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Emergencia sanitaria La falta de control de la pandemia sitúa a España ante un abismo de más de tres años de recesión

Analistas y agentes sociales coinciden en no situar la vuelta a los niveles de actividad y empleo previos al coronavirus antes de finales de 2023, un horizonte que se retrasaría siempre que se incumplan tres requisitos previos como el control de la enfermedad, una gestión correcta de los fondos europeos y políticas que eviten que la deuda pública se coma el remonte.

Negocio cerrado
Analistas y agentes sociales coinciden en no situar antes de finales de 2023 la vuelta a los niveles de actividad y empleo del cierre de 2019. (KAI FORSTERLING)

"Esto es una crisis sanitaria, no de otra índole; es algo ajeno a las empresas que ha paralizado la actividad y ha provocado una crisis económica descomunal. Y la recuperación dependerá de cómo sea la gestión de la crisis sanitaria: mientras no creemos un espacio sanitario adecuado para recuperar la actividad económica no comenzaremos a remontar", señala Luis Aribayos, responsable de Economía y Transformación Digital de Cepyme, en una conclusión que, pese a su obviedad, parece cada vez más ausente de buena parte de los análisis políticos.

No ocurre eso en el ámbito económico, donde analistas y agentes sociales coinciden en que garantizar la salud pública es algo prioritario en esta situación. "La recuperación no llegará hasta que cese el riesgo sanitario, y entonces se producirá con rapidez", indica Gonzalo García, director de Economía de AFI (Analistas Financieros Internacionales).

"Vamos a depender mucho del control de la enfermedad", anota Miguel Cardoso, economista jefe para España de BBVA Research, mientras María Jesús Fernández, economista senior de Funcas (Fundación de las Cajas de Ahorro), añade que "la recuperación solo será solida cuando desaparezca la pandemia, que es cuando lo harán también las restricciones y la incertidumbre. Mientras no desaparezca no se va a consolidar ningún rebote de la actividad".

Los epidemiólogos y otros científicos reducen a dos las vías para recortar los riesgos sanitarios que genera el coronavirus: una vacuna o un nivel de inmunidad de grupo que aminoren los contagios o, en el mejor de los casos, los eliminen. El hecho de que ninguna de esas opciones está hoy por hoy sobre la mesa reduce las alternativas, mientras llegan, a las ya conocidas: autoprotección mediante distanciamiento físico e higiene y restricción de la actividad social, que no son más que síntomas (manifestaciones, consecuencias) de una crisis de origen sanitario.

Analistas y agentes sociales coinciden en no situar antes de finales de 2023 la vuelta a los niveles de actividad y empleo del cierre de 2019, y siempre con la premisa del control de la pandemia, algo que, de no darse, pospondría ese horizonte.

Y también convienen en señalar varios aspectos a desarrollar, ya sea como reto o como requisito, mientras se mantenga el riesgo sanitario con el fin de asegurar esa eventual recuperación, como una gestión de la deuda y los ingresos públicos que evite que a medio plazo puedan comerse la eventual recuperación, un uso correcto de los fondos europeos de reconstrucción y, también, medidas de mantenimiento del empleo y de la liquidez para que empresas y familias aguanten el tirón.

Estas son las principales conclusiones de los expertos consultados por Público sobre la situación en la que se encuentra el país y sobre el horizonte al que se enfrenta:

El punto de partida: una crisis antes de superar la anterior

El panorama que se observa desde la casilla de salida resulta cuando menos inquietante. "Estamos ante una catástrofe sin paliativos, y que en España está siendo más dura que en otros países. Y, además, la segunda ola ha llegado antes. Eso, en un país con mucha exposición a actividades de riesgo, frena la recuperación", describe Gonzalo García, director de Economía de Analistas Financieros Internacionales (AFI).

Aribayos y la vicesecretaria general de UGT, Cristina Antoñanzas, añaden a ese cuadro dos aspectos relevantes: "Nos ha pasado en seis meses lo que ocurrió en cinco años en la anterior crisis", señala la primera, en referencia a la magnitud del desplome de la actividad, mientras el segundo anota que, en realidad, la pandemia llegó cuando "todavía no hemos recuperado el número de empresas de 2008 ni hemos vuelto a los niveles de ocupación y de desempleo de entonces. Aun nos estamos recuperando".

A la virulencia del crash y a la situación en la que cogió al país se le suman las características participares de esta crisis económica. "Las recesiones llegan normalmente por caídas de la demanda o por el estallido de burbujas, pero esto es atípico. Esta crisis se ha provocado por el lado de la oferta, para frenar los contagios, y eso es algo totalmente atípico. Ha pasado antes, pero apenas está estudiado", explica Cardoso, en un análisis al que añade algunos matices Adrian Jofre, socio director de la consultora beBartlet, que destaca que "la crisis epidémica ha provocado shocks asimétricos, por sectores, que han afectado tanto a la demanda como a la oferta" y que "lo peor de la crisis es la incertidumbre sobre cuándo podremos tomar decisiones de inversión y de consumo", algo que supone otro lastre para la recuperación.

"Hemos dejado atrás la caída, y estamos en una recuperación muy heterogénea y con cambios en los patrones de consumo pero en la que no se logra recuperar lo perdido", anota Cardoso. "Que el rebote del tercer trimestre se pueda consolidar depende de la evolución de la pandemia", zanja Fernández.

Un incierto remonte tras un desplome histórico

Las Proyecciones Macroeconómicas señalan que al cierre del tercer trimestre la economía española acumula un desplome de en torno al 11,5% o al 11,9%, según se tomen como referencia los doce o los nueve últimos meses, lo que supone un desplome histórico y desconocido en tiempos de paz, pese a la recuperación registrada entre julio y septiembre con el paulatino regreso a la actividad de la mayoría de los sectores, aunque muchos de ellos, como la hostelería, el comercio o las actividades culturales, operan con restricciones.

De hecho, ese retroceso del PIB es mayor tanto en términos porcentuales como absolutos al registrado en la fase de caída de la anterior crisis, entre 2008 y 2013: el volumen de negocio de España se ha reducido en alrededor de 150.000 millones en apenas medio año cuando entonces cayó menos de 90.000 en cinco.

Y las previsiones de los centros de estudios apuntan a que los niveles alcanzados a finales de 2019, con el PIB en 1,24 billones y la ocupación por encima de los 19 millones de personas, no van a volver en los próximos dos años, como poco. Y tampoco aseguran que vayan a ser alcanzados de nuevo en 2023.

En este sentido, el Banco de España maneja dos escenarios en los que al cierre de 2022 quedarían por recuperar entre algo más de dos y algo más de seis puntos de PIB, lo que, en condiciones normales, haría necesarios entre uno y tres años más para regresar a la situación previa a la pandemia.

Caixabank Research maneja proyecciones similares a las del Banco de España, aunque las cierra en el primer trimestre de 2022. Y no se atreve a ir más allá. "Es difícil hacer previsiones a medio-largo plazo por el alto nivel de incertidumbre que hay", explican fuentes del servicio de estudios del ya primer banco español.

El director de Economía de AFI apunta en la misma dirección. "No vamos a volver al nivel de 2019 hasta 2023 por lo menos", señala. "Esta crisis está dejando cicatrices profundas en el empleo, en las cuentas públicas y en la confianza empresarial, y eso hace que sea más complicada la recuperación", añade.

La temida tasa de desempleo del 20% asoma en las previsiones

Los datos de afiliación y paro conocidos este viernes indican que las medidas del escudo social, especialmente los ERTE, el cese de actividad de los autónomos y los avales del ICO, han logrado atenuar los efectos que la caída de la actividad venía históricamente provocando en el empleo: caían juntos y el segundo se recuperaba con mayor lentitud que el primero en la bonanza.

Eso, no obstante, en ningún caso oculta algunas de las debilidades del mercado laboral español, entre las que destacan la precariedad y la fragilidad. "La covid ha puesto de manifiesto que muchos sectores estaban cogidos con alfileres. Los ERTE han protegido a 3,5 millones de trabajadores: hemos tenido que hibernar las empresas para proteger el empleo", apunta Antoñanzas.

Por otro lado, apenas hay estimaciones acerca de cómo puede evolucionar el empleo en los próximos meses y años en un país en el que, a 30 de septiembre, trabajan 532.149 personas menos  que al comenzar 2020 mientras 752.711 asalariados siguen en ERTE y 148.708 autónomos continúan en cese de actividad.

Las de CaixaBank Reseacrch apuntan a la pérdida de un 6% del empleo a final de año y a leves crecimientos del 0,8% y del 2,7% en los dos siguientes, mientras, en el caso del paro, pronostican dos años por encima del 19% de la población activa para caer al 17,7% en 2022 cuando ese registro se situaba en el 14,1% el año pasado.

Las estimaciones de Funcas prevén una evolución algo más benigna, con un aumento del desempleo hasta el 20% este año para bajar al 17% en el siguiente, explica Fernández, quien insiste en dos matices: "No sabemos cuánto va a durar el impacto de los ERTE" y "esos cálculos se basan en un escenario sin recaídas" de la actividad económica por motivos sanitarios.

Para Cardoso "resulta difícil que España pueda recuperar el nivel de empleo de 2019 a lo largo de 2022", ya que "la caída de la demanda va a afectar a la percepción de viabilidad y a la solvencia de muchas empresas, que no podrán mantener el empleo porque no tienen demanda". Antoñanzas, por su parte, se muestra entre esperanzada y precavida cuando asegura que "tardaremos en volver a los parámetro anteriores, pero espero que em 2022 estemos a pleno rendimiento. Hasta entonces hemos de proteger a las empresas y a los trabajadores".

¿Alguien va a sufrir en mayor medida esa destrucción de empleo?

Jofre apunta algunas pistas acerca de en qué sectores pueden concentrarse los daños con mayor intensidad. "La crisis de 2008 generó un paro estructural muy alto, y me temo que la actual va a intensificar esas tendencias y a afectar más a los empleos con menos cualificación técnica" debido a la extensión de modelos como el teletrabajo y al avance de la digitalización, explica, mientras Cardoso apunta que, en algunos casos, los principales afectados son quienes ya lo fueron la década pasada: "Se ha destruido más empleo entre la gente de 35 a 50 años –indica–, que ya fue la más afectada por la anterior crisis, entonces como jóvenes".

La evolución de las cuentas públicas

María Jesús Fernández señala al equilibrio de las cuentas públicas y la sostenibilidad de su endeudamiento como uno de los dos factores clave para salid de la crisis, junto con el control de los riesgos sanitarios.

"Si el Gobierno no realiza un ajuste pensando en 2022, la deuda puede tener un nivel insostenible, y eso haría muy difícil consolidar la recuperación", expone, al tiempo que advierte que "el déficit va a crecer más que de lo que lo haga nominalmente el PIB porque va a haber un déficit estructural, aunque el BCE está sujetando los intereses".

Y eso, la posibilidad de que el lastre de la deuda en forma de intereses tenga mayor tamaño que el crecimiento de la actividad económica, puede entrañar riesgos, señala. "La anterior crisis legó por un problema de deuda pública y en esta el problema puede ser de deuda pública", añade.

La deuda privada y el riesgo de dejar caer a las pymes

Los niveles de endeudamiento de familias y empresas son mucho más bajos de lo que eran en 2008, aunque en los últimos cinco meses han registrado un notable aumento en el entramado productivo, como recuerda Aribayos: "Las pymes españolas deben 100.000 millones de euros más que en marzo y en un entorno muy duro para su actividad. Necesitan ayudas directas para afrontar la transformación digital. O les ayudamos o muchas desaparecerán", indica, mientras recuerda cómo el Banco de España informaba hacer unas semanas de que alrededor del 23% de las empresas españolas están en una situación de quiebra técnica.

Así, mientras el 39,7% del tejido empresarial español, dos de cada cinco, arrojaban pérdidas al cierre del segundo semestre, según los datos de la Central de Balances del Banco de España, algo que no parece un punto de partida sólido en el que basar la recuperación, entidades como la Junta Europea de Resolución Sistémica (JERS) ya han comenzado a llamar la atención sobre los riesgos que el endeudamiento privado entraña en esta crisis.

Este organismo, que situaba "el riesgo de impagos generalizados en el sector privado" como "la principal fuente de riesgo sistémico en la UE" por sus efectos en el sector financiero reclama a los gobiernos que eviten "una retirada excesivamente temprana –o demasiado tardía– de las moratorias de las deudas, de los avales públicos y de otras medidas de carácter fiscal adoptadas para proteger a la economía real frente a la pandemia", ya que eso podría llevarse por delante al renqueante sistema bancario español.

El ahorro crece improductivo en las clases pudientes

El parón de la actividad productiva y comercial como consecuencia de la pandemia ha provocado un desconocido aumento de los ahorros depositados en los bancos, que crecieron en 53.407 millones de euros entre marzo y julio en una paradójica tendencia que convive con una extensión, también inédita, del hambre. Es la doble cara de la desigualdad, cuyas brechas sociales se intensificaron en vísperas de la pandemia y no han dejado de hacerlo con ella.

"La tasa de ahorro de las familias, de las que pueden ahorrar, se ha disparado porque los ingresos no han caído tanto como el consumo" en términos globales, explica Cardoso, que considera probable que, al mismo tiempo, la mayor parte de la caída del gasto se haya concentrado en los deciles de renta más elevados, que es donde se está concentrando el ahorro.

"El ahorro se está produciendo por una reducción del consumo y no es un ahorro productivo", advierte Aribayos, que considera "fundamental establecer mecanismos para que las pymes puedan captar inversión. Deberían establecerse fórmulas para canalizar esos ahorros".

¿Cómo queda la 'marca España'?

Obviamente, tocada; bastante tocada como consecuencia de la intensidad de la pandemia, en la que es el país líder en contagios, y de episodios como el protagonizado por el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid, la región con mayor incidencia de Europa, ante el descontrol de la covid.

"Volver a construir una marca cuesta muchos años, y para lograrlo es muy importante la proyección exterior y la seguridad jurídica", indica Aribayos, mientras Fernández apunta, en este caso sobre la gestión económica del Estado, que "la credibilidad sobre la solvencia requiere corrección en la gestión o un plan convincente que deje claro que la deuda va a entrar en una senda de sostenibilidad. No se trata tanto de adoptar medidas sino de dejar claro qué se va a hacer a partir de 2022 para que la deuda sea sostenible".

¿Es ahora momento de emprender reconversiones?

No lo parece. "Eso habría que haberlo hecho hace diez años –apunta María Jesús Fernández–. No es algo para salir de una crisis ni tampoco algo que se improvise, porque afecta a la educación, la FP, el I+D+i o las políticas activas de empleo, entre otros ámbitos. No se ha hecho, y eso no se puede improvisar".

Antoñanzas, por su parte, asume que "vamos a tardar en salir de esta crisis, pero lo que hemos de hacer mientras tanto es trabajar a medio y largo plazo, aislándonos de la covid, para salir de una manera distinta a la de 2008". En este sentido, reclama potenciar sectores líderes como el agroalimentario o los de las renovables y su tecnología, y por "avanzar en igualdad y en la transición ecológica, poner las bases para crear un tejido industrial y revertir el desmantelamiento de la administración, que ha hecho que los servicios públicos hayan resultado ineficaces en algunos casos" ante la pandemia.

García, por su parte, apunta que "la economía mundial venía con un proceso de cambio acelerado en cuestiones como la transición energética o la digitalización, y la pandemia lo ha acelerado". Y eso puede recudir la empleabilidad de una parte de la población.

"Las empresas buscan mayor eficiencia, como ya ocurrió con la anterior crisis", señala Jofre, que indica que "en 2008 se produjo una menor entrada en el mercado laboral de los más jóvenes, pero ahora es probable que esos perfiles tengan mejor entrada y que sufran más otros más vinculados a lo físico". "El 'muro digital' va a ser un tema crítico y va a provocar un problema de empleabilidad", añade Aribayos, que remarca que "los fondos de reconstrucción de la UE tienen que llegar a las pymes y los autónomos, que son el 98% del tejido productivo y aportan el 70% del empleo y que tienen que cambiar su modelo productivo"”.

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