilugio era la capacidad del ser humano para fijar el tiempo, y esto –sobra decir– es un tema muy serio.

Así las cosas, lo que importa es el tiempo. A él y a su preeminencia en lo que debería ser la esencia del cine dedica el director las mejores páginas de este libro. “Una imagen sólo será cinematográfica si conservamos la condición indispensable de que no sólo ella viva en el tiempo, sino que también el tiempo viva en ella”. Una obsesión, la de conseguir que tiempo y vida habiten cada imagen, que recorre su obra y su reflexión cinéfila.

Un arte para empoderar

Atrapad la vida es también un ajuste de cuentas, sutil revancha de quien tuvo que hacer frente a la férrea censura soviética —“el artista siempre es un desastre natural para el Estado”—, pero también de quien nunca terminó de encajar en la mirada de sus coetáneos —“no hay nada más desolador y superficial que los desarrollos psicológicos de buena parte del cine contemporáneo”—. Una forma de entender el cine que Tarkovski combatió a sabiendas que tenía las de perder: “Por intentar hacer películas que puedan ser comprendidas al vuelo por el público, le infligimos un daño espantoso…”.

Quizá lo mejor, o al menos sí lo más emotivo, llega cuando el profesor se baja de la tarima y confiesa sus filias. Bergman, Fellini, Buñuel, Cassavetes, Godard y, muy especialmente, Bresson, desfilan por este ensayo como paradigma de esa voz propia que le da sentido a todo y de la que, cómo no, también alertó a sus pupilos: “Hay un único camino para alcanzar el corazón del espectador: vuestra propia lengua, sin temer una interpretación o una asimilación inexactas de la película”.

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