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Netanyahu podrá sentarse en el banquillo, pero nunca cederá

Aunque está a un paso de sentarse en el banquillo de los acusados, Benjamín Netanyahu no da su brazo a torcer. Las acusaciones de corrupción son graves pero el primer ministro de Israel no arrojará la toalla por iniciativa propia, aunque falte poco más de un mes para los comicios legislativos.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. / SEBASTIAN SCHEINER - REUTERS

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

La política israelí ha entrado en una fase de suspense jurídico y político después de que el abogado del estado, Avichai Mandelblit, anunciara el jueves su intención de procesar al primer ministro Benjamín Netanyahu por tres casos de corrupción, que incluyen soborno, fraude y abuso de confianza, una acusación grave que llega cuando apenas faltan 40 días para la celebración de las elecciones generales.

Nadie sabe qué incidencia tendrán las acusaciones en la campaña y ni siquiera se sabe si finalmente Netanyahu será procesado. Mandelblit tendrá que permitir que los abogados del primer ministro examinen el material, lo que llevará varios meses, quizás hasta verano, y luego tendrá que estudiar sus respuestas. Solo entonces, en una fecha indeterminada, que podría ser a principios de 2020, Mandelblit dirá su última palabra y decidirá si los casos de corrupción llegan a los tribunales.

Apenas unas horas después de que el abogado del estado anunciara su intención, el país ha vuelto a dividirse en dos mitades. Los partidos de izquierda y de centro derecha exigen la dimisión del primer ministro, mientras que el Likud y las demás formaciones de la derecha y religiosas consideran que Netanyahu tiene que mantenerse en el poder a toda costa.

Un exministro del Likud, Dan Meridor, ha argumentado que aunque judicialmente Netanyahu no será culpable hasta que un tribunal dicte una sentencia firme, políticamente las acusaciones a las que tiene que hacer frente solo le dejan a Netanyahu el camino de la dimisión. Sin embargo, Meridor, un político muy respetado en todos los círculos del país, es un verso suelto que no cuenta con el apoyo de las masas del partido.

Es más, la situación que se creó el jueves por la tarde es bastante compleja. El Likud sostiene que Netanyahu no tiene ninguna alternativa, que no hay ningún otro político que pueda hacer frente a los desafíos a los que se enfrenta Israel, y lo curioso es que hay militantes de la izquierda que admiten este razonamiento y que incluso se llevan las manos a la cabeza ante la posibilidad de la dimisión del estadista.

Una sociedad polarizada

Naturalmente, las posibilidades de que Netanyahu dimita son muy remotas, inexistentes si hemos de hacer caso a su discurso desde que la policía inició la investigación hace tres años. El mismo jueves por la noche, Netanyahu aseguró que su futuro está en manos de los votantes y que solo estos decidirán quién debe ser el primer ministro, un cargo que las urnas dirimirán el 9 de abril y para el que él se presenta por quinta vez.

Es sin duda el argumento de que no hay ningún sucesor válido para Netanyahu el que el Likud utilizará principalmente en los próximos cuarenta días de campaña. Ya lo está utilizando y probablemente tendrá una buena recepción en un amplio sector del cuerpo electoral. Es cierto que algunos sondeos predicen una caída del Likud, pero lo mismo ocurrió antes de las últimas elecciones y luego Netanyahu acabó ganando al centro izquierda.

La distribución de fuerzas que dan las encuestas indica que será prácticamente imposible que el centro derecha que representa la nueva coalición Azul y Blanco del exgeneral Benny Gantz logre reunir a un número suficiente de partidos para gobernar, aun contando con el apoyo exterior de los diputados árabes. Las listas árabes han vuelto a dividirse y es posible que como consecuencia de ello saquen menos escaños.

Aunque es verdad que los diputados árabes en su momento sostuvieron desde fuera al primer ministro Yitzhak Rabin, la situación en el país se ha polarizado en las últimas décadas a causa del nacionalismo sin excusas que enarbola la derecha, de manera que los diputados árabes se sienten cada día más lejos de la toma de decisiones políticas y sería un verdadero escándalo que la coalición Azul y Blanco sobreviviera gracias a su apoyo, aunque fuera desde afuera.

El 'acuerdo del siglo'

Lo que importa a Europa no le importa a Israel y al revés. Netanyahu ha logrado sacar el proceso de paz con los palestinos de la agenda política local, y una buena prueba es que hace unos días, cuando se presentó la coalición Azul y Blanco, los cuatro oradores, incluidos tres exgenerales, no mencionaron en ningún momento esta cuestión.

Aunque el presidente Donald Trump presentará el “acuerdo del siglo” en los próximos meses, seguramente tras los comicios del 9 de abril, las posibilidades de que esta iniciativa prospere son prácticamente nulas. Sus artífices son Jared Kushner y Jason Greeblatt, dos hombres que vuelan en la órbita más cercana de Netanyahu y que han cocido con él el pomposo “acuerdo del siglo”.

Partiendo de que Netanyahu ha dicho hasta la saciedad que no piensa evacuar a ningún colono judío de los territorios ocupados, todo está claro. Y por si no lo estuviera, el primer ministro continúa enviando colonos sin descanso a las colonias de Cisjordania. Ya superan los 700.000 y con buen criterio Netanyahu y los suyos consideran que la situación ha ido más allá del punto de retorno.

El conflicto con los palestinos no se resolverá con todos los acuerdos del siglo que pueda proponer Trump, sino con una fuerte presión de Europa. Desgraciadamente, la Unión Europea no pierde la oportunidad de quedarse quieta ocurra lo que ocurra, y esto hace que la situación sea prácticamente irreversible. Netanyahu se aprovecha de esta pasividad europea y sigue y seguirá llenando de colonos judíos Cisjordania.

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