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Barceloneta Pescadores en la Barceloneta, un oficio centenario en peligro de extinción

Hace medio siglo había 120 embarcaciones en el Moll del Rellotge; hoy sólo quedan 26. A la pesca de proximidad se le agota el relieve generacional mientras la pesca industrial no deja de crecer y capta más del 80% del mercado.

01/2022 - Les embarcacions pesqueres s'han reduit dràsticament a la Barceloneta en els darrers anys, degut a la pressió de la pesca industrial.
Las embarcaciones pesqueras se han reducido drásticamente en la Barceloneta en los últimos años, debido a la presión de la pesca industrial. Montse Giralt

El sol comienza a caer y ya se pueden escuchar los maullidos de los gatos que viven en el Moll del Rellotge, en la Barceloneta, que saben que va acercándose la hora en que las embarcaciones pesqueras llegarán a puerto, llevando el fruto de la jornada. Después de 12 horas en el mar junto a la costa del Garraf, Nus, la embarcación que manda Joan, amarra y de ella comienzan a salir cajas llenas de gambas, pulpos y peces, que ya van camino de la lonja. Joan es de los 15 patrones de pesca de proximidad que quedan en este muelle, en el corazón de un barrio que no se entiende sin su tradición marítima y pesquera. Una tradición que se está muriendo. En 1970 había 120 embarcaciones como Nus; hoy sólo quedan 26. La tripulación también se ha reducido sensiblemente: sólo restan 183 tripulantes que continúen con este modo de pesca tradicional, según datos de la Cofradía.

Actualmente, sólo 183 tripulantes continúan con la pesca de proximidad en el Moll del Rellotge

Joan tiene 46 años y se embarcó con 16, en 1992. Su relación con el muelle empezó cuando era pequeño y le viene de familia. Su padre era el propietario de un bar junto al puerto: abría temprano por la mañana, para vender los cafés y los carajillos a los pescadores, y los abastecía con todas las viandas que les acompañarían durante la jornada. Él, que se acercaba todos los días en bicicleta a los muelles, un día decidió que quería ser pescador. Así que el patrón de un barco le dijo que tomara libreta y boli y hacia el mar. Años después, habiendo pasado por todos los trabajos que se requieren a bordo, se convirtió en patrón de su propia embarcación y hasta la fecha navega desde su cabina de mando, en la que todavía hay, aparte de todos los botones propios de un barco moderno, un timón clásico. Y una fotografía de dos criaturas desgastada por el sol.

01/2022 - En Joan arriba al Moll del Rellotge després de 12 hores a la mar.
Joan llega al Moll del Rellotge después de 12 horas en el mar. Montse Giralt

"Te tiene que gustar mucho este trabajo; son 12 horas en el mar, después de las cuales todavía te quedan unas cuatro por descargar y atender el barco", explica el patrón, que apunta que en invierno es un trabajo muy duro, pero nada comparado con cómo era antes. "Cuando empecé, todo era de madera, sin aislar. No había calefacción ni electricidad. No teníamos ni papel de baño", recuerda. El mar es su vida, así como la de su familia, en la que hay estibadores y patrones como su hermano Evarist, que comanda la Ostia, la embarcación gemela del Nus. Juntas conforman la flota de La Platjeta, una empresa familiar afincada en el Moll del Rellotge que se dedica a la pesca de proximidad. Ahora, después de décadas y generaciones dedicadas a este oficio, Joan ve cómo éste amenaza con desaparecer.

Según datos de la Cofradía, en el Muelle del Reloj sólo el 8% de los marineros tienen menos de 35 años

"No hay relieve generacional, pero es normal. Cualquier padre querría para su hijo un sueldo fijo, un trabajo estable y unos buenos horarios, y este oficio no lo tiene", dice Joan. Y es que, según datos de la Cofradía, en el Moll del Rellotge sólo el 8% de los marineros tienen menos de 35 años. En cambio, la mayoría de trabajadores se encuentran en la franja de entre 55 y 60 años, y la edad de jubilación de un marinero se da entre los 57 y los 59, en promedio. "Ahora mismo, sólo podemos mirar al futuro con relativa tranquilidad por un período de cinco años. Después, todo es una incógnita", dice Cristina Caparrós, miembro de La Platjeta e hija de su fundador, José Antonio, un pescador jubilado que ahora gestiona las naves de la empresa.

01/2022 - Els mariners classifiquen el peix pescat a bord dels vaixells, abans de dur-lo a la llotja.
Los marineros clasifican el pescado pescado a bordo de los barcos, antes de llevarlo al palco. Montse Giralt

Un oficio que se ahoga

A pesar de no ser familia de sangre, Cristina se refiere a Joan y Evarist como sus primos. "Nos criamos juntos", dice. José Antonio es hijo de pescadores temporeros, que iban recorriendo las costas españolas en busca de los frutos del mar. Y cuando él tenía tres años, se establecieron en la Barceloneta. Cuando José Antonio se convirtió en pescador, le unió una fuerte relación de amistad con el dueño del bar que había junto al muelle, cuyos hijos son Joan y Evarist, que se acabaron embarcando con la familia Caparrós. De hecho, La Platjeta nace como proyecto en 2006, con la llegada de la segunda nave, Nus, que lleva este nombre porque simboliza la unión de las dos familias. Hoy, ese oficio que antes se pasaba de padres a hijos -en masculino, porque las mujeres pescadoras son una minoría tan evidente que, de hecho, en la Barceloneta no hay ninguna- va camino del ahogamiento. "Cada vez hay menos pescadores porque no sale a cuenta serlo, y no sale a cuenta porque no hay", dice Cristina, que exhala: "Es un pez que se muerde la cola".

"Cada vez hay menos pescadores porque no sale a cuenta serlo, y no sale a cuenta porque no hay"

Y es que, aparte de la falta de relieve generacional que sufren todos los oficios tradicionales, al de los pescadores se suma lo que Juan y Cristina definen como "una persecución por parte de las administraciones". Hablan de las distintas leyes aprobadas por los gobiernos estatales y europeos que ponen veda a la pesca. El pasado año, la Comisión Europea interpuso un 6% de reducción en los días en los que una embarcación puede salir a pescar; esta cifra podría aumentar hasta el 30% con la conclusión del Plan Plurianual, aprobado por el Gobierno español en 2021. De hecho, la Generalitat, contraria a esta decisión, ha aprobado cerrar más de 500km2 del litoral para garantizar la reproducción de ciertas especies que estarían amenazadas y "proteger la pesca de proximidad".

Pero los pescadores del Moll del Rellotge opinan que no se trata tanto de interponer vedas a todos, sino de poner límites concretos a la pesca industrial y de altura. "No estamos en contra de las normativas, pero es que favorecen claramente a las grandes embarcaciones, que son precisamente las que se cargan el mar", dice Cristina, quien explica que si un gran barco no puede salir unos días determinados, la empresa no lo sufre. "Pero, en cambio, una reducción tan drástica para nosotros, que sólo tenemos dos embarcaciones, es muy notoria para nuestra subsistencia". De hecho, la combinación entre las vedas y la falta de ayudas supone una amenaza para pescadores como Joan que, cuando no salen al mar, deben tirar de su bolsa de paro. "Nunca he parado de trabajar nunca en los últimos 16 años, pero llegaré a la jubilación sin nada", se lamenta.

"No estamos en contra de las normativas, pero es que favorecen claramente a las grandes embarcaciones, que son las que se cargan el mar"

Joan explica que, aunque su embarcación también practica la pesca de arrastre, nada tiene que ver con la de los grandes barcos, aquella que se lleva coral protegido y pilla todo lo que pesca, sin miramientos. "Nosotros estamos en zonas en las que no hay biodiversidad que pueda verse afectada por las redes. Al contrario: cuando las pasamos, removemos el poso del suelo, liberando partículas que atraen a los peces y hacen que la zona se mantenga viva". Los pescadores son conscientes y reconocen que el mar está en peligro y que hay especies de peces y crustáceos amenazados, pero la gran culpable no es la pesca de proximidad: "Hay especies que han desaparecido, pero no porque yo las haya pescado", exclama Joan, que explica que el gran enemigo del mar es la contaminación.

01/2022 - Al final de la jornada, els mariners recullen les xarxes per desar-les i vigilar que no hagin estat malmeses.
Al final de la jornada, los marineros recogen las redes para guardarlas y vigilar que no hayan sido dañadas. Montse Giralt

Acabando la jornada de pesca, uno de los trabajos que hay que hacer es arreglar las redes, que se pueden haber estropeado. Uno de los desperfectos más comunes se da por las toallitas, compresas y plásticos que se quedan envueltos. "No eres consciente de la cantidad de mierda que sacamos del mar, y que nos llevamos a casa en una bolsa. Por no hablar de la contaminación del agua fruto de los grandes barcos, de los cruceros o de las plantas desalinizadoras", dice Joan. "A mí que no me digan que lo que hago no es sostenible, porque nos matamos para limpiar nuestro nombre día tras día, amando el mar como lo queremos, mientras nos dejamos la salud y el dinero", asegura. Hoy, aunque no ha sido un mal día, han acabado la jornada con una pérdida de 1.500 euros porque han tenido que parar a rellenar el depósito y el combustible se les ha llevado el equivalente a dos días de trabajo.

Fortalecer la relación con el barrio

El mundo marinero es un mundo de tradiciones, donde las costumbres son sagradas y el respeto por los antecesores incuestionable. Hay cosas que no se tocan: quienes fueron parte del puerto lo serán siempre y siempre serán bienvenidos. Por eso, cuando un pescador jubilado llega al muelle, se le recibe con una pequeña bolsa con dos o tres ejemplares de la pesca del día. "La relación entre nosotros es muy importante", explica Cristina, viendo cómo un viejo patrón recibe una bolsa con dos salmonetes. Antes, la importancia de estas relaciones se extendía hasta el barrio entero; y es que, tal y como recuerda Cristina, "cuando no había tantas barreras, las familias se acercaban con la caña a pescar por las tardes". Esto, en parte, ha hecho que la Barceloneta pierda parte de su esencia y que la ciudad, en general, olvide el mar. "¿Cómo, si no, explicas que sólo el 20% del pescado que se consume sea de proximidad?", se pregunta Cristina.

Por eso, para devolver a Barcelona la esencia marinera, La Platjeta lleva a cabo varias iniciativas. Aparte de servir a restaurantes, también suministra a particulares y comedores de escuela, en el marco de su implicación con la capitalidad de Barcelona en el año de la Alimentación Sostenible. Además, también cuentan con Cap a Mar, una empresa vinculada a La Platjeta con la que realizan actividades vinculadas al mar, tales como rutas guiadas por el muelle o, incluso, ofrecían -antes de la pandemia- salidas de pesca turismo, que posibilitaban subir a bordo del Nus en una de sus jornadas de trabajo. "No es que nos aporte mucho dinero, pero forma parte de nuestra identidad: queremos reivindicar nuestra esencia", dice Cristina.

01/2022 - El peix collit arriba a la llotja, on els compradors decidiran el preu a pagar.
El pescado cosechado llega al palco, donde los compradores decidirán el precio a pagar. Montse Giralt

Esta familia de pescadores, como todas las que hay en Moll del Rellotge, tienen en este recinto su hogar. Amistades históricas y caras conocidas vinculadas a un oficio tradicional, sostenible y artesano que podría llegar a desaparecer. Pero mientras esto no ocurre, los marineros y los patrones continuarán saliendo cada día al mar. Y, en el suelo, les seguirán esperando las gaviotas y los gatos, fieles, al acecho de que les caiga su dosis de mar diaria.

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