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La 'dedocracia' se instala en los centros culturales de Madrid

Tras la destitución inmediata de Isla Aguilar y Miguel Oyarzun del Centro Cultural Conde Duque y el nombramiento a dedo de Natalia Álvarez-Simó, se abre de nuevo el debate sobre la designación directa en los contenedores culturales de Madrid.

Levy, Menéndez y Almeida, en el Teatro Español.- EFE

Isla Aguilar y Miguel Oyarzun, destituidos de forma inmediata el pasado viernes como directores del Centro Cultural Conde Duque, no son los primeros ni probablemente serán los últimos. El vaivén de cargos públicos no cesa y, siguiendo el compás de la inestabilidad política, va dejando a su paso un reguero de purgas, ceses y nombramientos discrecionales. Un modus operandi que, como denunciaban en un comunicado los últimos en caer, “pone a los profesionales del sector en una situación muy delicada, obligándole a entrar en el juego de la injerencia política”.

El nuevo modelo de política cultural por el que abogan en la capital tanto Ciudadanos como el Partido Popular parece haber optado por la designación directa o, dicho menos finamente, por el dedazo. Atrás quedaron los tiempos en los que eran los méritos y el jurado los encargados de seleccionar a los programadores culturales encargados de comandar los centros más grandes de la ciudad. “Desde nuestro sector debemos fomentar el respeto y la independencia de la Cultura sin entrar en clientelismo, ni en la intromisión partidista en las tareas artísticas”, remataban Aguilar y Oyarzun en su comunicado de despedida del Centro Cultural Conde Duque.

La nueva dirección recae ahora a dedo en la figura de Natalia Álvarez-Simó, quien a su vez fue destituida de forma unilateral de los Teatros del Canal hace apenas cuatro meses por la Consejera de Cultura y Turismo de la Comunidad de Madrid, Mara Rivera de la Cruz (Cs). Y en esa caprichosa coreografía en la que unos caen y otros regresan, cabría añadir recientes nombramientos, efectuados cómo no a dedo, por parte de la coalición de PP y Cs que gobierna el Ayuntamiento de Madrid.

Hablamos, por ejemplo, de la decisión el pasado septiembre de incorporar como nueva directora del Teatro Español a la dramaturga Natalia Menéndez (Madrid, 52 años), relevo de Carme Portaceli, elegida por concurso público en septiembre de 2016 junto a Mateo Feijóo para dirigir el Teatro Español y las Naves del Matadero, respectivamente. Ahora, y por decisión del Ayuntamiento, ambos espacios serán fusionados de nuevo, en el que será, tal y como apunta la delegada de Cultura, Andrea Levy, "uno de los grandes proyectos culturales del Ayuntamiento para esta legislatura".

Con esta reunificación de escenarios, Levy pretende “facilitar que el teatro de texto regrese a Matadero”. Para ello cuenta con Menéndez, nueva responsable no sólo del teatro situado en la plaza Santa Ana, sino también de las Naves de Matadero. La discrecionalidad de la que hizo gala Levy en el nombramiento fue en su día duramente criticada por Rita Maestre, portavoz de Más Madrid en los siguientes términos: "Almeida acaba de anunciar el fin de los concursos públicos en la elección de los directores artísticos. Vuelven los nombramientos digitales a los teatros públicos y los contenedores culturales de Madrid".

Se puede cesar a un gestor por decisiones políticas pero también se le puede vaciar de responsabilidades. Algo así le sucedió a Soledad Gutiérrez, la que fuera directora de CentroCentro hasta el pasado 6 de noviembre, fecha en la que decidió dejar el cargo tras llegar a un acuerdo con el Ayuntamiento. Una decisión que se producía después de que se le ofreciera seguir en el cargo pero sin capacidad para programar. Gutiérrez, que accedió al puesto en febrero de 2018, lo hizo a través de un concurso público puesto en marcha por el Ayuntamiento para dirigir los grandes centros municipales –Matadero, Conde Duque, Teatro Fernán Gómez-Centro Cultural de la Villa, Teatro Circo Price y Medialab Prado–.

Y tras el relevo urdido en CentroCentro le llegaba la hora a Ignacio Marín, director del Teatro Fernando Fernán Gómez. La elegida, también a dedo, era la dramaturga Laila Ripoll, pasando Marín a desempeñar el cargo de director musical. Una sucesión que se producía, de nuevo, de forma discrecional alegando que se busca “reforzar este espacio emblemático de la ciudad para que vuelva a acoger teatro de repertorio y que, también apoye la dramaturgia contemporánea”.

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