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Unión Europea Sánchez pregona 'más Europa' para aplacar las iras políticas y justificar el giro social

La reforma del euro vuelve a las andadas. España acude a la cumbre de este fin de semana de la mano de las tesis integradoras de Francia y con la defensa a ultranza de un presupuesto y un subsidio de desempleo europeos que sirvan a Pedro Sánchez para justificar el viraje social de sus políticas, expuestas a la crispación de la derecha y a la afrenta de los independentistas catalanes.

Pedro Sánchez en una rueda de prensa en el Parlamento Europeo | EFE / Archivo

diego herranz

Solidaridad y, en consecuencia, avances hacia una integración fiscal, financiera, presupuestaria y monetaria del euro, o el proyecto europeo se resquebrajará. Dicho en otros términos: apelar al manido y, a la vez fustigado lema de más Europa sobre el que se ha cimentado la construcción de la Unión o, en sentido contrario, persistir en los riesgos sistémicos y estructurales que pueden precipitar a la moneda única a una próxima debacle de similares proporciones a la reciente crisis de la deuda que asoló al espacio del euro entre 2010 y 2015. Quizás la definitiva. El presidente español, Pedro Sánchez, se unirá al resto de sus homólogos en la cita del Consejo Europeo de este fin de semana con un acuerdo de mínimos sobre las reformas que demanda la estabilidad de la zona monetaria europea forjado por los ministros de Economía del Eurogrupo hace diez días, a golpe de martillo.

Después de 19 horas de deliberación y tras un año y medio de dimes y diretes entre las capitales de los Diecinueve, que han trastocados en no pocas ocasiones sus planteamientos de transformación más profunda en función de demasiados avatares: desde las convocatorias electorales en las que ha irrumpido la escalada del nacional-populismo con un claro perfil antieuropeísta, hasta tensiones entre formaciones gubernamentales que sustentan varias coaliciones, como en Alemania u Holanda, pasando por temores, infundados o no, sobre la conveniencia de instaurar fórmulas paneuropeas que superen las rencillas entre los Estados-nación y generen un clima de solidaridad que añada oxígeno y estabilidad al proyecto político y económico de la UE por antonomasia: su divisa. Y, obviamente, del cambio de gabinete en países como Italia o España, que han protagonizado, además, alternancias de signo político y, por ende, intentos de transformación de sus políticas económicas. Aún sometidas al criterio de la Comisión Europea y, en el caso español, a un improbable apoyo parlamentario al presupuesto de 2019.

1.- ¿Con qué reformas del euro se encontrarán los líderes europeos? La cumbre se iniciará con el dilema de ver la botella medio llena o medio vacía. Depende. Del cristal como se mire. Porque el Eurogrupo se ha limitado a poner sobre la mesa de los líderes europeos un road map con un mínimo común denominador. Casi el mismo esquema que surgió el fallido intento de impulsar una agenda reformista ambiciosa de la cita de junio pasado. En torno a tres instrumentos claves para reforzar la integración del euro. Por un lado, el Mecanismo Europeo de Estabilidad (ESM, según sus siglas en inglés), llamado a convertirse en un Fondo Monetario Europeo (FME) que se erija en prestamista de última instancia para socios bajo amenaza de quiebra, que tendría una dotación de 55.000 millones de euros -la cifra a la que está dispuesta a llegar Alemania- pero al que se opone la llamada nueva Liga Hanseática de países del norte, capitaneados por Holanda, reacia a proclamar que sea un auténtico FME.

De otro, el Fondo de Depósitos, la reivindicación del BCE para garantizar monetariamente futuros procesos de recapitalización bancaria y al que ve como una herramienta indispensable para consolidar la unión bancaria. Y un mecanismo para la reestructuración de deudas que revise y, en su caso, ampare procesos de alteración pactada en vencimientos urgentes de los servicios de deuda de los socios con riesgos de impago. En línea con los dos grandes foros globales de este tipo de negociaciones: el Club de París, surgido para dirimir nuevos escenarios de pago entre países soberanos, y el Club de Londres, que acoge las discusiones con las empresas. Todos ellos siguen sometidos al gran dilema: o consolidar la coraza integradora del euro o otorgar el triunfo a la tesis de quienes, como Alemania, se niegan a dar fuerza de ley a líneas de financiación que, según sus criterios, sufragan los contribuyentes de los países con aportaciones netas.

Alemania sigue bloqueando los recursos necesarios para poner en marcha el Mecanismo Europeo de Estabilidad, el fondo de depósito o los procesos de reestructuración de deudas

Esta disyuntiva se ha apreciado de nuevo en la cita del Eurogrupo. Los titulares de Economía han pasado de soslayo por el montante que debería manejar, según la Comisión Europea, el ESM y que cifran en 500.000 millones de euros, casi la décima parte de lo que está dispuesto a aprobar Berlín y que equivale, por ejemplo, al cheque que el FMI ha desplegado a Argentina para superar su crisis monetaria y de endeudamiento. El mismo anatema que tendrán que superar el grupo de expertos que, en junio de 2019, deberá emitir un informe sobre la cuantía monetaria con la que deberá operar el fondo de depósitos. Si no hay fumata blanca del Consejo Europeo este fin de semana. Algo harto difícil. A tenor de la oposición germana a poner en marcha un salvavidas de tal dimensión sin que antes las carteras crediticias de los bancos de la unión no se deshagan completamente de sus activos de alto riesgo. Requisito que llevará aún varios años y retrasaría su acta de nacimiento. Así como su dotación. El consenso del mercado recomienda al Eurogrupo 100.000 millones de euros como aportación básica indispensable. Sobre la reestructuración de deudas, los titulares de Economía se han limitado a proponer un principio de acuerdo por el que el ESM mediaría entre gobiernos y acreedores sobre “unas bases negociadoras voluntarias, informales, no vinculantes, temporales y confidenciales”. Lejos de los planes integradores más aconsejables.

2.- ¿Cuáles son los planes de integración económica? Al capítulo de armonización financiera y bancaria, en el que se incluyen los canales de prevención de futuras crisis, se une otro bloque de medidas dirigidas a homogenizar las economías del euro. La principal baza, auspiciada desde Francia, es la creación de un presupuesto europeo que añada mayores dosis de resistencia fiscal para afrontar futuras crisis. Como la que se avecina, según el mercado, para 2020. Pero al que se resisten los países nórdicos. Con Holanda a la cabeza. La postura de Berlín es, en esta cuestión, menos beligerante. Comparte la doctrina de París de que unas cuentas genuinamente europeas promoverían “la convergencia y la competitividad”. De ahí que Angela Merkel esté dispuesta “a explorar” esta fórmula. Siempre que se enmarquen dentro de pautas plurianuales, como las que rigen los presupuestos de la UE, bajo septenios, y limitar así el tamaño de cada desembolso anual.

La batalla entre Francia y Alemania también se juega en la creación del presupuesto y del subsidio por desempleo europeos, dos de los compromisos que pretende arrancar Sánchez en la cumbre

Es decir, que deja a los líderes la misión de establecer “una visión común” sobre el mismo.El otro gran tema de discusión es si se incluye en unas hipotéticas cuentas europeas un seguro de desempleo. Al que aspiran países como Francia o España, pero que vuelve a toparse contra el muro del norte y los titubeos alemanes. Emmanuel Macron ve en esta cobertura un arma de gran calibre para contener las revueltas sociales a sus reformas económico-laborales, ilustradas en la toma de las calles por parte de los chalecos amarillos y que le ha llevado a la primera gran crisis presidencial, con su popularidad por los suelos y con promesas de subidas salariales para contener la sangrienta contestación social.

De igual modo que daría un balón de oxígeno a Pedro Sánchez, a las todavía insostenibles tasas de desempleo en España y a su política de incrementar el salario mínimo interprofesional, que acaba de recibir el apoyo de la OCDE.

La visión septentrional habla de que este subsidio laboral relegaría la aplicación de reformas estructurales en el sur. Pura ortodoxia. Con ribetes demagógicos y una alta carga de tópicos, ya que la maquinaria integradora implicaría al conjunto de socios monetarios.

3.- ¿Con qué planteamiento acude Sánchez a Bruselas y cuáles son sus bazas políticas internas? Más Europa significaría para Sánchez un desahogo temporal en varios de los frentes abiertos en España que debilitan su posición de gobierno. De ahí que, en su comparecencia en el Congreso de ayer, aprovechando la sesión de control parlamentario, fuera todo un alegato a favor de más integración europea. Puso como ejemplo el Brexit, el asunto que ocultará cualquier pacto sobre la reforma del euro, como cúmulo de falacias que han llevado a Reino Unido al desastre y a tratar de salvar del divorcio anglo-europeo el espinoso asunto de Gibraltar. Una estrategia que, en su opinión, también ha asumido el independentismo catalán y que impide la vuelta a la normalidad y a la estabilidad institucional y para arremeter contra la propuesta de C’s y PP de volver a aplicar el artículo 155 e intervenir la Generalitat, y su exigencia de que convoque elecciones generales. También desde sus filas se apeló al “patriotismo social” que justificaría el decreto de subida del salario mínimo y su insistencia en tener unas cuentas públicas que acaben con la austeridad y corrijan las desigualdades sociales con más gastos para Educación, Sanidad e Innovación y para aprobar medidas contra el cambio climático. “Los socialistas seguiremos trabajando por más Europa y una mejor Europa”, llegó a expresar. Horas antes de la moción de censura a Theresa May en el Parlamento británico.

En este contexto también debe enmarcarse la posición española en Bruselas. Favorable al apoyo monetario sobre los ciudadanos de la unión bancaria, a la protección de los ahorros de hogares, bancos y empresas del fondo de garantía de depósitos con “suficientes necesidades de liquidez” o hacia un presupuesto europeo que genere “convergencia” fiscal. Así como a “estabilizadores” socio-laborales, en referencia al subsidio de desempleo europeo. O al reforzamiento paulatino de “los derechos sociales” de la Unión, con más recetas contra la desigualdad propiciada por los duros años de crisis y las políticas de austeridad presupuestaria entre las clases más pudientes y las más desfavorecidas.

El Ejecutivo español sumará su voz a la de Francia, la Comisión Europea y el BCE. Partidarios de una visión casi utópica, la de los proyectos de mutualización de riesgos y recursos para eludir futuras crisis y acabar con la dicotomía norte-sur. Entre los que destacan la conversión del ESM en un Fondo Monetario Europeo, la configuración de un eurobono y un Tesoro europeo capaz de integrar los servicios de deuda de sus socios o, incluso, la modificación del estatuto del BCE para liberar a la política monetaria europea del inflexible objetivo de mantener a raya la inflación en el 2% por exigencia de Berlín. E incorporar otros parámetros como el crecimiento económico o la creación de empleo, sin metas rigurosas, a sus decisiones de acometer subidas o bajadas de los tipos de interés. Como sucede en los Comités de Mercados Abiertos de la Reserva Federal. Aunque sin apenas garantías de éxito, el presidente español dará carta de naturaleza a estos planteamientos en aras de justificar el giro social de sus políticas nacionales. Además de la tasa a las transacciones financieras o al impuesto a las tecnológicas.

El presidente español maneja la idea de que Europa logre incorporar estabilizadores socio-laborales que complementen los proyectos de integración financiera, económica y fiscal

También está en liza otra batalla política para Sánchez. En Europa, hay quien le ve como artífice de una alternativa a la austeridad que ha gobernado la zona del euro por requerimiento de Berlín dentro de los patrones de funcionamiento de la unión, la pauta a seguir por gobiernos díscolos con el rigor presupuestario, como el italiano e, incluso, como referente socialdemócrata. Más por demérito de sus colegas de ideología que por aciertos propios. Pero su propuesta de corregir el déficit de forma prudente -eso sí, a expensas de unos ingresos tributarios más que ambiciosos- pero más efectiva que la de su antecesor en el cargo, y siguiendo la estela de incumplimientos graduales permitidos desde Bruselas a Francia e, incluso, Alemania durante la crisis tecnológica de 2003, le ha dado cierto rédito entre sus colegas europeos. Sobre todo, como contraste a la afrenta italiana.

4.- ¿Hay falta de sintonía en el eje franco-alemán? Definitivamente, sí. A no ser que venza la tesis de la urgencia. Esa que ha construido de forma más acelerada Europa. Merkel ha jugado con la debilidad de Macron tras las revueltas sociales en su país. Como el mejor remedio para amortiguar, primero, y retrasar, después, las reformas del euro. Pero su decisión de no concurrir a un quinto mandato, la elección de Annegret Kramp-Karrenbauer -AKK, menos conservadora y no del todo continuista con las políticas de su madre política en la CDU- y, sobre todo, la pérdida de influencia de los cristiano-demócratas alemanes tras las últimas elecciones regionales, sobre todo en Baviera -donde también se hundió su partido hermano, la CSU- y las tensiones cada vez más indisimulables en su gabinete tripartito -CDU, CSU y los socialdemócratas del SPD, también de capa caída- deja al eje franco-alemán en un empate técnico. De debilidad. Inimaginable en la última cumbre que abordó los cambios integradores de la divisa europea. Hace seis meses. Y en la que Macron enarboló la hoja de ruta propuesta por Jacques Delors ya en 1989 -cuando el euro dejó de ser una quimera en paralelo a la caída del Muro de Berlín- y que, casi 30 años después, sigue siendo la solución de París a la sempiterna convergencia del área monetaria.

Macron, acuciado por las revueltas de los chalecos amarillos, busca la hoja de ruta de Delors en 1989, de máxima integración, ante la debilidad política interna de Merkel

Es la lucha entre el entusiasmo francés y los temores germanos, aseguran los observadores políticos, entre la utopía gala y el pragmatismo alemán que, cuando son capaces de conciliar intereses, resulta determinante para los avances europeos. En especial, en momentos críticos como los actuales, en los que un amplio consenso de economistas considera que el euro, si no se transforma en una auténtica zona fiscal, económica y financieramente armónica camina hacia su epitafio y el del conjunto de la UE. Y en los que se puede dejar escapar oportunidades de oro para, por ejemplo, crear los eurobonos, después de la acertada política expansiva, de compra de deuda soberana y corporativa por parte del BCE, signo inequívoco de que se puede avanzar sin el rigor alemán. Hay quienes dicen, en la órbita de Bruselas, que el abandono de Merkel de la vida política es el primer paso hacia una adecuada integración.

5.- ¿Cita histórica, vienen vacas flacas? Europa no ha hecho sus deberes integradores durante el 2016-2018 en los que la economía ha crecido próxima a su potencial. En verano, el PIB de la locomotora germana se gripó y retrocedió dos décimas. Una contracción que nadie esperaba y que los expertos achacan a una triple tensión geoestratégica mundial, que tiene como telón de fondo la crisis presupuestaria auspiciada por Italia, que amenaza con desestabilizar la coyuntura del euro; la guerra comercial desatada por EEUU, que ha mermado el ritmo de la industria y del poderoso sector exterior germano, y las dudas sobre el Brexit, pese al acuerdo de divorcio. Amén de las embestidas de los mercados emergentes; en especial, de la turca, donde la debilidad de la lira amenaza intereses financieros y empresariales alemanes.

Los analistas financieros inciden en la gravedad del motor alemán. Desde el servicio de estudios de ING, por ejemplo, se dice que el diagnóstico de la coyuntura germana “es más que serio” y se trasladará “al conjunto de la zona del euro”.

La cita europea se inicia con signos de debilidad económica en Alemania en contraste con el final del túnel de la post-crisis en Islandia o Portugal, alejados de la austeridad de Berlín

Donde primero se ha constatado la ralentización ha sido en el sector exterior. Las exportaciones alemanas se contrajeron ocho décimas ya en septiembre, último dato contabilizado. Y seguirán en caída libre hasta que se disipen las incógnitas del Brexit y mientras no se negocie un acuerdo tarifario entre Europa y la Casa Blanca. Sus ventas automovilísticas han sido el epicentro del retroceso exportador, que suma cuatro de los últimos seis meses en números rojos y ha retraído la confianza empresarial en el país. Gran parte del músculo del sector exterior alemán lo aportan gigantes de este sector como Mercedes o BMW. Industria que ha reducido beneficios operativos en un 27% durante los tres meses de verano. En un ambiente de pérdida de demanda industrial, según su Índice de Gestores de Compras Manufactureras. El FMI, la Comisión y la OCDE se suman a esta preocupación por la pérdida de dinamismo germano. Igual que el BCE, atento al derrape presupuestario italiano, que amenaza con sobrepasar el 3% del PIB en 2019, pero también a la crisis del Deutsche Bank, acosado por la Justicia por presuntos casos de blanqueo de capitales y acuciado por una trampa de liquidez que le ha llevado, en los últimos meses, a entablar diálogos con entidades germanas y europeas para buscar una operación de fusión. Y que, a los ojos del FMI, supone el mayor riesgo sistémico bancario.

Mientras países como Islandia, con recetas propias, empiezan a atisbar el final de la post-crisis, Portugal, con medidas alejadas de la austeridad alemana, acaba de devolver los últimos 4.700 millones de dólares al FMI por su rescate y EEUU, con la regulación financiera con garantías a los consumidores -La Ley Dodd-Frank- ha sido capaz de damnificar a los afectados por hipotecas subprime, restaurar la ayuda a sus bancos, pese a las multimillonarias sanciones judiciales con las que fueron castigadas e, incluso, a que la estafa piramidal de Bernard Madoff, hayan logrado las tres cuartas partes del montante total de sus aportaciones.

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