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El Padrino Coppola o el triunfo de la voluntad

‘El Padrino’, una de las mejores películas de todos los tiempos, vuelve a la pantalla grande. Francis Ford Coppola firmó tres horas de cine prodigioso, para el que su talento y su formidable tesón fueron pilares esenciales.

'El Padrino'

Francis Ford Coppola estaba en el baño de los estudios de Paramount Pictures, encerrado en uno de los cubículos, cuando escuchó a los grandes jefes ponerle a caldo y planear cómo iban a sustituirle por un director ‘competente’ que pudiera sacar adelante ‘esa’ película sin más retrasos y con un poco de ‘acción’. La película era El Padrino y a Coppola le habían contratado como parte de una operación de marketing, querían a un italoamericano para una historia de la mafia.

Afortunadamente, aquellos ‘visionarios’ del cine no se salieron con la suya y Coppola, un treintañero entusiasta y con una perseverancia inusual, terminó —eso sí, después de sortear otras cuatro amenazas de despido más— una de las películas más extraordinarias de la historia del cine. Y ¡hay tantas razones por las que El Padrino es extraordinaria! Y cualquiera de ellas es producto de esa colosal tenacidad de Coppola, la misma demencial determinación que le llevó hasta el final de Apocalypse Now después de dos años de rodaje. Cuando el cineasta de Detroit escuchó que iban a echarle, se encerró con su hermana Talia Shire y uno de sus propios hijos a ensayar la escena en que Connie, la hija de Vito Corleone, recibía una brutal paliza de su marido, Carlo Rizzi. El niño perseguía a su tía —los dos ya agotados— con una correa por la casa de Coppola, mientras éste apuntaba movimientos y ensayaba tiros de cámara intentando definir la coreografía. Hasta que no estuvo satisfecho no paró, pero la escena, por supuesto, convenció a los mandamases.

"Por encima de mi cadáver" / El reparto

“¿Brando? ¿Pacino? Por encima de mi cadáver”. Una vez más la obstinación de Coppola venció. Los estudios no querían en el reparto ni a Marlon Brando ni a Al Pacino. El primero les había dado problemas antes y ellos justificaban su negativa aduciendo que “no tenía buena dicción”. Llegaron a prohibir a Coppola que mencionara su nombre. El segundo era un “principiante que no estaba a la altura de las circunstancias”.

El cineasta de Detroit volvió a recurrir a una de sus tretas. Adelantó la hora de rodaje de la escena en que Michael Corleone dispara al capitán de policía y al jefe de la familia Sollozo para enseñarla a los estudios. Cuando la vieron, no tuvieron más remedio que darle la razón. En cuanto a Brando, Coppola solucionó el asunto convenciendo al actor de que firmara una cláusula en su contrato por la que se comprometía a cumplir todos los días de rodaje, a no cometer excentricidades y a cobrar al final del trabajo. Más difícil, consiguió que hiciera una prueba, algo a lo que jamás se sometía.

James Caan, Robert Duvall, John Cazale, Richard S. Castellano, Diane Keaton, Sterling Hayden… El reparto es uno de los elementos que hace extraordinaria la película. Cada uno de los intérpretes obró el milagro de crear un alma para su personaje. Allí había de todo, el actor más grande del mundo escuchando al oído la petición de Luca Brasi, interpretado por el debutante Lenny Montana, un gigante de 150 kilos que recitaba en voz baja su parlamento una y otra vez muerto de miedo sin saber que Coppola decidió rodarle en ese estado y emplearlo después en la película. Luego, cuando se encontró cara a cara con Brando tuvo que soltar su frase mientras veía pegado en la frente del actor un cartel que le aseguraba que la iba a pifiar.

'El Padrino'

'El Padrino'

"Debo doce de los grandes" / La historia

Mario Puzzo lo desmintió, pero el legendario productor Robert Evans contó a Peter Biskind para su libro Moteros tranquilos, toros salvajes, que el escritor apareció en un despacho desesperado porque le comprara la historia de la mafia que había escrito. “Debo doce de los grandes. Si no los consigo, me partirán un brazo”. Salió de allí con 12.500 dólares que se convirtieron en un millón cuando publicó la novela y Paramount compró los derechos. Este obeso aficionado a los puros hizo muy buenas migas con Coppola, que ha confesado posteriormente que aquel libro “era todo lo que yo trataba de evitar”.

El vínculo entre los dos se estrechó y, una vez más el empeño del cineasta se impuso. Se negó a cortar escenas que no le gustaban al estudio, trabajó obsesivamente en el guion y cerró con Puzzo esta sensacional historia. La humanidad de los personajes, la autenticidad de los capos y soldados de la mafia —no en vano, el autor era de los Puzzo napolitanos—, diálogos legendarios, insuperables, la verdadera presencia del poder de la familia, la esencia italiana, la acción, el suspense, el drama y, por supuesto, esa prodigiosa manera de trasladar la tragedia a la nueva América abonaron esta obra maestra.

'El Padrino'

'El Padrino'

'El vals del Padrino' / La música

La apuesta de Paramount para la banda sonora de El Padrino era Henry Mancini, pero Coppola tenía firmemente decidido que el compositor debía ser Nino Rota, cómplice prodigioso de Fellini. Y una vez más se salió con la suya. La música que creó el italiano fue mucho más lejos de lo imaginado. El Vals de El Padrino es la melancolía y también la violencia y el miedo, está dentro de la película, no la acompaña. Romántica, triste o siniestra, está en los tiroteos, en las escenas familiares… Y en los pasillos del hospital, donde Rota intercaló al piano estas notas con las del Tema de Michael y alcanzó uno de los momentos cumbre del cine. Inseparable la grandeza de la película de su música. El padre de Coppola, que participó en la música de las dos siguientes películas, aparece en ésta tocando el piano en el montaje de las masacres de Sony.

Los ojos de Vito Corleone / Tavoularis y Willis

Francis Ford Coppola apostó en contra de los deseos de los estudios por rodar en exteriores, por sacar su película de los platós. Ello le costó otras amenazas de despido, ralentizar el rodaje y aumentar el presupuesto, pero conquistó una verdad y una belleza que hubieran sido imposibles, especialmente en las secuencias rodadas en Sicilia. El Padrino es una obra maestra por todo lo mencionado y por muchas cosas más, entre las que sin ninguna duda se encuentra el prodigioso trabajo de dirección artística que hizo Dean Tavoularis, el hombre que nunca falla.

Y con él y con Coppola, la fotografía, las luces y las sombras, de ‘el príncipe de las tinieblas’, Gordon Willis. Uno de los gigantes de la fotografía del cine, recibió airadas críticas cuando se estrenó El Padrino porque no se le veían los ojos a Marlon Brandon —dos cuencas negras—. “Muchas veces oculté sus ojos a propósito porque eso acentuaba el misterio de un personaje del que en realidad nunca sabemos en qué está pensando”, explicó años después el artista, que justificó sus geniales aportaciones al cine diciendo que él “solo imaginaba las cosas de otra manera, me gustaban así, no quería provocar a nadie”.

'El Padrino'

'El Padrino'

Lo que bien empieza, bien acaba

Dicen que lo que bien empieza, bien acaba. Francis Ford Coppola, siguiendo las indicaciones de Billy Wilder que decía que el comienzo de una película debía sorprender al público, arrancó El Padrino con la pantalla en negro y con un debutante, el siciliano Salvatore Corsito, que iba surgiendo de esa oscuridad. “Creo en América. América hizo mi fortuna”. Y relata cómo dos jóvenes maltrataron a su hija y el juez les dejó en libertad. Marlon Brando acariciando con una serenidad inquietante a su gato en la penumbra. “Tu paraíso era América… no me necesitabas… Bonasera, Bonasera, ¿qué he hecho para que me trates con tan poco respeto?... Algún día, y ese día puede que no llegue, acudiré a ti y tendrás que servirme”.

En los cinco primeros minutos Coppola había presentado a Vito Corleone, había explicado cómo funcionaba la ‘familia’, había pisoteado la utopía del sueño americano y había impactado con ese Brando portentoso. El Padrino es extraordinaria también porque la conmoción de ese inicio no decae en las casi tres horas que dura la película, que se cierra con una mentira y una puerta. Kay exige a su marido, Michael, que le diga si es verdad que ha matado a su cuñado. “Mike ¿es cierto?” ¿No te metas en mis asuntos Kay, no vuelvas a preguntar. ¡Basta! Está bien. Es la última vez, la última que te permito hacerme esa pregunta. No”. Mientras ella sale a servir unas bebidas, todo en su mundo ha cambiado. Al otro lado de la puerta, a Michael le abrazan sus hombres y le besan la mano. “Don Corleone”. Y cierran la puerta. Ha nacido un nuevo Padrino.

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