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Palestina Palestinian Animal League, cuando el rechazo a la violencia nos pone en el mismo bando

La única organización de ayuda a los animales de Cisjordania aúna el empoderamiento de las personas con la mejora de las condiciones de vida de los animales, todo ello baja la ocupación del Estado de Israel.

Vista de Palestina. / L.L.R

Laura L. Ruiz

“Aunque lo que haga me parezca horrible, no puedo hacérselo ver. Si no, nunca más me recibiría ni podría ayudarles”, explica Ahmad Safi en inglés delante de un hombre de mediana edad que se decida a comprar y vender caballos y burros. Estos están en condiciones pésimas, con apenas agua para beber y con un escaso suministro de heno para comer.

Las costillas de muchos de ellos evidencian que toman lo justo para seguir manteniéndose en pie bajo el sol abrasador de junio. “Al menos hemos logrado que acceda a que podamos verlos y ha puesto una láminas de uralita para las yeguas y los potros más jóvenes”. A Ahmad le acompaña Murad Mlehat, veterinario que examina a los caballos y comenta en bajo lo que viendo.

El trabajo de mediación con el ganadero, tal vez la parte más difícil, recae en Ahmad, director de Palestinian Animal League (PAL). Él sabe que el tacto es fundamental para que la vida de estos animales no vaya a peor, ya que el objetivo es que sobrevivían y que poco a poco la violencia contra ellos acabe.

Una violencia que no es ajena a ninguno de los que componen la escena. En esta parte del mundo, los roles de agresor y víctima se invierten a cada momento. Estamos cerca de Jalazoune, un campo de refugiados al norte de Ramallah, una ciudad que se ha convertido en la capital palestina desde hace décadas después de que Israel impidiera el trabajo ordinario de los funcionarios en Jerusalén.

Del propio campo de refugiados de Jalazoune es Ahmad, que nos explica como la ocupación israelí se hace presente en todos los ámbitos de la vida. No en vano, PAL es la única organización en defensa de los animales que opera en Cisjordania. “Tenemos dificultad para traer de fuera material necesario para atender a los animales, nos complican mucho ir de una ciudad a otra y muchas veces el foco de los problemas son los propios soldados israelíes”.

PAL es la única organización en defensa de los animales que opera en Cisjordania

Los voluntarios de Palestinian Animal League han recopilado testimonios de personas que han visto cómo los militares sueltan perros con enfermedades en territorio palestino o jabalíes traídos de otras zonas para que destruyan cultivos y atemoricen a la población. Por eso, uno de los primeros proyectos que puso en marcha Palestina Animal League fue un programa para la esterilización de los perros callejeros que deambulan por el territorio palestino.

Se trata de manadas asilvestradas, que temen a los humanos y que muchas veces se encuentran en medio de la violencia de la ocupación. PAL, gracias a un acuerdo con la Universidad de Tulkarem, han ido controlando la población, dando tratamiento a los canes con heridas o problemas e incluso buscando un futuro para estos animales. Un trabajo complicado en un país como Palestina, no por el supuesto rechazo del Islam a tener animales como los perros dentro de casa, si no por el elevado porcentaje de la población que les tiene miedo.

En muchos controles, o checkpoints, los perros son usados por los militares israelíes para asustar e incluso ordenan atacar a los palestinos que son considerados sospechosos. En las aldeas alrededor de Nablus y en la propia ciudad, cuesta encontrar alguien que quisiera acariciar un perro. Y mucho menos adoptarlo.

Empoderar a los jóvenes y las mujeres

En una situación de violencia diaria, es fácil encontrar casos donde el maltratado busca maltratar a otro aún más débil. Es lo que vieron Ahmad y sus compañeros cuando impulsaron el proyecto ‘Youth for Change’ (Juventud por el cambio), el germen de Palestina Animal League. Se trata de un programa de sensibilización que trata de que los niños y adolescentes que acaban pagando la frustración de la ocupación con otros animales -tirando piedras a los perros callejeros, cazando pequeñas aves o golpeando a los caballos- redirijan esa energía a actividades constructivas.

Menores que reciben talleres y charlas para fomentar la empatía e identifiquen sus emociones, para en un futuro ser capaces de gestionarlas y enseñar a otros que la violencia nunca debe ser la respuesta. Muchos de esos jóvenes que hace ya cuatro años recibieron esta formación en distintos puntos de Palestina, hoy son monitores de PAL que ahora dan esta formación capitaneados por Sameh Arekat. Una formación que no acaba y en nada más acabar las clases de los institutos y la universidad, acuden a un encuentro de monitores en Bethlehem/Belén. Se trata de empoderar a los jóvenes para pensar que, aunque la ocupación les impide hacer muchas cosas, solo ellos pueden hacer que su futuro sea mejor.

Sudfeh ofrece comidas sin productos de origen animal para palestinos veganos

En el encuentro de voluntarios de esta organización podemos ver que una mayoría aplastante de los interesados son mujeres. Nueve frente a dos monitores. Ellas, precisamente también han sido las protagonistas de otro proyecto de PAL: la primera cafetería vegana de Palestina. Se trata de Sudfeh, un restaurante ideado por cuatro estudiantes de 14 años que abrió sus puertas en octubre de 2016 en el campus de la Universidad de Al Quds, en Jerusalem. Una oportunidad para que los más de 13.000 estudiantes del campus y el resto de personal docente y administrativo descubra y disfrute de comidas sin productos de origen animal.

“Cien por cien vegetales, sin sufrimiento animal y con platos tradicionales palestinos”, comenta uno de los voluntarios que trataba en ella, que recuerda que el recinto que pudo poner en marcha gracias a un crowdfunding que logró recaudar alrededor de todos el mundo 11.000 euros. Aunque en estos meses cerrada por las vacaciones escolares, Sudfeh se ha convertido en el referente de comida vegana en un país que poco a poco recupera su herencia gastronómica, basada en los garbanzos, las verduras, el aceite de oliva y los dulces a base de dátiles y frutos secos. “Además, se trata de una oportunidad para que muchos vean que comer sin explotar o matar animales es posible y muy sabroso”, comenta Ahmad.

Adolescentes palestinas participantes en el proyecto Youth for Change. L.L.R

Adolescentes palestinas participantes en el proyecto 'Youth for Change'. / L.L.R

El turismo religioso, otra fuente de explotación

De camino a Jerichó/Jericó, el equipo de PAL para en un referente turístico a medio camino del Mar Muerto. No se trata de una visita de ocio, quieren mostrar cómo los burros son explotados para trasladar a los turistas de un lado a otro en pleno desierto. Estos deben recorrer un camino empinado, serpenteante, de apenas dos kilómetros hasta llegar al monasterio ortodoxo que se encuentra escarbado en la roca, en el camino que supuestamente recorrió Jesús. Los burros deberán esperar al sol para después recorrer el mismo camino, pero esta vez cuesta arriba. Una vez acabada la ‘jornada laboral’, la realidad de los burros no mejora.

Ahmed recuerda el difícil equilibrio entre ayudar a los animales y no enfrentarse a las personas

Uno de los miembros de PAL descubre en lo alto de la montaña colindante un equino atado a una roca. Se trata de uno de esos burros usado con los turistas, con las costillas marcadas y sin nada que beber ni comer. El director de PAL lo tiene claro: "acudiremos al lugar más cercano para comprar tanta agua como se pueda". Con 14 botellas de dos litros cada una, empiezan a darle a beber y le vierten otras dos por el lomo, para aliviar el intenso calor del desierto del Valle del Jordán. Con cuidado de que no entre en colapso, el burro va bebiendo todo lo que le ofrecen, aunque sin poder hacer nada más por él.

De nuevo, Ahmed recuerda el difícil equilibrio entre ayudar a los animales y no enfrentarse a las personas. En lugar de mover al burro y enfadar al campesino, regresará más tarde para tratar de convencer a su cuidador de que mejore las condiciones del equino. Una concienciación que también pasa por los turistas que usan estas ‘atracciones’, aunque en este caso la sensibilización es más complicada al ser la mayoría de ellos colonos de asentamientos ilegales de alrededor.

Burro sediento en las colinas de Palestina / L.L.R

Burro sediento en las colinas de Palestina / L.L.R

Muros que generan enfermedades

Cerca de Hebrón se encuentra otro de los veterinarios de PAL, Malek Balloot. É inició el proyecto de esterilización de perros callejeros en Tulkarem y ahora, en Beni Na’im, su aldea natal, trata de continuar su labor de sensibilización. Ha encontrado trabajo en una empresa de productos veterinarios y aprovecha sus visitas a otros veterinarios para ampliar sus miras respecto a los animales. Él fija su atención en la legislación, ya que otro de los proyectos de Palestina Animal League es que el país tenga una legislación de protección animal.

El doctor Ballot ha visitado otros países como Reino Unido para saber cómo se trabaja allí con los perros callejeros y cómo la sociedad va respondiendo a los avances en la concienciación animal. “Estuve en Essex con la organización ‘Dog Trust’ y amplié mis horizontes para saber como capturar, intervenir y rehabilitar a los perros callejeros, pero no solo vi eso”, comenta, ya que gracias a su experiencia ha reforzado sus ganas de seguir trabajando por los animales.

Hace en una zona especialmente castigada por la ocupación, ya que su aldea de más de 20.000 personas, ha sido prácticamente aislada por los asentamientos ilegales de colonos. “Hebrón está a ocho kilómetros de aquí. Antes tardábamos 10 minutos en coches en llegar. Ahora han cortado las carreteras para los palestinos y tardamos 40 minutos en llegar”. Balloot visita frecuentemente a los veterinarios del Ministerio de Agricultura y revelan otra vez lo que ya se denunció en el norte del país: están apareciendo cerca del muro manadas de perros infectados con enfermedades como la rabia. Los veterinarios de la zona lo tienen claro.

“Se trata de una estrategia para que los pastores no pasen por sus tierras, las que ahora están atravesadas por otro de los muros que preparan el lugar para nuevos asentamientos”, explica un funcionario que prefiere no dar el nombre. Ante la pregunta de qué hacer, todos se encogen de hombros. “Nuestros recursos son escasos, no dejan que traigamos más medicinas y cada vez hay más posibilidades de que esto se convierta en un peligro para la sanidad pública”, comenta otro, mientras el resto es consciente al mirar al mapa de qué se trata de un problema que pone a humanos y animales en la misma categoría de víctimas.

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