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Netanyahu busca inmunidad frente a la corrupción

El primer ministro Benjamín Netanyahu está obstaculizando en la medida de sus posibilidades el procesamiento por corrupción que debería llevarlo ante los tribunales. Su objetivo es pasar cuanto antes una ley de inmunidad que le permita congelar las acusaciones de la justicia. Tras las elecciones de septiembre llegará el momento de la verdad.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu en Jerusalén. / REUTERS

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Los líos de la familia de Benjamín Netanyahu con los tribunales no se agotan. Esta semana le ha tocado el turno a su esposa Sara, quien ha firmado un acuerdo con la fiscalía reconociendo un “error” en la administración de la residencia oficial. Tendrá que reembolsar unos cuantos de miles de euros al Estado y abonar otros miles de euros en concepto de multa por haber encargado repetidamente comidas a domicilio en restaurantes de cierto empaque a pesar de disponer de un cocinero a su servicio todo el día.

El acuerdo estipula que deberá devolver al Estado 14.000 euros y pagar una multa de otros 2.500 euros. Inicialmente se le acusó de fraude, pero durante el último año sus abogados han negociado hasta rebajar la acusación y dejarla en un “injusto aprovechamiento de un error”. De esta manera, la justicia admite que Sara no obró con mala voluntad sino que simplemente se equivocó.

Los encargos fueron “ilegales” debido a la existencia del cocinero. Además, Sara contrató a camareros externos para que sirvieran las comidas que organizaba en el domicilio del primer ministro con carácter privado, especialmente durante los fines de semana. Sara agasajaba a los invitados particulares violando las normas de la residencia oficial ya que el servicio se pagaba con dinero público.

Sara y el administrador de la residencia, Ezra Zaidoff, despistaban a los funcionarios encargados de controlar los gastos escribiendo que los camareros externos eran “empleados del servicio de limpieza” o “personal extra necesario”. El acuerdo alcanzado el miércoles evitará que Sara sea juzgada, y el riesgo adicional de que se le podría haber condenado a ocho años de prisión.

Esta ha sido una de las comidillas de la semana, si bien la atención de gran parte del país gira en torno a los problemas de su esposo con la justicia, que son más complejos, y que Netanyahu trata de orillar como puede. Varios casos de presunta corrupción le asedian y según algunos analistas están condicionando la política interior y exterior de Israel, una circunstancia que él no admite.

Su situación ha cambiado en los últimos días. El abogado del Estado, Avichai Mandelblit, que fue escogido por el propio Netanyahu, se ha convertido en su principal enemigo si se atiende a las declaraciones que formulan en el entorno del primer ministro. Para reforzar su posición, esta semana Netanyahu ha designado a un nuevo titular de Justicia que inmediatamente se ha despachado con declaraciones contra la autoridad del Tribunal Supremo, diciendo que no siempre se deben acatar sus sentencias.

Es un preludio de lo que puede suceder después de las elecciones que tendrán lugar el 17 de septiembre. El calendario judicial que le espera a Netanyahu es complicado. Tendrá que andarse con mucha diligencia para formar gobierno cuanto antes, puesto que en caso de que sus esfuerzos no den ningún resultado, como ha ocurrido tras los comicios de abril, los tribunales se le echarán encima.

Avichai Mandelblit le ha convocado para una audiencia a mediados de octubre. En la audiencia Netanyahu tendrá que defenderse de las acusaciones de corrupción. Es una oportunidad que el primer ministro pidió en su momento para demorar varios meses el proceso judicial alegando que las acusaciones son demasiado complejas y que el material reunido por la policía también es demasiado complejo. Con una u otra excusa Netanyahu ha ido aplazando el proceso y espera volver a hacerlo en octubre.

La cuestión es que después de la audiencia de octubre, Mandelblit necesitará varias semanas o meses para tomar la decisión final. En principio, el abogado del Estado ya ha decidido procesar a Netanyahu, pero las formas exigen que le escuche por última vez antes de formalizar la acusación. Por su parte, Netanyahu necesitará algunas semanas o meses para ejecutar su plan.

El plan consiste en que la Kneset apruebe una ley que de inmunidad al primer ministro, o a todos los diputados del parlamento, mientras desempeñen las funciones para las que fueron elegidos en las urnas. Netanyahu dijo justo unos días antes de las elecciones de abril que no buscaría la inmunidad, pero una vez celebrados los comicios fue lo primero que hizo. Desgraciadamente, no consiguió formar una coalición de manera que el proyecto de ley ya elaborado no fue aprobado por la Kneset.

Ahora el tiempo corre en su contra y tras las elecciones de septiembre deberá apurarse al máximo para conseguir su objetivo. En una situación parecida hay otros tres o cuatro diputados que se beneficiarían de una ley de inmunidad. De hecho, contaba con el respaldo de la mayoría de los parlamentarios para aprobar el proyecto de ley. No cabe duda de que Netanyahu volverá a ganar las elecciones de septiembre y que la derecha nacionalista y religiosa repetirá la mayoría. Con esto cuenta él para lograr la inmunidad.

Si consigue sobrepasar esta dificultad, tendrá el camino expedito para seguir aplicando sus políticas en Israel y en Oriente Próximo. Esto significa en primer lugar que la transformación de Israel continuará adelante, es decir que el país mantendrá y reforzará su tendencia a girar cada vez más hacia la derecha y hacia la religión, algo que se ha visto en los últimos años.

También significa que Israel enviará a más colonos judíos a los territorios ocupados palestinos, una circunstancia que confirma la inviabilidad del establecimiento de un estado palestino. Y por último significa que seguirá operando para desestabilizar la región, especialmente en relación con Irán, una política que cuenta con el apoyo de Arabia Saudí y Estados Unidos.

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