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Ataque sónico a EEUU Una chapuza de espionaje en Cuba

El supuesto ataque sónico contra diplomáticos de EEUU parece un efecto secundario accidental de transmisores ocultos.

Embajada de Estados Unidos en Cuba/REUTERS

MALEN RUIZ DE ELVIRA

Hay toda una disciplina que se conoce como ingeniería inversa y es la que han utilizado unos expertos para llegar a la que parece la explicación más probable para los síntomas, de cierta gravedad, que afectaron a dos docenas de diplomáticos estadounidenses y canadienses en La Habana el año pasado. El misterioso incidente tuvo efectos adversos en las relaciones diplomáticas entre estos países y Cuba e incluso ha entrado como síndrome nuevo en los anales de la medicina.

La conclusión del nuevo estudio es que se produjo una interferencia accidental entre varias señales ultrasónicas (que el oído humano no puede percibir) que dio lugar a señales audibles que causaron considerables molestias auditivas y de otro tipo en los diplomáticos. Aunque la interferencia fuera accidental, al menos una de las fuentes de los ultrasonidos era desconocida, un aparato (probablemente de espionaje) que no debería haber estado allí, creen los investigadores.

Las frecuencias de ultrasonidos, entre los 20 y los 200 kilohercios, se propagan mal por el aire y no causan molestias, y mucho menos síntomas como el dolor de oídos y de cabeza, el sangrado nasal, los mareos y otros que afectaron a los diplomáticos, recuerda el prestigioso IEEE. De hecho, normalmente estamos rodeados de fuentes de ultrasonidos, como las alarmas contra robos, las cámaras de seguridad, los aparatos repelentes de roedores y otros.

Los científicos partieron de unos cortísimos registros hechos públicos en forma de vídeo en octubre pasado por la agencia de noticias AP, de los sonidos muy agudos y repetidos que algunas de las víctimas habían oído antes de tener los síntomas. Eran señales de alrededor de 7 kilohercios. Con simulaciones y experimentos para estudiar cuál pudo ser el origen de estos sonidos llegaron a la conclusión de que era una señal periódica causada por un fenómeno llamado distorsión de intermodulación que puede darse cuando hay múltiples señales ultrasónicas en el mismo espacio. En un experimento con dos emisores ultrasónicos, uno de 25 kilohercios y otro de 32 kilohercios, las señales produjeron un sonido audible y periódico de 7 kilohercios, la diferencia entre las dos frecuencias.

"Hemos demostrado que el daño pudo ser no intencionado, un efecto secundario de un transmisor ultrasónico para el espionaje que funcionó mal", explica Kevin Fu, experto en ciencias de la computación e ingeniería de la Universidad de Michigan (EE UU) y de la Universidad de Zhejiang (China). "Un dispositivo defectuoso que estaba diseñado para robar información o espiar una conversación de forma inaudible con transmisión ultrasónica parece más plausible que un arma sónica", añade. El equipo de científicos ha publicado un informe técnico sobre sus resultados y lo explicará en la revista IEEE Spectrum este mes.

Que fuera un emisor secreto y que además fuera responsabilidad de Cuba no es algo que esté demostrado, por supuesto, ya que en una misma habitación de la embajada podía haber varios dispositivos ultrasónicos, como un detector de ocupación de la habitación y un inhibidor de frecuencia (precisamente para evitar el espionaje), señalan otros expertos, pero es la explicación más lógica por ahora.

Mientras tanto, médicos estadounidenses han concluido que las víctimas de este accidente o ataque sónico presentan los síntomas de una leve conmoción cerebral, sin que exista, extrañamente, ningún golpe de por medio. Investigadores de la Universidad de Pensilvania creen que es un síndrome neurológico nunca visto antes y así lo han publicado en la revista JAMA. Se ha producido daño cerebral sin duda alguna y 17 de las 21 víctimas estudiadas en la universidad tienen dificultades para realizar rápidamente tareas mentales y pérdida de memoria. Otros síntomas, como déficits en el movimiento de los ojos y en el equilibrio no se pueden simular, señalan los investigadores, por lo que rechazan tajantemente que la causa sea psicosomática, algo por lo que se inclinan, por cierto, en al menos algunos de los casos los médicos cubanos que están colaborando en la investigación que el FBI tiene todavía en marcha. Falta todavía hacer un estudio de imagen cerebral más detallado que la resonancia estándar, que podría detectar los daños cerebrales.

La conclusión más general es que aunque los ultrasonidos se consideren seguros para la salud, son al fin y al cabo contaminación electromagnética y hay que saber que en determinadas circunstancias pueden combinarse para producir tonos audibles y potencialmente peligrosos.

En el aspecto político, el presidente Trump ha aprovechado el incidente para dejar bajo mínimos a la embajada de Estados Unidos en Cuba, una situación que se prolongará indefinidamente, comunicó la Secretaría de Estado la pasada semana. “La embajada continuará operando con el personal mínimo necesario para llevar a cabo funciones diplomáticas y consulares indispensables. La embajada funcionará como una asignación sin acompañantes, definida como una asignación en un país en el cual no se permite que residan miembros de la familia”, se señala en el comunicado.

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