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Joe Sacco y el genocidio cultural de todo un pueblo

El reconocido periodista gráfico aborda en 'Un tributo a la tierra' el impacto de la explotación y el cambio climático sobre las vidas de la comunidad indígena del noroeste de Canadá.

'Un tributo a la tierra', de Joe Sacco.- RESERVOIR GRÁFICA
'Un tributo a la tierra', de Joe Sacco.- RESERVOIR GRÁFICA

Han pasado siete años de La Gran Guerra, la que hasta la fecha era la última obra de un tipo único en el cómic, capaz como pocos de hibridar la crónica periodística con la historieta sin restarle un ápice de verdad. Joe Sacco regresa ahora con Un tributo a la tierra (Reservoir Books), un libro con el que ha vuelto a la investigación de campo, conociendo de primera mano el día a día de los denes, indígenas del noroeste canadiense, y su particular vinculación con la tierra.

Tras reflejar el horror de las guerras en reportajes ilustrados sobre los conflictos armados en Palestina y Bosnia, Sacco entendió que se debía un respiro. Quizá por ello decidió aceptar una invitación recibida tiempo atrás para visitar una comunidad indígena en Canadá. Le atraía la posibilidad de cambiar campos minados por espacios abiertos, lugares en los que la naturaleza evidenciara con su inmensidad el lugar que nos corresponde. 

Y sobra decir que no es muy grande. Los vastos paisajes del noroeste de Canadá son una cura de humildad para los desmanes del hombre moderno. Así lo refleja Sacco en su última obra, consciente de que la riqueza de sus tierras ha supuesto, a la postre, su maldición, una maldición auspiciada por la voracidad capitalista. La abundancia en recursos minerales (petróleo, gas y diamantes) dio paso a una intensa sobrexplotación que terminó por desfigurar para siempre una orografía maltrecha por el abuso del hombre.

Dos páginas de 'Un tributo a la tierra' de Joe Sacco.- RESERVOIR BOOKS
Dos páginas de 'Un tributo a la tierra' de Joe Sacco.- RESERVOIR BOOKS

Con la minería llegaron las inversiones y el trabajo, pero también la tala de bosques, el fracking, los vertidos tóxicos y los oleoductos. La degradación no sólo afectó al paisaje, también zarandeó un buen puñado de vidas, la de sus habitantes originales, cuya forma de vida tradicional quedó deformada para siempre, lo que se tradujo, en muchos casos, en problemas con el alcohol y deudas bancarias.

Porque el dinero y su dependencia es, precisamente, lo que no deja ver el bosque. Un motor lucrativo que no sólo extingue un paisaje, sino también una cultura. Sacco pone la lupa en el detalle más ínfimo y rearma de sentido al lector, como un buen cronista, contextualizando la deriva y la lucha por la supervivencia de los indígenas, pero también de toda una comunidad que sufre de primera mano la degradación de todo cuanto les rodea.

En ese sentido, Un tributo a la tierra da voz a una galería inédita de personajes: tramperos, jefes indígenas, activistas, sacerdotes... Todos ellos en primera línea del desastre, conscientes de que vamos camino de un precipicio y que cada día no es más que un pasito hacia ese abismo. Ahí, en esa simbólica frontera del cambio climático, Sacco se ha interrogado sobre el calentamiento global, el capitalismo, el colonialismo o la explotación.

El dibujante en una imagen sin datar.- MICHAEL TIERNEY
El dibujante en una imagen sin fechar.- MICHAEL TIERNEY

"Sacar al indio del niño"

La cultura indígena no sólo ha visto cómo su ecosistema natural se degradaba a marchas forzadas, también ha sufrido el impacto que décadas atrás tuvo sobre sus vidas un sistema educativo pernicioso que pretendía "sacar al indio del niño", y que consistía en someter a los más pequeños a un lavado de cabeza a través de vejaciones e imposiciones en internados católicos. Todo ello con la intención de borrar su identidad y contando con el beneplácito del Gobierno.

Un viaje a la historia y el sufrimiento de los denes –así se conoce a la comunidad indígena que ha vivido en el valle del río Mackenzie desde tiempos inmemoriales– a través de sus protagonistas y a pie de campo. Una investigación que el periodista gráfico ha llevado a cabo con sus ya reconocibles armas; el blanco y negro, una exquisita atención por el detalle y esa riqueza en matices y voces tan de la casa.

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