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Revolución en Armenia La revolución continúa en Armenia y crece la esperanza de cambio dentro y fuera del país

La pacífica revolución armenia devuelve la confianza en la democracia y apunta a un cambio radical de toda la sociedad.

Dos jóvenes armenios portando una bandera durante una concentración en Yereván, Armenia. / Reuters

Corina Tulbure

“No creíamos que el cambio fuera posible, pero todos queríamos que ocurriera” explica en un café en Yereván Taguhi Ghazarian, participante en las protestas que llevaron al fin de la época de Serge Sargsián. Tras un decenio en el poder, Serge Sargsián, del Partido Republicano, se preparaba para seguir en el cargo, después de haber impulsado cambios en la Constitución que le garantizaran la permanencia en el poder. “Durante años, el Partido Republicano nos ha convertido poco a poco a todos en marginales, ha gobernado sin la gente. Pero cuando conviertes en marginal a toda la población de un país, al final el marginal eres tú mismo”, prosigue la activista, que recuerda el punto de inflexión desencadenado por la revolución, tanto en su vida, como en todo el país.

En un momento de auge de los dirigentes autócratas en Europa, como Viktor Orbán en Hungría o Jaroslaw Kaczynski en Polonia, y de movimientos nacionalistas y xenófobos en todo el continente, el éxito de la pacífica revolución en Armenia ha devuelto la confianza en la democracia no solo a los armenios, sino también fuera del país. Taguhi empezó formando parte del movimiento ¡Rechaza a Serge! y sigue estando entre los que trabajan por el cambio. Asegura que el movimiento apunta a un cambio radical en Armenia y que ha sido único en su generación, dado que sienten haber recuperado no solo la política, sino el país.

Recuerda las palabras del experiodista, ahora Primer Ministro Nikol Pashinyan, durante las manifestaciones: “El futuro de Armenia depende de una persona y esa persona eres tú. Sentía que no podía hacer nada porque era una persona sola y a la vez sabía que mi sitio estaba en las plazas”. Antes de la revolución se planteaba dejar el país, como otros muchos miles de jóvenes armenios, ante la falta de futuro y el estancamiento del país. Los motivos eran económicos y sobre todo políticos, debido a la perspectiva de continuidad en el poder de Serge Sargsián y su grupo fiel.

No obstante, en el pequeño país de poco más de 3 millones de habitantes, las protestas han marcado solo el inicio del cambio, porque la revolución en Armenia continúa.

"Bajo el Gobierno anterior se había creado un sistema de corrupción completo"

A pesar del nombramiento de Nikol Pashinyan como Primer Ministro, queda el legado del antiguo poder político y, con él, el problema de la corrupción. La revolución parece haberse trasladado de la calle a las instituciones y de la “euforia a la responsabilidad”, según comenta A. Nazaryan, activista también participante en el movimiento opositor.

Hace unos días se produjo la detención de Robert Kocharyan, que presidió el país desde 1998 a 2008, tras haber sido acusado de violar la Constitución y de responsabilidades en la represión con violencia de las protestas de 2008, cuando perdieron la vida diez personas.

Años de continuidad del mismo partido en el poder han hecho que se consolide una red con corredores que unen a los políticos con el mundo de los negocios, un Estado paralelo, lo que el politólogo armenio Mikael Zolyan considera “un profundo Estado informal, que capturó las instituciones oficiales del Estado. Bajo el Gobierno anterior se había creado un sistema de corrupción completo, lo que los armenios solían llamar un régimen criminal y oligárquico, en el que no estaba solo el Partido Republicano o más precisamente el equipo político de Serge Sargsián, sino también muchos hombres de negocios, oficiales y jueces que se han ido involucrando en la corrupción. El problema con el equipo de Serge Sargsián es que ha estado conectado muy de cerca con las redes informales de corrupción y toma de decisiones desde la sombra…”.

Así, el nuevo Gobierno está lidiando no solo con cambios legislativos que permitan reformas democráticas, sino también con la corrupción de las antiguas estructuras de poder y la resistencia de estas estructuras ante las reformas.

En una entrevista con Público, el portavoz del Primer Ministro de Armenia, Arman Yeghoyan declara que “la corrupción es un problema sistémico, es un sistema de economía y de relaciones públicas que normalmente es promovido por los oficiales políticos de más alto nivel. Para el Primer Ministro, la principal vía para combatir la corrupción es no estar involucrado en ella. Si el jefe de Estado no está involucrado en la corrupción, ésta disminuirá puesto que los oficiales de nivel inferior se lo pensarán dos veces antes de aceptar sobornos. No menos importante es asegurar unos salarios elevados para los oficiales del Estado”.

Por eso mismo las protestas desencadenaron cambios profundos en la sociedad y un proceso de reformas dentro de las mismas instituciones. “Ahora es la responsabilidad de cada uno que este cambio se lleve a cabo completamente”, comenta Ashot Khachatryan, doctorando en Ciencias Políticas. Con vistas a organizar nuevas elecciones, sobre la mesa están la redacción de una nueva Constitución y una nueva ley de Partidos que garantice elecciones libres.

Como otros muchos, Khachatryan intenta ayudar al nuevo Gobierno. Igual que Taguhi, su idea había sido dejar el país “porque antes sentía que no me pertenecía”. Explica que la gente necesitaba incluso pedir préstamos y financiación para poder vivir, que los intereses rondaban el 30%, mientras la deuda del país aumentaba. En el campo, los campesinos se encontraban ahogados por los mismos prestamos que habían hecho que las compañías que ofrecían ayuda financiera se multiplicasen. Ahora ha cambiado de opinión, y como él, muchos jóvenes de la diáspora de Armenia han regresado al país. “Trabajamos las 24 horas, no queremos perder la oportunidad de cambiarlo todo. No es una relación basada en la autoridad, sino que todos ahora estamos involucrados” prosigue Khachatrian, que tiene tatuado sobre su brazo un “no pasarán”. Entre otros, se involucra en el proyecto de la mina de Amulsar, una explotación minera que, llevada a cabo, afectaría a la red hidráulica de la zona.

‘La democracia no es una elección geopolítica’

Con la frontera con Turquía cerrada y el conflicto de Nagorno Karabaj presente, tras la guerra de los principios de los 90, los cambios dentro de Armenia enlazan con la situación exterior del pequeño país, rodeado de enemistades. El portavoz del Primer Ministro, Arman Yeghoyan, aclara a Público que la meta de la revolución es instaurar la democracia porque “para Armenia, la democracia no es una elección geopolítica, la democracia es lo que el pueblo armenio necesita, sin la necesidad de demostrar algo a otros países”. En este sentido, opina que “Armenia no considera sus relaciones buenas y en desarrollo dinámico con Rusia y la Unión Europea como mutuamente excluyentes. El Primer Ministro no cree que la relación con un país deba desarrollarse a expensas de las relaciones con otro.”

"Armenia está pasando por cambios y reformas democráticas. Azerbaiyán sigue profundizando en sus tradiciones autocráticas"

Existen ciertos retos con los que el nuevo Gobierno debe lidiar, como la tensión en el conflicto con Azerbaiyán, de donde llegan las inquietudes.

“A medida que la revolución prosigue, el principal desafío actual para la democracia armenia es la amenaza procedente de Azerbaiyán. Después de la revolución, ambos países parecen encontrarse en dos sistemas políticos diferentes y opuestos. Armenia está pasando por cambios y reformas democráticas, mientras que Azerbaiyán sigue profundizando en sus tradiciones autocráticas.” Aclara que el temor a procesos similares de demanda de reformas en el país vecino podría provocar tensión en la región, “y creo que podrían considerar el movimiento democrático de Armenia como una contaminación; tal como lo demuestran los procesos, podrían decidir luchar contra esta contaminación por medios militares”.

Dentro de este contexto, el nuevo Gobierno apuesta tanto por ampliar las relaciones con la Unión Europea y los EEUU, como por continuar la tradicional relación con Rusia. En el territorio de Armenia existen dos bases militares rusas, una en Gyumri y otra es la base aérea del aeropuerto de Erebuni.

“Han llegado informes sobre el incremento de la actividad militar de Azerbaiyán, incluyendo a Nagorno Karabaj. Y Rusia, más que cualquier otro actor internacional, es quien tiene la capacidad de prevenir una escalada en Nagorno Karabaj”, comenta el politólogo Mikael Zolyan en referencia a los temores que despierta el antiguo conflicto.

No obstante, el foco del nuevo gobierno está puesto en el cambio dentro del país con el objetivo de asegurar nuevas elecciones democráticas y poner en marcha las reformas. “La democracia y la lucha contra la corrupción no son una elección geopolítica, no hacemos esto para agradar a otro país”, concluye el portavoz del Primer Ministro, Arman Yeghoyan.

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