Espejos extraños

La derecha y el siempre deseado blanco de la educación (II)

Estudiantes y su profesora con mascarilla en un aula de una escuela de la localidad de Guwahati, en el estado nororiental de Assam, en India. REUTERS/David Talukdar
Estudiantes y su profesora con mascarilla en un aula de una escuela de la localidad de Guwahati, en el estado nororiental de Assam, en India. REUTERS/David Talukdar

Traducción de Bryan Vargas Reyes

En Brasil, pueden identificarse dos acciones principales del nuevo (viejo) conservadurismo de derecha y de extrema derecha en el ámbito educativo. La primera consiste en la iniciativa "Escuela Sin Partido", creada en 2004 con el objetivo de supuestamente eliminar el "adoctrinamiento ideológico" en las escuelas. A partir de 2013, con el giro de la política brasilera para la derecha (intensificando la desinformación por parte de la extrema derecha por vía de las fakenews, persecución político-judicial al Partido de los Trabajadores (PT) en el ámbito de la operación de Lava-Jato, especialmente en contra de la Presidenta Dilma Rousseff en 2016, y la elección de Jair Bolsonaro en 2018) la "Escuela Sin Partido" intensificó su acción con decenas de proyectos de ley presentados a los órganos legislativos en los varios niveles de gobierno (municipal, estatal y federal) con medidas que violaban los derechos humanos fundamentales, la libertad de cátedra y la propia Constitución, un conjunto ideológico altamente conservador cuya inconstitucionalidad ha sido cuestionada por varios organismos nacionales e internacionales. La segunda acción consiste en el ataque multifacético a las universidades públicas, que implica, en particular, recortes presupuestarios con la consecuente falta de financiación y el cuestionamiento del sistema democrático para la elección de los rectores de las universidades públicas federales. El gobierno de Jair Bolsonaro ha ido ignorando la elección de rectores progresistas e incluso ha nombrado rectores-interventores como en la época de la dictadura que imperaba en el país entre 1964 y 1985.

En la India, desde que Narendra Modi y su partido (BJP) llegaron al poder (2014) ha habido un ataque sin precedentes contra la libertad académica. El sistema universitario indio es muy diverso y está compuesto por universidades públicas y privadas, centrales (o federales) y estatales, universidades para minorías, universidades religiosas, etc. Los ataques a las universidades públicas centrales son los que han tenido más publicidad. Se intensificaron a partir de 2014 aunque anteriormente habían estado dirigidos por la organización juvenil del partido que ahora está en el poder. Tanto profesores como líderes estudiantiles han sido criminalizados bajo la ley antiterrorista y las reuniones o encuentros promovidos por estudiantes o profesores han sido prohibidas con el pretexto de abordar temas políticamente sensibles. Al igual que ha sucedido en otros países, los ataques directos a la libertad académica se han complementado con ataques indirectos, es decir, con la precariedad de los contratos de los docentes, el nombramiento de administradores impuestos por el Estado, la supervisión ideológica de los planes de estudios y el nombramiento sistemático en los principales puestos universitarios de ideólogos de derecha y partidarios del BJP, a menudo sin las calificaciones académicas necesarias.

En Colombia, el conservadurismo ha tenido como objetivo constante la universidad pública y el pensamiento crítico. Mediante acusaciones temerarias, estigmatizaciones y montajes judiciales se ha querido incriminar a lo largo de los últimos años a profesores y estudiantes y así poder vincularlos a grupos terroristas. Pero no se han quedado solo allí. Recordemos que también han amenazado y atacado la vida de aquellos profesores "que incomodan", quienes, muchas veces, hacen parte también del movimiento universitario en defensa de la educación pública o de los sindicatos de sus respectivas universidades.

Cuando no han logrado doblegar a los protagonistas de la lucha por la educación pública, la estrategia optada por estos grupos retardatarios ha sido desfinanciar y ahogar presupuestalmente el sistema universitario público transfiriendo fondos a las universidades privadas. Las políticas de la derecha, y sobre todo de la derecha neoliberal, luchan contra la idea de universidad pública y su respectivo proyecto de país cada vez más incluyente y solidario, que obviamente el neoliberalismo no está dispuesto a permitir. En esta vía, el capitalismo universitario desea transformar la idea de universidad en una idea de empresa, para así colocar a los profesores como proletarios y dejar a los estudiantes en el plano de meros consumidores. En ultimas, quieren una universidad y una escuela "sin ideología", pero que en la práctica estará dotada con toda la ideología del mercado.

En Portugal, el conservadurismo de extrema derecha, que siempre existió antes y después de la Revolución del 25 de abril de 1974, hoy tiene un partido, Chega, que reúne a su alrededor a todos los movimientos neonazis y nacionalistas que nunca se conformaron con la derrota que sufrieron con la Revolución. Su estrategia a futuro se basará en la capitalización del descontento que puede causar la crisis económica y social derivada de la pandemia. El conservadurismo moderado se vio inmovilizado por la pandemia porque el consenso en la lucha contra la crisis de salud fue inicialmente abrumador y el gobierno de izquierda mostró eficacia y coherencia en las medidas a corto plazo. Desesperado en busca de una agenda que pueda atraer a sus partidarios, la encontró recientemente en la disputa sobre el carácter obligatorio u opcional de la asignatura de Ciudadanía y Desarrollo en la educación secundaria. Dicha asignatura es obligatoria. La polémica surgió cuando los padres de dos estudiantes de Vila Nova de Famalicão (al norte del país) invocaron la objeción de conciencia para no permitir que sus hijos asistieran a la asignatura, con el argumento de que los temas de esta eran una responsabilidad familiar. Los estudiantes reprobaron por ausencias, fueron admitidos por la escuela para pasar de nivel, el Ministerio de Educación rechazó el trámite y exigió que los estudiantes asistieran a un plan de recuperación, plan que los padres rechazaron, adelantando una medida cautelar que fue aceptada por el tribunal. La decisión de fondo está aún pendiente.

Curiosamente, el conservadurismo y la derecha en Colombia aplicaron igualmente la receta de luchar contra la educación sexual en las escuelas. Llegando incluso a acusar al Acuerdo de Paz de 2016 de ser portavoz de la "ideología de género". Múltiples marchas en contra de cartillas sobre educación sexual para las escuelas públicas y notificas falsas sobre el enfoque de género en el Acuerdo de Paz, dejaron entrever el carácter prejuicioso de un sector amplio de la sociedad.

En Portugal, personalidades de derecha, tanto seculares como religiosas, han publicado un manifiesto a favor del carácter opcional de la asignatura. No podían elegir un objetivo menos adecuado y un tiempo menos oportuno. Vivimos en medio de un período de crisis sanitaria que nos ha estado enseñando la necesidad de un consenso político sobre los temas de los que depende nuestro futuro y el de las generaciones que nos siguen. Educar para la ciudadanía, en todas sus expresiones, es ahora más urgente que nunca. En este contexto, afirmar libertades que pueden desestabilizar la educación de los jóvenes y cuestionar aún más sus expectativas adquiere una gravedad particular. Todo el mundo recuerda las manifestaciones en los Estados Unidos de las fuerzas de derecha y de extrema derecha contra el uso de máscaras y el distanciamiento sanitario. La repulsión fue general. En el caso de la educación sexual (porque este es el quid de la molestia) no está en cuestión la desobediencia a las directrices de la OMS, se trata de la violación de los tratados internacionales de derechos humanos que Portugal ha ratificado.

Recordemos que el principio de igualdad de género y respeto por la diversidad sexual es ahora reconocido internacionalmente, y es de ahí que surge la demanda de educación sexual en las escuelas, que, además, está ocurriendo en toda Europa. Y para sorpresa de los conservadores portugueses, los estudios muestran que los padres estadounidenses, cualquiera que sea su orientación política, están abrumadoramente a favor de la educación sexual en la escuela. Entre otras motivaciones, muchas de ellas prefieren que la escuela trate temas que, por importantes que sean, pueden ser inconvenientes cuando se tratan en la intimidad familiar. Otros temen que, a falta de escuela, las redes sociales ocupen este espacio sin ningún control.

La controversia que ha surgido en la sociedad portuguesa muestra hasta qué punto el Portugal profundo sigue siendo sexista (y ciertamente también racista, ya que los dos prejuicios van juntos, como muestran varios casos recientes). Hace cincuenta años las escuelas enseñaban que las mujeres debían obedecer a sus maridos, que no podían ocupar ciertos cargos porque carecían de capacidad física o mental, y que los homosexuales eran enfermos (si no criminales). Las transformaciones políticas que hemos atravesado y los movimientos sociales que les siguieron en favor de los derechos sexuales, y todo el movimiento mundial por los derechos humanos, fueron sedimentando una nueva cultura de paz y convivencia, de reconocimiento de la diferencia y de respeto por la diversidad. Esta cultura se solapa con siglos de prejuicios y siglos de privilegio, en los que tales prejuicios se han traducido y siguen traduciendo. La inercia social que esto causa se produce en todo momento, como en el presente caso. De ahí la necesidad de que la escuela participe activamente en el aprendizaje de una cultura democrática, no excluyente, promotora de los derechos humanos. Y las escuelas ciertamente lo hacen de una manera mucho más confiable que las redes sociales.

A la luz de cualquiera de los tres movimientos globales de ideas de origen europeo (liberalismo, socialismo, derechos humanos), esta iniciativa del conservadurismo portugués significa una violación de los objetivos de inclusión social igualitaria que dominaron en los últimos cien años y, en Portugal, solo en los últimos cincuenta años. Debido a esta particularidad portuguesa, poner en duda la vigencia plena de la educación para la ciudadanía es particularmente grave. Es que, detrás de la convicción de los conservadores de la derecha moderada, se esconde la extrema derecha, probablemente con el objetivo de sobreponerse en la polarización que explotará a toda costa. La presencia de la jerarquía de la Iglesia católica, en abierta desobediencia al Papa Francisco, es una señal adicional de preocupación. No olvidemos que la jerarquía de la Iglesia católica portuguesa defendió el fascismo (y el colonialismo) hasta sus últimos momentos. Y, por supuesto, es particularmente importante que los tribunales no renuncien al hacer valer los derechos de igualdad y orientación sexuales consagrados en las leyes y la Constitución. Recordemos que en esta materia hubo decisiones recientes muy problemáticas y justificadas por motivos ilegales.

No es opcional volver atrás. Los contratiempos en la educación son siempre un terrible presagio para la sociedad. Si la igualdad sexual fuera la ideología de género, la igualdad racial sería la ideología racial y la lucha contra la pobreza sería la ideología clasista. Y, en última instancia, la lucha contra el fascismo sería la ideología...democrática.

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