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HBO ‘El Padrino de Harlem’ deconstruye al hombre que hay detrás del mafioso

HBO estrena esta nueva serie dividida en diez episodios basada en la historia real de Bumpy Johnson, un gánster americano que operó hasta los años sesenta en la ciudad de Nueva York.

'El Padrino de Harlem', la nueva ficción de HBO. / HBO

Mafiosos afroamericanos e italioamericanos enfrentados por el control del tráfico de heroína y los dominios de Harlem en la Nueva York de los años sesenta. Violencia, venganza, amenazas, egos enfrentados, policías corruptos y, de fondo, la lucha por los derechos civiles. Una historia basada en hechos reales en la que parte del equipo de los creadores de Narcos, Chris Brancato y Paul Eckstein, se mete de lleno para llevar a la pantalla una de gánsteres que respeta las normas del género.

El protagonista de El padrino de Harlem, quien da título a esta nueva producción de Epix que en España llega de la mano de HBO, es Bumpy Johnson. Un personaje que en American Gangster interpretó Clarence Williams III y que en este salto atrás en el tiempo con respecto a la historia narrada por Ridley Scott es un Forest Whitaker más que convincente desde la primera escena. La acción arranca en marzo de 1963 con Johnson recién salido de la prisión de Alcatraz tras pasar allí lo últimos 11 años de su vida.

En su ausencia, Nueva York ha cambiado mucho. En especial su barrio, Harlem, donde antes él era dueño y señor y ahora los clanes italianos se han hecho fuertes en el negocio de la droga. Sin casi tiempo para adaptarse a los nuevos tiempos, este padre de familia con tendencias violentas es arrojado de nuevo a las calles y a un ambiente en el que no se tolera la debilidad. La escena de su llegada al piso de lujo en el que viven su mujer, su hija y ahora también él con medio barrio aguardando su llegada para pedirle favores es una muestra de lo que significa ser ‘el padrino’. Eso que ya contó tan bien Francis Ford Coppola.

Como buena serie ambientada en el mundo de la mafia, El padrino de Harlem da todo lo que se puede esperar de ella 

Como buena serie ambientada en el mundo de la mafia, El padrino de Harlem da todo lo que se puede esperar de ella y algo más según se aprecia en sus dos primeros episodios. Como esos planos visuales casi perfectos que hablan por sí solos y esas escenas musicales, que no son muchas pero están bien escogidas. Tanto que le dan cierto sello. Otro de sus atractivos y que contribuye a ensalzar su poder visual son los escenarios, una ciudad muy fotogénica, Nueva York, y un barrio muy cinematográfico, Harlem. La trastienda de la carnicería, la cafetería, el piso, la azotea…

El poder de la dualidad y la oposición

Con todo eso como ‘aderezo’ o envoltorio, lo que más atrapa es la dualidad que captura y explota y que va más allá de la rivalidad entre negros e italianos. El padrino de Harlem funciona por oposición. La que encara una y otra vez a Johnson con su enemigo más acérrimo, Chin. Una enemistad que tiene a Whitaker a un lado y al otro a un Vincent D’Onofrio mucho menos sádico que su Wilson Fisk de Daredevil, pero igual de temible. Dos hombres, dos egos y dos padrinos que compiten por un mismo pedazo del pastel en un juego peligroso en el que solo puede ganar uno.

Ambos, además, padres. Lo cual hace que esa dualidad mencionada al comienzo se manifieste en ellos mismos por separado y no solo por contraposición de sus personajes. Especialmente en el caso de Bumpy Johnson, que muestra un lado afable y templado con su familia mientras no duda en rebanar cuellos con su navaja cuando alguien no acepta su propuesta. En los dos primeros episodios, la paternidad de Chin es algo distinta. Puede que porque responda al cliché de padre italiano de los sesenta o puede que se deba a que su hija no es una niña, sino una adulta que, para más inri, ha desafiado el orden establecido enamorándose de alguien con un color de piel distinto.

El duelo entre estos dos jefes supone el grueso de El padrino de Harlem, pero no es el único. Interesante resulta también el que protagonizan Malcolm X y Clayton Powell Jr. Uno como uno de los rostros más populares y activos de la Nación del Islam en la época; un activista histórico en la lucha por los derechos civiles de la comunidad negra y con unos métodos muy distintos a los de su opuesto, congresista con una red de contactos poderosos y pastor bautista.

El primero interpretado por Nigel Thatch. Como curiosidad, al igual que ha ocurrido recientemente con Damon Herriman dando vida por partida doble a Charles Manson en Mindhunter y Érase una vez en Hollywood, esta no es la primera vez que Thatch se enfrenta al papel de Malcolm X. Ya lo fue en la Selma de Ava DuVernay. Por su parte, el pastor es Giancarlo Esposito (Breaking Bad, Better Call Saul.

La serie también cuenta con un enfrentamiento histórico entre Malcom X y Clayton Power Jr.

Ambos personajes resultan clave en la parte más social de esta historia basada en hechos reales que se toma sus licencias dramáticas para convertir una época convulsa en Harlem en una serie de mafiosos al uso. Chris Brancato y Paul Eckstein logran plasmar la esencia del género, cuentan con un guion mucho más poderoso y sólido que el de Narcos y con un reparto más solvente. La de Pablo Escobar nunca fue una serie redonda, aunque enganchaba gracias al carisma de Walter Moura y Pedro Pascal y a la capacidad de los guionistas para dar frases susceptibles de convertirse en memes.

El poder de las redes sociales es lo que tiene. De esas hay, con un texto mucho mejor armado, un buen puñado también en esta. Aunque quizá no destaquen tanto. “Tengo armas”, le dice Bumpy Jonhson a Malcolm X. “Yo tengo soldados”, le responde este. El equipo perfecto. Aunque cada uno vea la heroína desde un de vista muy distinto. Para uno es un negocio que le hace ser tan poderoso como lo es. Para otro, un enemigo a batir que está destruyendo a sus hermanos.

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