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¿Pero quién diablos es Ángel Stanich?

Misterioso, bohemio, "políticamente incorrecto"... el músico santanderino alimenta su fama de maldito con una imagen resultado de mezclar a Jesucristo con Ara Malikian y con decisiones como la de no conceder entrevistas a la prensa.

Ángel Stanich, el músico misterioso

YERAY CALVO

MADRID.- ¿Quién diablos es Ángel Stanich? Esta es la pregunta que encabeza la biografía de su página web, y parece bastante acertada. Su discográfica se encarga de definirlo como "el más flagrante enigma del pop español" y uno siente intriga por descubrir quién se esconde detrás de este personaje. Su imagen parece el resultado de mezclar a Jesucristo con Ara Malikian. Pelo rizado, largo, salvaje, y barba frondosa, una delgada línea entre el hípster de turno y el bohemio de corazón. Es cierto, lo importante no son las pintas que lleve el cantante sino el peso de sus canciones, pero su carta de presentación más primaria, su imagen, se convierte automáticamente en la metáfora ambulante perfecta para su música, en un gran eslogan multiventas: 'estamos ante alguien diferente', reza la pancarta.

Algunos ya se han apresurado en situarlo en la órbita de algunos referentes de nuestro país. Resulta inevitable la comparación con Quique González, algunos dejes en sus canciones lo descubren. Nada obvio, pero sí deslizado. Además, comparten un imaginario de palabras y expresiones que te transportan, en píldoras de cuatro minutos, a un plano secuencia de una película americana. Los críticos citan también a Albert Pla, esta vez no tanto por lo musical, sino por la referencia que supone la portentosa personalidad del cantautor catalán y por su coqueteo con el surrealismo.

Uno se salta los previos, empieza a escuchar a Stanich y descubre en cuestión de segundos que es un tipo al que llegarás a odiar o amar: su voz, con timbres agudos, algo comprimida, no es apta para amantes de los edulcorantes. Si superas el muro de la voz, para algunos incómoda, descubres canciones que huelen a nuevo en España, influencias de folk rock aún por explorar. Temas como Outsider o Metralleta Joe -su principal éxito-, que sonaron hace días ante una abarrotada Joy Eslava, lo corroboran. Entre el público, ilustres como Pancho Varona, mano derecha de Joaquín Sabina y fan confeso de músicos como Quique González: los círculos se cierran. Con apenas 24 años, este santanderino ha gozado de una progresión meteórica desde el momento en el que, sin apenas tener un disco en la calle, ya hablaban de él.


Es muy probable que su fama de misterioso, de políticamente incorrecto y bohemio, le haya podido ayudar en tal fulgurante progresión. Una imagen que el propio músico alimenta al no conceder entrevistas a la prensa y mantenerse al margen de ciertos protocolos sagrados de la industria musical. Una fama que su sello y equipo difunde en una calidoscópica realidad que mezcla vidrios reales con reflejos de otros que no existen. A veces, en la vida real, es complicado diferenciar una bonita mentira de la verdad, pero bendita mentira -en el caso de que lo fuera- si sirve para descubrir un buen puñado de canciones, un puñado de buenas canciones. No obstante, ¿que no es la música sino una fantástica mentira?

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