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Los jóvenes políticos franceses que prometen liderar Europas opuestas

Desde la ultra derecha hasta la izquierda ‘insumisa’: Francia cede el paso a los milenials para renovar su política y reconectar con el electorado.

Jordan Bardella, cabeza de lista de Rally Nacional para las elecciones europeas. Reuters / Pascal Rossignol

Irene Benedicto

Para sacar a votar a los millenials no basta con pagar anuncios en las redes. Conscientes de que más que caras nuevas hacen falta candidatos con frescura política, Francia lleva los cabezas de lista más jóvenes de todas las Elecciones Europeas. Motivos bien dispares les han llevado a lo más alto de sus partidos pero una razón se repite: conectar con el joven abstencionista. Todos prometen renovar la política y liderar una nueva Europa –que visualizan de formas opuestas–.

A la derecha, y a los 23 años, Jordan Bardella, el ahijado político de Le Pen en unos comicios en los que el Rally Nacional (antiguo Frente Nacional) liderará el ascenso del populismo de extrema derecha en Europa. En el opuesto contrario, Manon Aubry, de 29 años, encabezará el intento de recuperación de la izquierda francesa, que no pasa por los socialistas sino por La France Insoumise. Y, auto definido como centro-derecha, François-Xavier Bellamy, de 33 años, de Lés Republicains, familia política del Partido Popular Europeo, buscará desesperadamente un aire de frescura para el dinosaurio político de Europa.

El ahijado político de Le Pen

Jordan Bardella (23) es el joven de confianza de Marine Le Pen, que lo convirtió en portavoz del Frente Nacional (actual Rally Nacional) después de su derrota en las presidenciales francesas de 2017. Nacido al norte de París en el seno de una modesta familia de origen italiano, se dice de él que es cercano al ministro del Interior italiano Matteo Salvini, de la Liga Norte, socio europeo populista de ultraderecha.

Esta es justamente la mirada europea (antieuropeísta) en la que Le Pen se enfoca ahora. El objetivo es expandir el grupo parlamentario europeo populista de extrema derecha que ahora lideran desde Francia y engrosan los italianos: esperan que el ascenso de los partidos de extrema derecha en sus respectivos países de origen en los últimos cinco años vengan a engrandecer su peso en Europa.

La versión oficial de la elección de Bardella, sin embargo, enfatiza más su “origen obrero” como prueba de un político cercano al pueblo y enarbola con orgullo que no tenga ningún caso judicial por corrupción, algo poco habitual entre sus compañeros de partido. Para rematar la jugada maestra, Bardella, es el candidato ideal que sin embargo no hará sombra a Marine Le Pen, que se mantiene dirigiendo la campaña de forma visible.

La esperanza de la (desaparecida) izquierda francesa

Manon Aubry (29) es la activista adolescente venida a joven política que ha de salvar la izquierda francesa. De origen corso, Aubry nació en Fréjus, en la costa azul, y comenzó movilizando a su instituto en 2005, haciendo campaña por el “no” al referéndum sobre el Tratado Constitucional Europeo, en contra de la reforma educativa del presidente François Fillon o del movimiento contra el primer contrato de trabajo en Francia, todo por no ser lo suficientemente “social”.

Licenciada por Sciences Po Paris, donde ahora es profesora, se unió a Médicos del Mundo en Liberia y vivió por dos años en la República Democrática del Congo, trabajando por los derechos humanos. Fue portavoz de Oxfam Francia en temas de lucha contra la evasión y la desigualdad fiscal, hasta que se unió a la France Insoumise solo en 2018. Dato familiar: su madre, periodista retirada, también es candidata en las elecciones europeas en la misma lista, en el puesto 59.

La France Insoumise se sienta en el Parlamento Europeo junto con sus hermanos españoles Podemos e Izquierda Unida, con el grupo de izquierdas Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica, y es el quinto mayor grupo parlamentario.

La tan necesitada regeneración del PP europeo

François-Xavier Bellamy (33) tiene una gran responsabilidad no a pesar de su juventud sino a causa de ella. Cabeza de lista de Lés Republicains, miembro francés de la familia política del Partido Popular Europeo (EPP) tiene que ser la frescura que la derecha europea necesita. Parisino de clase media-alta, se crio en Versalles, de donde es teniente alcalde en la actualidad. Fue a una escuela privada, se unió a los scouts franceses y se formó como profesor de filosofía en la Sorbone.

Autodefinido como centro-derecha y considerado de la generación de “nuevos conservadores” franceses, se espera de él que recupere la cuota de voto que Lés Republicains perdió con la aparición de En Marche, partido del presidente francés Emmanuel Macron. Los tiempos de gloria de este partido se remontan a cuando se llamaba Union pour un mouvement populaire (UMP) y produjo a los presidentes Jacques Chirac (2002-2007) y Nicolas Sarkozy (2007-2012), pero sucesivas crisis internas acabaron con los días dorados y el cambio de nombre fue el primer intento (torpe y confuso) de volver a empezar.

Sin embargo, saben que la renovación va mucho más allá y así entra en juego Bellamy. Su discurso clásico de derechas va teñido de un aire de tercera vía: rechaza tanto la gestión del gobierno de Macron y como las protestas de los chalecos amarillos. Reivindica que los ciudadanos franceses se han visto atrapados en una dicotomía artificial y se presenta como alternativa. Los sondeos le auguran un 12% de voto, diez puntos por detrás de los populistas de derechas de Le Pen, y muy por detrás de En Marche.

La esperanza del voto joven para salvar a los partidos

Bardella, Aubry y Bellamy son la apuesta de los principales partidos por conseguir voto en el terreno abstencionista de los jóvenes. Cambiar de lado del espectro político en un momento de tal fractura social en Francia se vuelve cada vez más difícil. La era del bipartidismo derecha-izquierda tradicional se terminó con la pasada legislatura, pero la proliferación de partidos no ha llevado necesariamente a la diversificación de ideologías sino a la polarización más acentuada. Es ahí donde la bolsa abstencionista se convierte en la única esperanza de los que quieren marcar la diferencia en Europa.

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