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Salas de conciertos en España: ¿cuál es la realidad tras el Mito de la Caverna? (I)

En este reportaje en dos partes analizamos la situación de los pequeños locales de música en vivo en un entorno de crisis económica y hegemonía de los grandes festivales.

Uoho, en la sala Óxido.
Uoho, en la sala Óxido. Cedida por ACCES

Las salas de conciertos son el primer peldaño, el escalafón primordial para comprobar no solo el estado de salud de la música en vivo de un lugar, sino también su misma cultura musical.

Son el vivero del que surge todo. Salvo aquellos casos –excepcionales y poco numerosos- de artistas generados en talent shows de televisión o creados desde arriba, casi todos los nombres históricos que a uno se le pueden ocurrir, todos los grandes cabezas de cartel de los festivales, comenzaron a foguearse en pequeños garitos.

Hablamos de locales de bajo aforo, a veces perseguidos por las autoridades municipales o amenazados por la especulación inmobiliaria, cuya supervivencia siempre ha sido complicada. Oasis culturales bajo amenaza permanente. Especies raras en peligro de extinción.

¿Son realmente tan raras? Si se repasa la historia de la música popular, no hay leyenda fundacional que supere al Mito de la Caverna. Es decir, el mismo mito de los Beatles, cuando tocaban a diario en el club The Cavern en Liverpool, con capacidad para 200 espectadores, a comienzos de los años 60.

Pero hay muchas más: desde los comienzos del punk neoyorquino en el CBGB hasta, a nivel nacional, la gestación de la Movida madrileña en Rock-Ola, El Sol o El Jardín, los inicios de Joaquín Sabina en el sótano del bar La Mandrágora o los diez años que Vetusta Morla se tiraron tocando en el Café de La Palma y otras pequeñas salas de Madrid antes de grabar su primer álbum.

Las salas ofrecen la oportunidad de ver a los artistas en vivo, desde la proximidad y en su más pura esencia

Pero no solo estamos hablando de un lugar de aprendizaje o un circuito donde hacer cantera: las salas suelen ofrecer la oportunidad de ver a los artistas –incluso a los consolidados- en su más pura esencia, desde la proximidad y el contacto humano, fajándose en el cuerpo a cuerpo.

Quien haya asistido, por ejemplo al concierto sorpresa de Blur en La Riviera (Madrid) organizado por el Primavera Sound este mes, puede dar fe de lo que estamos hablando.

300 salas contra 1.200 festivales de música

No existe un consenso claro sobre el número de locales en vivo en España, pero, según ACCES, la Asociación Estatal de Salas Privadas de Música en Directo, el número total oscila en torno a las 300, estableciendo como criterio fundamental que sean locales que programen música en vivo con regularidad.

En contraposición, el número de festivales de música ya se acerca a los 1.200. Aparte de ello, habría que sumar la red de teatros, auditorios y otros recintos de titularidad pública, que también pueden albergar ocasionalmente conciertos de música popular pero cuyo carácter es tan difuso que no los vamos a tener en cuenta en este reportaje.

El pasado ejercicio, la industria del directo ingresó 459 millones de euros en venta de entradas

Según el anuario 2023 de la APM (Asociación de Promotores Musicales), el ejercicio pasado, la industria del directo ingresó 459 millones de euros en venta de entradas, casi un 200% más que el año anterior.

En palabras de los responsables del propio anuario, esto "supone un hito histórico para el sector, que confirma la recuperación de la oferta de festivales, giras y conciertos tras haber tocado fondo en 2020 cuando España quedó confinada por la pandemia global".

En el anuario de la SGAE de 2020, se indicaba que casi el 60% de esta recaudación recaía en los grandes festivales pero, a falta de datos más recientes, todo parece indicar que ese porcentaje ha aumentado en el último año.

Isaac Vivero, representante de ACCES, opina que, "la salud de las salas es bastante buena. La actividad en los dos últimos años ha sido incluso superior a la que teníamos antes, y al reprogramar los eventos que se tuvieron que cancelar junto a las nuevas propuestas, tal vez hubo exceso de programación".

"Eso es positivo tras dos años sin poder trabajar, pero también es cierto que la saturación de oferta superó a la demanda, y algunos eventos no funcionaron tan bien", explica.

Para Vivero, que regenta el Garaje Beat Club de Murcia, los principales problemas del sector residen en que "han subido los costes en general, se ha producido inflación en todo" y reconoce que los festivales son una competencia importante.

Isaac Vivero: "Ahora se da mucho bombo a los grandes eventos, pero no se otorga valor al circuito de base"

"Ahí también hay exceso de oferta, pero están amparados por una sobrefinanciación de dinero público con el que las salas no contamos. Ahora se da mucho bombo a los grandes eventos, también a los conciertos en estadios, pero no se otorga valor al circuito de base", recalca.

Álex López Allende es el responsable de la programación de la sala Dabadaba en Donosti, que lleva en funcionamiento desde 2014 con capacidad para 150 espectadores. La capital guipuzcoana puede presumir de ser una de las ciudades que más artistas internacionales recibe históricamente, también a nivel club.

Allende indica que, en su sala, en 2019 la mitad de los conciertos los protagonizaban artistas extranjeros, mientras que el año pasado esto se redujo a un 28%.

"Hemos notado muchísimo una subida delirante en los costes de producción, en vuelos y hoteles, e intuimos que el precio de la gasolina, añadido a lo anterior, ha provocado que muchas bandas hayan salido menos de gira". Y, sin duda, los cachés también contribuyen. "El otro día miraba balances de eventos de 2018 y ahora me parecen tarifas impensables para lo que se está generalizando".

Añade, además, otros factores algo más difíciles de explicar: "Los gustos y dinámicas del público han cambiado por completo, y es un reto tremendo entenderlo y adaptarse a ello. Los artistas prepandémicos ya no llenan como antes y, en cambio, hay multitud de nuevas propuestas que son bastante indetectables, de éxito imprevisible si se miran con ojos de 2019. No es que haya menos público, pero es más complicado saber dónde está".

Esteban Ruiz, programador de la Sala X, en Sevilla, se alinea con esta idea. "El proceso de adaptación al cambio de paradigma en los modelos de consumo de música en directo es una de los principales dificultades, todo va muy deprisa y es complicado seguir el ritmo", sostiene.

"También hay una barrera que necesitamos romper, la que nos separa con el porcentaje altísimo de población que jamás ha pisado una sala de conciertos, aunque esto siempre prefiero verlo más como una oportunidad que como un problema".

Para Ruiz, "una buena forma de empezar a resolver la ecuación es asumir que hay muchos códigos que no entendemos por una cuestión generacional y que hay que hacer un esfuerzo consciente por articular mecanismos de capacitación y acceso a la gestión de las salas para profesionales jóvenes de forma sistemática".

Esteban Ruiz: "Es necesario crear una cultura en nuestro sector que entienda que necesitamos ser transgeneracionales"

"Es necesario crear una cultura en nuestro sector que entienda de forma honesta que necesitamos ser transgeneracionales y mucho, mucho más inclusivos si queremos realmente contribuir a nuestra propia supervivencia a medio plazo".

 "Vivimos en una época en la que las músicas urbanas lo han revolucionado todo", añade el periodista musical Nando Cruz.

"Hay artistas de estos géneros que no tienen como prioridad presentar su repertorio en vivo y toda una generación de público que ha crecido viendo el festival como el lugar natural donde consumir la música en directo. La sala de conciertos no aparece en su imaginario. Son factores que complican esa transición".

The Limboos en la sala Aturuxo.
The Limboos en la sala Aturuxo. Cedida por ACCES

Un circuito precario que se construyó por necesidad

Al igual que sucede con el circuito de festivales, el de salas es muy joven en España si lo comparamos al resto de Europa occidental, donde se empezó a implantar a finales de los años 50.

"La primera estrella del rock español, Miguel Ríos, explica que cuando quiso presentar su música a lo largo y ancho de este país, en los años 70, descubrió que ese circuito no existía. No era una prioridad para el franquismo, obviamente", apunta Cruz.

"Es a mediados y finales de los 80 cuando grupos como Sex Museum (puro proto-indie) empiezan a buscar sitios donde tocar en cualquier ciudad con más de 3.000 habitantes. Y a menudo son bares con una tarima al fondo del local".

"Son los propios grupos los que convierten esos locales en algo parecido a salas de conciertos en un país donde la forma más habitual de consumir música en vivo son las fiestas mayores", apunta.

Así lo atestigua Fino Oyonarte, bajista de Los Enemigos, quien, en una conversación privada reciente, me mostraba su preocupación por que los festivales hayan comido tanto terreno a aquella escena de salas creada desde la necesidad por grupos como ellos.

La idea es secundada por Cruz, quien exploró la creación del movimiento indie en España en su libro Pequeño circo (Contra, 2015) y este mismo año ha publicado Macrofestivales. El agujero negro de la música (Península).

"Las fiestas mayores en los 80 y los festivales que aparecen en los 90 y 2000 eran y son los principales competidores de ese hipotético circuito de salas que en España nunca ha llegado a tener un protagonismo central en el mundo de la música en vivo", asegura el periodista.

Blanca Orcasitas, de Madrid, es asistente habitual a conciertos en salas desde que tiene 18 años. Calcula que acude a una media de 80 al año ("sin contar festivales") y también suele viajar al extranjero para ver a algunos de sus artistas favoritos.

"Donde más es a Reino Unido –indica- y alli la realidad es otra. No me parece justo comparar, porque culturalmente es otra historia, pero sí puedo decir que miro la agenda de muchas ciudades británicas y la oferta es abrumadora", indica.

"Me da la sensación de que los festivales no se han comido tanto a las salas, pero es que la oferta de recintos para música en directo de diferentes tamaños que tienen allí es difícil de igualar".

Los Saxos del Averno en la sala Clavicémbalo.
Los Saxos del Averno en la sala Clavicémbalo. Cedida por ACCES

¿Son los festivales el verdadero enemigo?

El pasado 7 de junio, la artista británica PJ Harvey anunciaba una gira por salas europeas para presentar su inminente álbum, I Inside The Old Year Dying. Durante los meses de septiembre y octubre, el tour pasará por Irlanda, Reino Unido, Holanda, Bélgica, Francia, Suiza, República Checa, Alemania, Polonia, Dinamarca y Noruega.

La última vez que PJ Harvey actuó en una sala española fue hace 25 años, en 1998, cuando acudió a la Zeleste de Barcelona. Desde entonces, y con las excepciones de un concierto en el Palacio de Congresos de Salamanca y otro en el Poble Espanyol de Barcelona, solo ha venido a festivales.

¿Por qué sucede esto? La mayoría de las voces apuntan a la práctica generalizada entre los macroeventos españoles que, aparentemente, consiguen a los grandes artistas bajo subasta y, a cambio, les exigen una exclusiva, que no ofrezcan más conciertos en el país al margen del festival durante un tiempo determinado. De este modo, a los artistas les compensa más tocar en un solo macroevento que venir de gira.

"Si rompiéramos esa dinámica, llegaríamos a ver a muchos grupos que ya solo nos visitan una vez al año y como parte de un cartel en el que quedan reducidos a un concierto de una hora escasa a mala hora, coincidiendo con otros grupos atractivos", reflexiona Blanca Orcasitas.

"Esta conversación es mucho más extensa porque entiendo que hay ciertos grupos que no pueden rechazar un caché de un festival ante lo que puedan sacar en sala, que los festivales precisamente necesitan a esos cabezas de cartel para vender entradas, que el público prefiera gastar su dinero en ver a varios grupos en un día".

"Pero, no sé, ¿y si se repartiera un poco más la cosa y los grandes festivales no bloqueasen artistas? ¿Y si el público de festivales también empezase a ir más a salas a apoyar otras propuestas?", añade Orcasitas.

Nando Cruz: "Se dice que festivales y salas pueden y deben coexistir. Eso suena muy bien pero, en la práctica, no es así"

"Se dice que festivales y salas pueden y deben coexistir. Eso suena muy bien pero, en la práctica, no es así. Hoy por hoy los festivales lo tienen todo a favor, el dinero público y el privado, y eso desequilibra la balanza", afirma Nando Cruz.

Lo cierto es que muchos de los grandes festivales llevan años programando conciertos en salas también. Last Tour, la empresa que organiza, entre otros el Bilbao BBK Live, Azkena Rock y el Cala Mijas, nació simultáneamente como promotora de giras, tiene su propio sello discogáfico, Oso Polita, y lleva la representación de artistas como Nacho Vegas, Chill Mafia o El Columpio Asesino.

También organiza el BIME, una feria profesional que el año pasado incluyó multitud de conciertos gratuitos de artistas emergentes en diferentes salas de Bilbao. La empresa vasca trabaja tanto en ese entorno micro como en el más macro: esta misma semana daba la noticia bomba de que, en 2024, va a traer a Taylor Swift al estadio Santiago Bernabeu.

Primavera Sound, por su parte, posee también su discográfica, Primavera Labels (que publica, entre otros, a Christina Rosenvinge, Los Hermanos Cubero, Grupo de Expertos Solynieve, La Zowi y Antónia Font), una emisora de radio y la promotora Primavera Tours. Esta última organizó el año pasado cerca de 150 conciertos en salas.

Este 2023 ha traído, o va a traer, a artistas de prestigio alternativo como Big Thief, King Lizzard And The Wizzard Lizard, Squid, Nils Frahm, Jungle o Helado Negro.

El pasado mes de febrero, montaron una gira tan inusual como la de los neoyorquinos Interpol, una de esas típicas bandas que solo nos suele visitar como cabeza de cartel de algún festival, y que, sin embargo, vino a actuar en salas de siete ciudades: Madrid, Barcelona y Donosti, pero también Santiago de Compostela, Santander, Málaga y Murcia.

Además, durante la semana del Primavera Sound, tanto en Barcelona como en su primera edición madrileña, muchos de los artistas que actuaban en el festival ofrecieron segundos conciertos en varias salas de ambas ciudades, incluidos cabezas de cartel como Pet Shop Boys (que lo hicieron en Apolo y Eslava, con aforos para unas 1.500 personas).

Shellac en la sala Dabadaba.
Shellac en la sala Dabadaba. Cedida

"La semana del festival es la semana grande para las salas de Barcelona y, ahora también, de Madrid", afirma Joan Pons, representante de prensa del Primavera Sound. "Realmente les damos mucha vida, y las barras y un porcentaje de la venta de entradas es para ellos", apunta.

"Conforme los festivales crecen más y más, necesitan desestacionalizar su actividad para evitar que todo el balance económico de un año dependa de éxito o fracaso de los tres días que dura el evento, y son también estrategias para promocionar su marca", afirma Nando Cruz.

"Lo que parece una iniciativa positiva, programar fuera de temporada para dar vida al circuito, tiene su lado oscuro: aprovechan su potencial como festival para comer terreno a los promotores de conciertos que llevaban décadas haciendo ese trabajo".

"Cada vez es más habitual que los festivales cierren contratos con artistas nacionales y extranjeros bajo los siguientes términos: te traigo a mi festival, pero tu próxima gira por España o tu próximo concierto en esta ciudad lo organizo también yo. Es una forma más de concentrar el negocio en cada vez menos manos", apunta Cruz.

Pero Joan Pons rebate esa idea. El representante de Primavera Sound afirma que la empresa trabaja siempre en colaboración con otros promotores locales y nacionales y con las salas de cada ciudad que quieran participar de sus giras.

"Como tenemos el contacto con los artistas, se lo ofrecemos a otros promotores, grandes y pequeños. E, igualmente, los grupos que tenemos con Primavera Labels trabajan con todos los promotores que ellos quieran. Otros se aprovechan, con conocimiento de causa, de artistas que vienen al festival para montarles otros conciertos, como ha sucedido este año con la gira de Come", argumenta Pons.

Pons añade que "lo de las exclusivas es otra mentira. Estas son muy contadas y muy puntuales. Todavía hay muchos artistas que primero hacen la gira de salas y luego la de festivales, y otros muchos que, al hacer las cuentas, ven que no les compensa venir fuera del festival".

Pone dos ejemplos: "A nosotros nos encanta Stromae, pero ¿hay público suficiente en España para traerlo a salas o arenas, teniendo en cuenta que él no va a rebajar su producción ni su caché? A lo mejor Kendrick Lamar actúa en un pabellón en París y lo peta, pero ¿sería capaz de llenar en Madrid?

"Muchas veces hay poco público y, de hecho, algunos conciertos los tenemos que cancelar porque no se venden entradas suficientes", explica. Por todo esto, Pons concluye que los festivales no han perjudicado el circuito de salas.

"Nuestra experiencia es toda la contraria, y una base de la que tal vez nos hayamos olvidado es que un festival también sirve para descubrir a tus próximos grupos favoritos".

"Todos los artistas que saben que en salas solo tocarían para 50 personas, porque cuentan con indicadores de los seguidores que tienen en cada ciudad del mundo, ven que pueden ampliar su público si actúan en un festival. Eso les permitirá crecer en un país que antes no formaba parte de su ruta, y ahora puede llegar a hacerlo".

Hay más caballos de batalla aquí. Según Nando Cruz, "en un contexto capitalista de competencia feroz, cuando el pez grande (el festival) amenaza al mediano (la sala), el pez mediano se ve obligado a intimidar al pequeño (el grupo) y el pequeño, para subsistir, necesita engullir más plancton (público) de lo normal para crecer cuanto antes y no ser devorado".

"Si te ves amenazado, no tienes margen de error ni de pérdida. No puedes arriesgar ni pensar a largo plazo. Por otro lado -añade-, las salas también viven a expensas de la especulación inmobiliaria. También pagan alquileres cada vez más caros y son víctimas de la gentrificación. Salvo excepciones, no son vistas por la administración como refugios culturales y carecen de protección ante estas dinámicas".

Sobre todos estos aspectos (cómo un contexto cultural y económico más amplio está transformando el consumo de música, qué estrategias están utilizando las salas para sobrevivir a estas dinámicas, cómo estas estrategias están afectando a artistas y público y qué posibles soluciones se pueden articular) incidiremos más profundamente en una segunda parte de este reportaje.

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