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La receta para América Latina: economías digitales para diluir su dependencia exterior

Las economías latinoamericanas están sometidas a demasiados factores ajenos a su coyuntura. Al ciclo de negocios de EEUU y, cada vez con mayor intensidad, de China, o a los vaivenes de los mercados de materias primas. La solución, según los expertos, pasa por el impulso académico de las habilidades técnico-profesionales.

Amazon en un ordenador. REUTERS/Carlos Jasso/Illustration

diego herranz

La economía de América Latina adolece de falta de competitividad. El Talón de Aquiles de sus países, el germen de que el dinamismo de la región no sea lo suficientemente intenso y estable como para reducir sus cotas de desigualdad social, una de las más altas del planeta y, quizás, la zona donde con mayor precisión se vislumbra la coexistencia de los cuatro mundos, que incluyen desde una reducida aristocracia multimillonaria hasta amplios estratos sociales que habitan bajo el umbral de la pobreza, pasando por una doble escala de clase media -alta y baja- sometida a constantes correcciones patrimoniales y profesionales. No es, sin embargo, un fenómeno nuevo. Ni una maldición propia de América Latina. Muy al contrario, también está asentado entre los llamados grandes mercados emergentes, aunque algunos de ellos -como China o Rusia-, hayan logrado suturar parte de esta brecha que, por otro lado, también se ha instalado sin remedio desde la crisis de 2008 entre las potencias industrializadas.

Andrés Cadena, analista de McKinsey, lo resume de forma elocuente: "Si la región desea superar los obstáculos que obstruyen su potencial de crecimiento y ser más competitivo, debe avanzar hacia la economía digital, aumentar los niveles de conocimiento y habilidades profesionales y establecer líneas de actuación política claras para consolidar sus cuadros macroeconómicos".

Las economías de Latinoamérica han registrado crecimientos medios anuales del 3% a lo largo de los últimos quince años, por debajo del dinamismo de otras áreas emergentes, y casi el 80% de esa riqueza se ha debido a su boom demográfico más que a la productividad, que repuntó un más que modesto 0,6% entre 2000 y 2015, el más débil de cualquier región del planeta. dice el informe de la consultora, lo que deja a América Latina al albur de tres amenazas. La primera, un presagio de escasa intensidad en la creación de empleo. Hasta 2030, se espera que caiga a tasas del 1,1% anual, la mitad del ritmo actual. Entre otras cuestiones, porque la ratio de fertilidad ha entrada también en descenso, desde los 2,7 hijos por mujer hasta los 2,1 nacimientos en los últimos quince años. De mantenerse los índices de productividad en curso, el dinamismo de las economías del área será un 40% más débil en los próximos quince años que en el último lustro y medio. El segundo factor inquietante son las cada vez más claras señales de agotamiento de uno de sus fuentes de riqueza: las materias primas. En especial, en los países andinos. Un desafío que requiere de nuevos modelos de producción que ganen en eficiencia ante la creciente complejidad en la extracción de minerales de cada vez más difícil acceso. El tercer riesgo es el proteccionismo que arraiga en mercados como el de EEUU, destino del 45% de las exportaciones del Hemisferio Sur americano.

Reducción de la brecha digital

Latinoamérica, pues, "necesita expandir sus actividades de alto valor añadido, claves para tirar los obstáculos que frenan la competitividad", afirma Cadena, para quien los sectores de mayor productividad sólo son capaces de aportar uno de cada cinco empleos en la región. De ahí que sus economías "deberían engancharse al proceso de digitalización y automatización". Porque, según el Banco Mundial, los gobiernos destinan únicamente un 0,8% de sus PIB a actividades de I+D+i, lejos del 2,4% de media en los países de la OCDE o del 1,8% de China. Un reto que, además, anticipa un cambio de paradigma económico. "Alrededor de la mitad de las horas trabajadas podrían estar automatizadas, lo que implicaría a más de 76,4 millones de empleados a tiempo completo", lo que se traduciría en un potencial aumento de la productividad, aunque exigiría la implantación permanente de programas de formación, bajo un deseable consenso empresarial, académico e institucional -pactos de Estado-, que contribuyan a mejorar las habilidades técnicas y profesionales de sus mercados laborales. Según sondeos de McKinsey, entre un 40% y un 50% de las ofertas de empleo en la región quedan vacantes por déficit de capacidades. De igual forma que los avances en igualdad podrían añadir 1,1 billones de dólares a su PIB conjunto en 2025, un 14% más que lo que lograrían con las actuales cuotas de empleabilidad femenina.

Por último, entre las agendas reformistas de los países del área, la consultora menciona como una de las políticas económicas prioritarias para espolear la productividad inversiones en capital e infraestructuras.

Los expertos también en que se invierta en infraestructuras y se cree un sistema educativo enfocado a elevar la productividad 

Desde el think tank The Dialogue, que promueve el diálogo interamericano, se pasa revista a la coyuntura de la región. Este ejercicio estará dominado por la hiperinflación en Venezuela y los vestigios de salida de Brasil de la recesión. Y por las tensiones comerciales, la ralentización de la economía china y el encarecimiento de las condiciones financieras internacionales. Así lo aprecia Richard Francis, responsable para Latinoamérica de Fitch Ratings, quien otorga una leve alza del 2,1% para este año a la región. Eso sí, seis décimas por encima de 2018. Aunque con Argentina, Nicaragua y Venezuela aún en números rojos. Con incertidumbre en los mercados sobre cómo se desarrollarán las agendas reformistas en Brasil y México, sus dos mayores economías que han experimentado cambios de gobierno que, a los ojos de los inversores, se tildan de populistas y que -dicen- podrían entorpecer la agenda conveniente de transformaciones estructurales. Para AJoydeep Mukherji, gestor para la región en Standard & Poor’s, el PIB regional se moverá por debajo del mundial y del conjunto de áreas emergentes. “Su modesto dinamismo se refleja en unos registros de productividad testimoniales y en las reducidas inversiones privadas y del sector público”. Por ejemplo -enfatiza- en infraestructuras, que es de apenas un 2% del PIB en Brasil e incluso menor en México, tasas muy alejadas del 5% en India o del 8% en China. "La pobreza de sus infraestructuras y su anquilosado sistema educativo merma la productividad y debilita la competitividad de sus sectores exteriores", recalca, antes de proponer que "las industrias de las áreas comerciales deben jugar un papel más activo como motores del crecimiento, como ocurre en sus competidores asiáticos". Alfredo Coutiño, de Moody’s, aprecia, sin embargo, una "cierta recuperación inversora” en estos componentes del PIB en 2019, al igual que una reactivación de las agendas reformistas en Brasil, Chile, Perú y Colombia, que resultan "esenciales" para reducir la alta dependencia de la región de EEUU y de los mercados de materias primas, muy volátiles.

También Alejandro Werner, del FMI, reconoce que, en medio de los nubarrones que se ciernen sobre la economía global, que dejará una "moderada expansión" anual, "reducirán sus déficits primarios", debido a políticas fiscales restrictivas, "pero estos esfuerzos serán insuficientes para reducir sus niveles de deuda". Y alerta de que la paralización de inversiones, en México, para la construcción de nuevos aeropuertos o para remodelar el sistema educativo, o las disputas en el poder legislativo para acometer una reforma de las pensiones o avanzar hacia la consolidación presupuestaria, generarán incertidumbres. Werner reclama hojas de ruta nítidas para que los desembolsos inversores no dañen las perspectivas de crecimiento. Desde el servicio de estudios del HSBC se hace hincapié en la necesidad de que se consoliden los cambios en sus sistemas de seguridad social. "El número de personas que pasan a situación de retiro laboral crece en casi la misma proporción que se reduce las tasas de natalidad". John Welch, su economista jefe para la región, considera que esta reforma será "ineludible" en Argentina, por las exigencias del FMI a cambio del macro-crédito multilateral liberada el pasado año, es "una emergencia" en Brasil, y "crea incertidumbre" en México. Sebastian Strauss y Ernesto Talvi, investigadores en Brookings Global-CERES, inciden en esta urgencia reformista. Pero la trasladan a ciertas medidas de largo recorrido, para "conseguir acomodarse a las tendencias internacionales". Ajustes -dicen- que se deben encaminar a políticas de desarrollo sostenible, a preservar la credibilidad de sus finanzas y a salvaguardar sus estados de bienestar, aún incipientes en términos de generosidad, para un reto común: reducir las desigualdades.

Clase media social y empresarial

La germinación de este clima reformista, advierte otro informe de McKinsey, sería determinante para la irrupción de un mayor número de empresas de mediana dimensión, con las que ganar cuotas de mercado en el exterior, y para restablecer el poder adquisitivo perdido, también, de sus clases medias. Y para acelerar la reducción de las personas en riesgo de exclusión social. En 2000, había registrados 56 millones de ciudadanos, el 40% de los ciudadanos latinoamericanos más desfavorecidos, que superaron el umbral de los 5 dólares al día, lo que hizo disminuir la proporción de personas en situación de pobreza desde el 27% al 12%. Pero en 2018, "las tasas han vuelto a crecer por encima de los niveles previos a la crisis de 2008". El desafío hacia ratios de equiparación de rentas, explica Jaana Remes, su autora, “demanda compañías medianas y muy dinámicas, capaces de recortar la brecha competitiva e innovadora”. Remes habla para definir este panorama de "polarización".

McKinsey demanda compañías medianas y muy dinámicas, capaces de recortar la brecha competitiva e innovadora

Existen compañías que han tenido éxito tanto en su expansión internacional como en su cometido de generar de riqueza local. Es el espectro de las llamadas multilatinas, corporaciones globales como AB InBev, América Móvil, Arcor, Embraer, Bimbo, Cemex, Femsa o Techint Group. Pero, junto a ellas, conviven firmas pequeñas, a menudo inmersas en la economía sumergida, que también fomentan el empleo a gran escala, aunque, al mismo tiempo, son las protagonistas de la baja productividad y del estancamiento en el vigor económico. La ausencia de medianas, con más de 50 millones de dólares de ingresos anuales, es alarmante. Incluso en Argentina, Brasil, Chile y México, sus cuatro grandes economías que, en conjunto, tienen la mitad de firmas de este calibre en comparación con el promedio de los diez mercados emergentes de mayor tamaño.

Sin embargo, en esta tesitura también subyace la pérdida de ingresos y de calibre de las clases medias, "soportes de las demandas domésticas e incentivadora de inversión", afirma Remes. Y también y, sobre todo, para impulsar el consumo de los hogares que representa el 64% del total de la economía latinoamericana y que, desde el cambio del milenio, se ha reducido hasta marcar un crecimiento modesto, del 1,8%, cuando en el resto de naciones emergentes ha sido del 4,3%.

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