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El uranio ruso sigue sin sanciones mientras alimenta los reactores nucleares de España y resto de Europa

El 29% del uranio importado por España viene de Rusia y es uno de los grandes negocios estatales con los que Putin financia la guerra. 

Entrada de la central nuclear de Cofrentes, cerca de Valencia. REUTERS/Eva Manez
Entrada de la central nuclear de Cofrentes, cerca de Valencia. Eva Manez / REUTERS

La guerra en Ucrania ha puesto patas arriba el sistema energético europeo y español. Aunque las sanciones no fueron inmediatas, los países del viejo continente elevaron embargos para limitar las compras de gas y petróleo de Rusia, lo cual tuvo unas consecuencias significativas en los precios. Sin embargo, en este último año ha habido una materia prima energética que, teniendo un peso importante en la generación eléctrica europea, permanece ajena a todas las políticas económicas emprendidas contra Moscú: el uranio.

Aunque la inestabilidad geopolítica ha alterado las cadenas de suministro, en el último año, España importó el 29% del uranio de Rusia y fue el segundo país de origen de los concentrados utilizados posteriormente en los reactores del país, según los datos de ENUSA, la empresa estatal que se encarga del abastecimiento nuclear del Estado y de otros países europeos. 

En el caso de Europa, Rusia fue el tercer país de origen del uranio, representando un 19,7% de las importaciones de la UE, según los datos de la Euratom Supply Agency y del Eurostat, con un coste de algo más de 333 millones de euros, tal y como adelantó el canal Euronews

Juan López de Uralde, diputado de Unidas Podemos y coordinador federal de Alianza Verde, considera que esta situación es injustificable y reclama tanto al Gobierno español como el europeo que comience a replantear la situación para impulsar un embargo de este combustible. "Parece, desde el comienzo de la guerra, que el uranio no tiene nada que ver con Rusia. La industria lleva meses vendiendo la energía nuclear como salvación para conseguir la independencia energética rusa, pero no es así. Es una paradoja que se haya embargado el petróleo y el gas pero nadie hable del uranio. Parece que es algo que está al margen de todo", comenta a Público el político. 

Las palabras del diputado español, que ha reclamado un embargo, parecen nuevas en España, pero llevan meses resonando en Europa. De hecho, el presidente ucraniano, Volodímir Zelensky, reclamó en su última visita a Bruselas elevar las sanciones contra Rusia, entre ellas embargos hacia la empresa estatal Rosatom, una de las principales compañías proveedoras de uranio enriquecido del planeta.

Para Kiev, las sanciones al uranio son indispensables, pues esta es una de la principales fuentes de financiación bélica. Aunque Rosatom se ha presentado durante todo el conflicto como una empresa nuclear civil y ajena a la producción armamentística de Moscú, los vínculos de la compañía con la fabricación de armas nucleares son cada vez más evidentes. 

En enero de 2022, The Washington Post informaba sobre cómo la compañía habría estado trabajando para suministrar componentes y materias primas para fabricar misiles nucleares. En la publicación, el periódico estadounidense se hacía eco de una misiva que fue enviada por un alto cargo de Rosatom en octubre de 2022 en la que se revelaba la oferta de bienes para para fabricantes de armas rusos que están sancionados.

Meritxel Bennasar, coordinadora de Recuperación Verde y Justa de Greenpeace, lleva haciendo un seguimiento de las sanciones a Rusia desde que comenzó la guerra y considera que las sanciones a Rosatom son una de las cuestiones más complicadas. "Para ello hace falta un acuerdo por unanimidad y hay dos países que no están por la labor: Hungría y Bulgaria", cuenta. "El problema es que Rosatom es una empresa que ofrece una especie de todo incluido a los países. Es decir, te diseña la central, la construye y luego suministra su uranio. Normalmente hacen que sus plantas sean compatibles solo para los combustibles que ellos fabrican, por lo que hay países muy condicionados a nivel energético".  "Sancionar a la industria nuclear rusa significa sancionar a Rosatom con sus dos vertientes, la energética y la bélica", zanja la experta de Greenpeace.

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