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Caso Khashoggi El mundo no se acabará si cae el príncipe saudí, pero será un poco distinto

El caso Khashoggi está siendo utilizado por Erdogan para meter en cintura a uno de los países rivales en la región. Arabia Saudí, que se había presentado como un país reformista, ve cómo su reputación se viene abajo a pesar del apoyo manifiesto de Estados Unidos.

Manifestantes en las afueras del consulado a modo de protesta contra la desaparición del periodista Jamal Khashoggi.EFE

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Con toda seguridad, el príncipe saudí Mohammad bin Salman (MBS) está detrás del asesinato del periodista Jamal Khashoggi. Las autoridades saudíes ya han reconocido que se trató de un asesinato y las últimas revelaciones también apuntan en esa dirección. De hecho, todas las revelaciones que se han producido en las últimas tres semanas apuntan en esa misma dirección.

La cuestión ahora es saber si MBS va a continuar siendo el hombre fuerte en Arabia Saudí y el príncipe más cercano al rey Salman, el que le sucederá en el trono, tal como desea su padre. MBS puede ser destituido, o más posiblemente puede hacerse a un lado, pero esto último sería un gran revés para un hombre que a sus 33 años lo ha tenido todo en sus manos y ha ido sembrando un montón de enemigos que han quedado en la cuneta y a los que a buen seguro les gustará ajustar cuentas con él si abandona el poder.

La realidad es que al cabo de las últimas tres semanas MBS ha emergido como un “carnicero” a los ojos de mucha gente dentro y fuera de su país, no en la lucha contra el islamismo radical, como pueden decir Abdel Fattah al Sisi o Bashar al Asad, sino en un combate singular contra un simple disidente, un periodista crítico con su gobierno, que no es el primer periodista de esa nacionalidad que se ha encontrado en esa tesitura.

La puesta en escena a la que hemos asistido, y que ha corrido a cargo del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, no puede ser más vistosa. Erdogan nos ha presentado a un MBS que no es únicamente “autoritario”, como se nos había dicho hasta ahora, sino que es capaz de descuartizar a un periodista crítico con una orden simple.

El lunes, los turcos filtraron que durante la ejecución en el Consulado saudí de Estambul, el pasado 2 de octubre, el equipo que se encargó de la tarea llamó por teléfono cuatro veces a la oficina de MBS, desde donde aparentemente les dieron instrucciones en directo sobre cómo proceder con Khashoggi y les pidieron la “cabeza del perro”.

Apenas unos días antes, se filtró que el rey Salman (y el príncipe heredero) despacharon a Ankara a un príncipe de confianza, amigo de Erdogan, para que tratara de persuadirlo de que pusiera fin a la investigación. Erdogan rechazó una propuesta muy tentadora que incluía el fin del bloqueo saudí de Qatar.

Los saudíes llevan muchos meses bloqueando a su vecino, que es aliado de Turquía, por sus relaciones fluidas con los Hermanos Musulmanes. MBS y sus aliados en la región, quieren acabar con el llamado “islam político”, que al fin y al cabo es una ideología similar a la que tiene Erdogan. Los saudíes también se quejan de que Al Jazeera, que tiene su base en Qatar, informa más de la cuenta sobre Arabia Saudí.

Erdogan no aceptó el “soborno” de Riad. El presidente turco ha vuelto a mostrarse ante su pueblo y ante el mundo como un hombre de principios. Ya lo hizo con Israel hace unos años, con el caso del barco Mavi Marmara que fue abordado por el ejército israelí delante de las costas de Gaza con un balance de once muertos. Y también lo hizo más recientemente soportando todo lo posible la presión de su colega Donald Trump.

Erdogan no ha aceptado el “soborno” porque probablemente pensará que, en lo tocante a Arabia Saudí, puede conseguir sus objetivos manteniendo la tensión del caso Khashoggi. MBS está saliendo muy debilitado de este lío. Es difícil que renuncie puesto que a nivel personal sería un desastre para él, pero esa debilidad le forzará a modificar su política exterior en la región, una política que tanto disgusta a Erdogan.

No solo está el caso de Qatar, que está sobreviviendo al bloqueo gracias a sus enormes reservas de carburantes, sino también el de la guerra de Yemen, donde MBS ha mostrado a todos una y otra vez lo que significa el maquiavelismo. Es probable que si MBS continúa en el poder, considere ahora poner fin a esa guerra, o reducir su intensidad, no porque vaya a renunciar a su maquiavelismo sino porque las circunstancias le obligarán a cambiar de dirección.

La imagen “reformista” que MBS ha cultivado estos tres últimos años está por los suelos, pero no se ha de olvidar que durante estas tres semanas ha disfrutado del apoyo de Estados Unidos. El martes, el secretario del Tesoro de Estados Unidos se reunió con él en Riad, lo que revela que los estadounidenses siguen estando a su lado.

A Estados Unidos no le interesa un Erdogan fuerte. En realidad, los principios morales del presidente turco chocan frontalmente con la política de Estados Unidos en Oriente Próximo, de manera que para Washington es preferible tener como aliado a MBS que a Erdogan. MBS puede ofrecer a Washington y a su socio israelí mucho más que una Turquía con demasiados principios.

Erdogan ha jugado tan bien sus cartas que las filtraciones continuadas e interesadas han convertido el caso Khashoggi en un asunto de interés global, para los gobiernos y para el público en general de todo el mundo. Y el asunto ha acabado con la reputación reformista de Arabia Saudí, uno de los rivales regionales de Ankara.

Riad necesita a Estados Unidos más que al revés. Para la supervivencia de la casa de Al Saud, Washington es vital. Ocurre ahora y ocurrirá con los próximos responsables saudíes si es que MBS cae. A cambio, la administración Trump ha dicho estos días de que Arabia Saudí es un aliado muy importante de la política regional de Estados Unidos, especialmente en lo tocante a Irán.

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