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Alberto García-Alix: "La ultraderecha ha creado un fermento de odio porque ya no son los señoritos"

Alberto García-Alix
El fotógrafo Alberto García-Alix. Jairo Vargas

Alberto García-Alix (León, 65 años) acaba de presentar la nueva edición de su libro Moriremos mirando: Textos completos (La Fábrica, 2021), un volumen que recopila toda su obra escrita, que no es poca y que va del ensayo a la crónica pasando por el guion cinematográfico o la poesía. Nos recibe en su búnker madrileño rodeado de libros, cascos de moto y cuadros de su querido Ceesepe. 

Lo último que hemos visto suyo ha sido la sesión con C. Tangana, ¿qué tal fue trabajar con él?

Fue interesante, pero yo prefiero hacerlo de otro modo. Para mí un retrato es un desafío, y cuando hay marcas de ropa de por medio, la sesión queda supeditada al estilismo, algo que desvirtúa al modelo y marca una línea de fotografía. 

¿Desde cuándo se siente usted fotógrafo?, ¿cuándo comenzó su idilio con la cámara?

Desde muy joven. A los veinte yo ya me sentía fotógrafo porque me sentía propietario de lo único que era realmente mío; una fotografía. Nadie tenía que decirme cómo y dónde mirar. Siempre he sido autodidacta, lo cual no sé si está bien o mal, tiene sus virtudes y sus defectos.

Se gana en libertad...

Me busqué esa libertad. Yo no llegué a la fotografía a través de los entornos fotográficos, yo empecé a dar a conocer mi trabajo a través de las galerías de arte, como la Buades o la Moriarty. También tuve suerte y expuse muy pronto en Londres, aquello hizo que me sintiera fuerte.

¿Le dio seguridad?

Seguridad, no. Autoestima. Me sentía fotógrafo, dijera lo que dijera la sociedad.

¿Y qué decía la sociedad?

Bueno, yo en aquella época tenía muchos problemas...

¿La adicción?

Vivía en plena vorágine con los narcóticos. También bebía y fumaba porros, era un politoxicómano, estaba siempre con estimulantes.

Alberto García-Alix
Alberto García-Alix. Jairo Vargas

¿Avivaron su creatividad?

No creo que las drogas aporten nada a la creatividad. Quizá se te ocurran grandes ideas en ácido, pero luego cuando se pasa el viaje no hay nada. Cuando miro las fotos de entonces, me arrepiento muchas veces de no habérmelo tomado más en serio, de no haber puesto más intencionalidad.

¿A qué se refiere?

Para mí la intencionalidad lo es todo. El retrato es intencionalidad, una manera de mirar al otro. 

¿Trabaja mejor si conoce al retratado?

No, cuando lo conoces es más difícil. 

¿Es pura intuición entonces?

Es dejarse llevar. Yo nunca preparo las sesiones, me exijo lucidez y cierta comprensión del modelo, pero no empatía, yo soy un hombre que empatiza poco en ese aspecto. Cojo la cámara y en cuanto la tengo entre las manos, me tenso. La cámara me obliga a un ejercicio de predisposición porque hace preguntas y pide respuestas. Luego yo me encargo de quitar todo lo sobrante, quiero que nada le perturbe al espectador. Y por último estoy yo, mi estado de ese día, no todos los días está uno brillante.

¿Es más complicado retratarse a uno mismo?

Para mí la autorreferencialidad siempre ha sido muy importante. Empecé a retratarme desde muy joven para aprender pero también por coquetería juvenil. Luego la mirada evoluciona, con los años ganamos en complejidad y nos miramos de otro modo, con mayor profundidad. Yo he llegado a hacerme fotos hasta masturbándome, no tenía pudor. Otras veces intento entenderme a través de la foto, ver si soy capaz de ver en ella la claridad de mi propio enigma.

Alberto García-Alix
Alberto García-Alix. Jairo Vargas

¿Qué opina de trabajar en digital?

A mí el digital me roba la fe. En analógico tengo doce fotos en una carrete, no puedo hacer cincuenta, sólo doce. Esto me obliga a la precisión, en cada foto me tomo un tempo determinado y luego una espera hasta que revelo para poder soñar lo que vi. No es un proceso instantáneo, me meto en el laboratorio y revelo lleno de ansiedad. 

¿Hace fotos todos los días?

Lucho contra la pereza. Necesito hacer fotos aunque sean malas, el uso constante de la cámara engatilla mi nervio óptico, lo alimenta. Llevo cuarenta años haciendo fotos, es muy fácil hacerse vago, sobre todo ahora que le pido más respuestas a lo que veo. La toma fotográfica es un camino de ida y vuelta para mí, lo que miro me interroga, no sabes las miles de preguntas que pasan por mi cabeza, me pregunto cuánta ración de dolor cabe en todos nosotros, son metafísicas de la mirada para encontrar lucidez.

Su trabajo fotográfico da un viraje tras su paso por París, ¿qué le aporta esa ciudad?

Fui a París porque necesitaba hacer un tratamiento con interferón, salir de las drogas, salir de todo, escapar. Tenía una fractura sentimental muy fuerte y el tratamiento resultó ser muy salvaje, hasta el punto de que no me conocía. Me vi a solas con mi desesperación, con mi propio dolor, esto es algo que influye en la mirada, de tal forma que mi trabajo ganó en abstracción.

¿Se intelectualizó?

No estaría mal poder decir algo así... [ríe]. Se hizo más introspectivo. Empecé a hacer fotos de una manera más naturalista, como el fotógrafo que va a retratar al cazador de leones y éste aparece con su escopeta y su trofeo. En París, mi desesperación, mi dolor, mi debilidad y mi desconcierto era el pan con el que me alimentaba todos los días. Pasaba las noches tiritando, sudando fiebre en la cama, llegué a pesar 55 kilos. 

Alberto García-Alix
Alberto García-Alix. Jairo Vargas

¿Qué recuerdos guarda de los ochenta?

Me siento un privilegiado de haber vivido aquella época. Había una gran crisis económica, pero nos sentíamos libres, nos habíamos abrogado esa libertad, había una cierta aquiescencia por parte del poder.

¿Qué opina del revisionismo de La Movida?, ¿cree que fue una válvula de escape que se inventó el poder para manteneros controlados? 

Eso son gilipolleces. La válvula de escape nos la tomamos nosotros, nadie nos la ofreció, nos la inventamos. Hay que tener en cuenta que salíamos de una dictadura, llegaban tendencias de toda Europa, estaba la música y la ropa, la liberación sexual... Cogimos todo aquello con los brazos abiertos.

Ha recibido numerosos galardones, ¿cómo lidia con el poder?

Por un lado es muy halagador recibir los reconocimientos. Por otro, pienso que somos un país cicatero con los creadores. Nosotros somos la verdadera marca España, somos sus grandes embajadores. Parece que te dan la medalla y se olvidan, debería haber una compensación a esa medalla, pero se hacen la foto y se olvidan. ¿Para qué sirve?

¿Prestigio?

Los trabajadores de la cultura somos autónomos, y como tales vivimos instalados en la cuerda floja. Estamos luchando porque exista un Centro Nacional de Fotografía, porque además la fotografía española de los últimos 30 años vive un momento excepcional. Eso es lo que tendría que hacer el ministerio, ayudar a los autores con algo real, para mí una medalla es algo irreal. 

Alberto García-Alix
Alberto García-Alix. Jairo Vargas

Lleva más de media vida en Madrid, ¿la había visto alguna vez tan polarizada?

Nunca. Pero no sólo esta ciudad, España entera está polarizada. Tampoco había visto nunca tanta maledicencia política, ni tanta falsedad. Esta situación me desconcierta, me sume en dolor a mi edad.

¿Qué opina de que Vox cargue contra los menores migrantes con datos manipulados en sus carteles de campaña?

Me lo contó mi mujer y no podía creerlo. Lo peor de todo es que es una España que ha existido siempre, que se ancla a lo más rancio y retrógrado, que vive instalada en el ¡vivan las cadenas! Somos un país en el que siempre se ha castrado todo aliento progresista, es sorprendente la permisividad y hasta el ensalzamiento de ese fascismo escondido.

Usted sufrió una agresión por parte de la ultraderecha, ¿no es así?

Me pincharon en una pelea, pero fue poca cosa. En los setenta conocimos muy bien a los cachorros del fascismo, era la época de Fuerza Nueva y la extrema derecha tenía mucha impunidad. La situación ahora es muy fea, por momentos parece que se ha ido de madres, la ultraderecha ha creado un fermento de odio porque ya no son los señoritos. Hay una España profunda e inculta fascinada con ese mundo de capillita rancio.

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