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Los tentáculos del 15-M

Comisiones y asambleas siguen vertebrando el movimiento en barrios y pueblos. Las movilizaciones reavivan el tejido vecinal.

ANNA FLOTATS

El 15-M no es Sol ni Plaça Catalunya. No es Madrid ni Barcelona. Ni tal o cual plaza de otras ciudades y pueblos donde hace un año se amontonaban miles de personas para defender que otra democracia es posible. Ni siquiera el 15-M es una acampada o una manifestación. Para algunos, fue simplemente el pistoletazo de salida de una larga carrera. Más allá de apoyar y organizar acciones concretas, muchos de los miembros del movimiento han contribuido a resucitar la cultura asociativa de las ciudades.

Después de la explosión reivindicativa, con todo el mapa de España teñido de azul por el triunfo del PP en las elecciones municipales y autonómicas, centenares de indignados volvieron a sus pueblos, a sus barrios. Empezaron a reunirse para debatir, para poner ideas en común, para votar propuestas y participar activamente en las políticas que les tocan más de cerca.

'Ves que hay gente como tú y te sientes apoyada', resume Sabela Bernárdez, periodista en paro de 35 años. Participó activamente en el 15-M y luego se involucró en el movimiento desde Pontevedra (82.400 habitantes). Hasta entonces, nunca había estado implicada en una causa concreta. Quizás porque en su ciudad, cuenta, 'la gente no tiene tradición de salir a la calle a protestar'. De hecho, el 15-M no se trasladó a esta ciudad gallega hasta dos o tres días después de que el movimiento se fraguara en Vigo, Santiago y A Coruña. Cerca de 5.000 persones secundaron las manifestaciones en la plaza de la Peregrina de Pontevedra y 500 de ellas se organizaron en grupos. 'Ahora en la asamblea somos unas 80 personas activas, trabajando, aunque a veces los que dan más el callo no llegan a 20', relata Sabela.

Se reúnen cada 15 días y desde que empezó el movimiento, no han parado: han trasladado las propuestas de la asamblea al alcalde, han recogido firmas para una Iniciativa Legislativa Popular que reclame mayor participación ciudadana y, junto con otras organizaciones, han presentado ante la Fiscalía Anticorrupción la Plataforma por el Ahorro Público, que denuncia los abusos de la banca y la fusión de las cajas gallegas. Sabela insiste en que la información es uno de los pilares de sus actuaciones: 'Organizamos charlas, mesas informativas, hemos hecho caceroladas en contra de la reforma de la Constitución', rememora. 'Al fin y al cabo somos un lobby que presiona', resume.

Sergio Gallego, un sevillano 30 años, va más allá: 'El 15-M ha supuesto una revolución', sentencia. 'No estábamos acostumbrados a los movimientos asociativos horizontales, siempre necesitábamos líderes. Ahora, de repente, tenemos 15 asambleas activas en Sevilla', explica. Este licenciado en Historia del Arte en paro participa en la de Montequinto, un barrio de 35.000 habitantes. Su trabajo se ha centrado, sobre todo, en la residencia de ancianos de la zona, un equipamiento público que, según denuncia la asamblea, ha dejado de recibir ingresos de la Junta y corre el riesgo de ser cerrado. Han pedido explicaciones al alcalde en el pleno local y algunos incluso han ocupado la residencia. 'La clave es lo de siempre, trabajar localmente para actuar globalmente', resume Sergio.

'El 15-M ha reactivado la lucha social, ha despertado a la gente', afirma Pablo

Esta máxima también se impuso en Madrid, cuando se levantó la acampada de Sol para trasladar el debate a los barrios. 'Las comisiones en la plaza estaban masificadas, en reuniones de 500 o 600 personas era imposible hablar y debatir', recuerda Víctor García, de 37 años, a quien la extensión de Sol a los barrios le sirvió para seguir en el movimiento. 'Si no, no hubiera durado ni dos días', reconoce. Lejos de las macroasambleas de Sol, Víctor encontró en la asamblea de su barrio, Tetuán (156.000 habitantes), el lugar desde donde seguir esa corriente de 'participación diferente a la de votar cada cuatro años', relata.

Él se ha dedicado, sobre todo, a la creación de Silo de Tiempo, un lugar de intercambio inspirado en los conocidos bancos de tiempo, aunque a la vez alejado de ese concepto. 'En un banco de tiempo no vale el dinero, pero se usa otra moneda, que son las horas. Se repite el modelo. Con préstamos, deudas, intereses. Silo de Tiempo se basa en la confianza y en la entrega', explica. La gente sólo ofrece algo que disfruta haciendo, por lo que no es necesario que sea remunerada por ello ya que el mero hecho de realizar esa actividad le hace feliz.

Otro madrileño, Pablo Cevas, de 30 años, también vivió el 15-M en Madrid, pero él no bajó a los barrios. Se ha mantenido en la comisión de comunicación, después de pasar por otros dos grupos al principio del movimiento. 'Al tercer día de visitar la acampada, me di cuenta de que podía echar una mano. Estaba en paro y llevaba mucho tiempo esperando algo parecido', recuerda. Este periodista, que participa en la gestión de algunas redes sociales y páginas webs vinculadas al 15-M en la capital como Madrid toma la plaza, considera que la extensión del movimiento 'ha reactivado parte de la lucha social'. 'Ha despertado a la gente, que ha visto que cuatro personas pueden hacer un montón de cosas', explica.

En Barcelona, otro motor del 15-M, el movimiento también se descentralizó. Se alejó de Plaça Catalunya y se instaló en los barrios de la ciudad, donde ya había cierta tradición asociativa, en mayor o menor medida. Oriol Barba, de 27 años, ya estaba implicado en algunas entidades de su barrio, Sarrià-Sant Gervasi (140.000 habitantes), pero a raíz del 15-M vio que el tejido vecinal se fortalecía. 'Las asambleas no están muy concurridas, pero si organizas un acto concreto, la gente se apunta', cuenta. Oriol asegura que el 15-M ha mejorado 'dinámicas sociales que ya estaban en marcha'. Por ejemplo, muchos vecinos han empezado a participar en el centro cívico Orlandai, gestionado por entidades del barrio, y otros tantos se han puesto a trabajar para parar un proyecto del Ayuntamiento de Barcelona en Collserola que afecta a los barrios de montaña.

'El trabajo local cada día es más necesario', asegura Águeda En otro barrio barcelonés, Poble Sec (41.000 habitantes), trabajan otras 30 personas, que se reunen en asamblea cada dos semanas. Entre ellas se encuentra Águeda, desarrolladora web de 37 años, que ya colaboraba con grupos de lucha por el derecho a la vivienda. Aunque no participó en las comisiones de Plaça Catalunya, se implicó a fondo cuando el movimiento se descentralizó. 'En Poble Sec ya había una asamblea de barrio, estaba creada una cierta estructura que ha sabido recoger muy bien la oleada del 15-M', explica. Águeda, que entiende la asamblea como 'un espacio abierto', defiende la autonomía y la flexibilidad del grupo. Además de impulsar la red de intercambio Trocasec, la asamblea también presta ayuda a desahuciados a través de la Red de Apoyo Mutuo. Una de sus últimas acciones es el apoyo a Pedro, un hombre parado desde hace dos años que ha decidido acampar ante una oficina de Bankia para evitar ser desahuciado. 'El trabajo local, de proximidad, es muy importante y cada día hace más falta', asevera Águeda.

El caso de Oriol y Águeda es parecido al de Estefanía Pasarín, una joven de 25 años que ya era activista antes del 15-M. Además de participar en diferentes ONG y organizaciones ecologistas y feministas, esta camarera licenciada en Sociología con un máster en Cooperación Internacional, empezó a implicarse en la asamblea de Barakaldo (100.000 habitantes) cuando se levantó la acampada del 15-M. Sus actuaciones se han centrado en reclamar la derogación de la Ordenanza Reguladora de Aparcamiento del municipio y apoyar a Ecologistas en Marcha, que denuncian la contaminación del pantano de Oiola, el principal recurso de agua potable de Barakaldo. La asamblea, formada por un grupo estable de 20 personas, es un elemento fundamental, según Estefanía. 'Lo mejor del 15-M es que mucha gente que antes no se paraba a pensar, ahora reflexiona y tiene un espíritu crítico'.

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