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Turquía y la OTAN Turquía, el socio incómodo de la OTAN, y los S-400 rusos

EEUU critica públicamente a Ankara por la adquisición de un equipo de defensa antiaérea a Rusia. Un exdiplomático ruso califica la operación de "victoria" de Moscú por sus potenciales implicaciones geopolíticas.

El presidente turco Recep Tayyip Erdogan habla con el presidente estadounidense Donald Trump durante la última cumbre de la OTAN en Bruselas. REUTERS/Kevin Lamarque

Àngel Ferrero

Turquía es para los políticos de la Unión Europea una pieza difícil de encajar en el mapa. Las negociaciones para su adhesión comenzaron en 1987, cuando la UE todavía era la Comunidad Económica Económica (CEE), pero las tensiones con Grecia, el conflicto con Chipre y la recurrente inestabilidad política y económica del país se citaron como factores para ir aplazando la cuestión sine die.

Los recelos históricos, culturales y hasta religiosos de algunos miembros no se explicitan, pero todo el mundo sabe que están igualmente ahí. Como también una modificación de los equilibrios de poder en la UE: con más de 82 millones de habitantes, Turquía se convertiría en el segundo país con mayor población de todo el bloque, superado únicamente por Alemania, y tendría acceso a las cuotas de poder correspondientes. Sea como fuere, las negociaciones están estancadas desde 2016 y desde entonces las relaciones no parecen haber hecho más que deteriorarse.

Andando el tiempo, Turquía –como Rusia, otro país con un pie en "Europa" y el otro en "Asia"– se ha convertido en un vacío cada vez más presente en las instituciones comunitarias: aunque no cumple con los llamados criterios de Copenhague –las condiciones que un país ha de cumplir para su incorporación a la UE–, Bruselas no puede desestimar su inclusión si no quiere que adopte un curso autónomo que podría ser irreversible. Las buenas relaciones del gobierno turco con Rusia y Qatar se citan con frecuencia como un ejemplo de esta misma tendencia.

La discriminación y represión de la población kurda de las  administraciones turcas no contribuyen  a la buena imagen de una organización como la OTAN

Con la OTAN ocurre algo parecido. Por su posición geográfica y sus fuerzas armadas –el segundo ejército de la organización–, Turquía es desde su ingreso en 1952 un socio esencial. También controvertido. La discriminación y represión de la población kurda o las vulneraciones de los derechos fundamentales de las distintas administraciones turcas no contribuyen precisamente a la buena imagen de una organización como la Alianza Atlántica. Pero lo que ha llevado a un roce serio con Turquía ha sido algo de una naturaleza muy diferente y, en principio, menor: la compra de un equipo de defensa a Rusia, el eterno rival de la OTAN.

Desconfianza mutua

El origen de la disputa se encuentra en la adquisición, a finales de 2016, del sistema de defensa antiaéreo ruso S-400 Triumf. No ha faltado quien ha señalado la compra de éste como una manera del presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, de airear su descontento por el apoyo que Estados Unidos ha venido prestando todos estos años a las Unidades de Protección Popular (YPG) kurdas en el norte de Siria y el rumoreado papel de Washington en el fallido golpe de Estado de julio de 2016. El gobierno turco también reclama desde hace años la extradición del predicador y líder de la influyente organización políticorreligiosa Hizmet, Fethullah Gülen, a quien acusa de conspirar contra Erdoğan y que actualmente reside en Pennsylvania.

Washington considera "inaceptable" que Turquía, un miembro de la OTAN, tenga como proveedor un Estado que no sólo no forma parte de la Alianza, sino que ha sido catalogado de potencial amenaza a sus intereses. Por ese motivo EEUU ha llegado a bloquear el suministro de componentes para los F-35 de las fuerzas aéreas turcas, que Turquía fabrica en cooperación con la estadounidense Lockheed Martin y que le han reportado, según recogen algunos medios, unos ingresos de 12 mil millones de dólares. Se prevé que hasta el año 2023 Turquía recibirá más de 100 cazas F-35 para sustituir a sus F-16. Además, en Turquía se construye actualmente un centro de mantenimiento de motores de F-35 que habría de atender solicitudes de toda Europa.

No contento con el bloqueo del suministro de componentes, EEUU llegó a amagar con imponer sanciones a Turquía, lo que supondría un considerable golpe a la economía turca, que según el Fondo Monetario Internacional (FMI) este año se contraerá más de un 2% y no comenzará a recuperarse hasta 2020.
Con el fin de limar tensiones, el ministro de Finanzas turco, Berat Albayrak, se reunió el pasado lunes en la Casa Blanca con el presidente de EEUU, Donald Trump. "He transmitido los mensajes del presidente [Erdoğan] y hemos tenido una reunión constructiva, he tenido una respuesta positiva [de Trump] y transmitiré los mensajes necesarios al presidente [Erdoğan] cuando regrese", afirmó Albayrak en declaraciones a los medios recogidas por la edición inglesa de Hürriyet. Antes de viajar a EEUU, Albayrak se dirigió a los asistentes de una cena del Consejo Americano-Turco para reconocer "que tenemos serias diferencias sobre una cuestión de temas" pero añadió que "hemos de tratarlas a través de un diálogo sostenido y significativo", advirtiendo que "las medidas punitivas nunca han ayudado a nuestra relación ni tendrán éxito".

El ministro de Defensa turco, Hulusi Akar, ofreció ese mismo día una solución salomónica: los S-400 servirán para “mejorar la seguredad de Ankara y Estambul”, mientras los F-35 se desplegarán en Malatya (Anatolia oriental) y no se integrarán en el equipo militar de la OTAN. La Alianza Atlántica teme que su despliegue conjunto pueda servir a Rusia para comprobar la eficacia de los S-400 contra aviones de fabricación estadounidense. Argelia, China, Arabia Saudí, la India y Bielorrusia son los otros cinco países que poseen o tendrán pronto a su disposición este sistema de defensa antiaérea.

¿Dentro y fuera?

Moscú, sin embargo, podría contemplar este episodio como algo más que una transacción comercial. Al menos ésa es la opinión del exdiplomático ruso Vladímir Frolov en un artículo para Republic traducido pocos días después al inglés para The Moscow Times. Según Frolov, "sin disparar un solo disparo, desplegar un solo tanque o utilizar un solo troll en Internet, Moscú puede destruir pronto la unidad de la OTAN eliminando a un país clave de su entramado militar". Es más, agrega el exdiplomático, "Rusia recibirá 2.500 millones de dólares por sus esfuerzos y ni una sola sanción".

En su artículo, Frolov califica la operación de "una victoria inimaginable hace unos pocos años". En un reciente encuentro con el presidente ruso, Vladímir Putin, el líder turco anunció que se acelerará la adquisición de los S-400: su país ya ha realizado un avance del pago y técnicos rusos están ya preparando las instalaciones para el sistema de defensa en Turquía", explica. Akar adelantó el martes que los equipos podrían llegar a Turquía en junio.

"¿Por qué Erdoğan se empeña tanto en comprar los S-400? ¿Por qué continúa desafiando a Washington insistiendo que la compra es un acuerdo cerrado, incluso amenazando con comprar aviones Su-57 si EEUU no quiere entregar los F-35?", se pregunta el autor. A las razones presentadas más arriba, Frolov suma que la entrega de los S-400 es una "donación de Moscú para compensar la derrota de Turquía en Siria y un ‘muchas gracias’ de Ankara a Rusia por su disposición a considerar los intereses turcos en su conflicto con los kurdos".

Para el antiguo diplomático, "Moscú ha jugado sus cartas de manera brillante, usando la desconfianza de Erdoğan para ‘lanzar el anzuelo y pescarlo’". Ahora, sentencia, "Rusia sólo tiene que cobrarse la pieza". La venta de los S-400 podría llegar a ser "un golpe de política exterior más importante que salvar al régimen del presidente sirio Bashar al-Assad" y ello sin tener que haber hecho "nada radical: simplemente arrojando un poco de carbón en el fuego de la ira de Erdoğan".
“Si todo va según el plan, Turquía saldrá de facto de las estructuras militares de la OTAN y aumentará cada vez más su cooperación militar con Rusia para garantizar su seguridad e intereses en la región”, argumenta Frolov al precisar que "Turquía no abandonará la OTAN, es más, eso no es lo que busca Moscú", sino “una mayor ventaja en permitir a Turquía interpretar el papel de ‘buscarruidos’ en la OTAN” y “garantizar la seguridad en el Mar Negro.” De la Hungría de Víktor Orbán se dijo algo muy parecido hace años. 

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