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Erdogan se mete en otro berenjenal y esta vez puede costarle caro

El presidente turco juega con cartas perdedoras en la mesa del Kurdistán sirio. A corto plazo, sale ganando puesto que la invasión es popular en Turquía, pero a medio y largo plazo es una aventura que no resolverá los problemas fronterizos.

Fotografía cedida por la oficina de Recep Tayyip Erdogan que muestra al presidente turco en su despacho. - EFE

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Al día siguiente de que este miércoles el presidente Recep Tayyip Erdogan ordenara la invasión del norte del Kurdistán sirio, los periódicos y las televisiones turcas a duras penas podían contener su euforia por lo que la inmensa mayoría de sus conciudadanos consideran una guerra justa e inevitable. Y en más de 90.000 mezquitas de todo el país se organizaron plegarias especiales para bendecir la operación y desear éxito a los soldados.

El presidente turco ha ido cometiendo un error tras otro desde que se iniciaron las protestas contra el gobierno de Bashar al Asad en la primavera de 2011, una serie de despropósitos que le han costado caro y aún podrían costarle más caro. Mientras la euforia de los medios continuaba, llegó la noticia de la muerte del primer soldado, recordando a los turcos que las guerras traen grandes sacrificios e incertidumbres.

Erdogan ha ido cometiendo un error tras otro desde que se iniciaron las protestas contra el gobierno de Bashar al Asad en la primavera de 2011

¿Por qué ha dado Erdogan este paso? La explicación que él mismo viene dando desde hace meses es que el Kurdistán sirio se ha convertido en un avispero de terroristas directamente conectado con el PKK, un grupo que desde hace décadas lucha por la liberación del Kurdistán turco, y la acusación es probablemente cierta.

Existía, sin embargo, una alternativa que Erdogan no ha querido considerar: devolver el Kurdistán al gobierno de Damasco, permitiendo que el ejército sirio se hiciera de nuevo cargo del control de la seguridad en la frontera. Los intereses de otras potencias, como Estados Unidos, aunque no solo Estados Unidos, han hecho todo lo que estaba a su alcance para minar las buenas relaciones históricas entre los kurdos sirios y Damasco, y han creado expectativas irrealizables, muy alejadas de la realidad sobre el terreno.

La gente saluda mientras los vehículos militares turcos pasan por la ciudad fronteriza turca de Akcakale en la provincia de Sanliurfa. - REUTERS

La gente saluda mientras los vehículos militares turcos pasan por la ciudad fronteriza turca de Akcakale en la provincia de Sanliurfa. - REUTERS

Erdogan no está en su mejor momento político, y esto no solo se explica por las trágicas equivocaciones que ha cometido en Siria. En 2015 perdió la mayoría parlamentaria por primera vez en más de una década. Los votos de los kurdos turcos fueron decisivos en la pérdida de la mayoría, y Erdogan a partir de ese momento se obsesionó con los kurdos de Turquía y los del norte de Siria.

Algunos analistas occidentales plantean el conflicto como una lucha entre el islam político de Erdogan y el socialismo laico de los kurdos

La obsesión le llevó a dejar de considerar la caída de Asad como su objetivo prioritario. Las relaciones entre Erdogan y Asad fueron muy buenas antes de las revueltas de 2011. Ambos se consideraban amigos y compartían parte de su tiempo, pero todo esto cambió cuando Erdogan vio la posibilidad de trasladar a Siria el llamado ‘islam político’ que él mismo implantó en su país.

De hecho, algunos analistas occidentales han planteado el conflicto de ahora entre turcos y kurdos sirios como una lucha entre el islam político de Erdogan y el socialismo laico predominante entre los kurdos. Es una interpretación plausible, aunque probablemente Erdogan esté luchando por dar un giro a la política interior turca tras recibir algunos reveses significativos no hace mucho tiempo.

En 2016, unos meses después de perder la mayoría parlamentaria, envió tropas a la zona de Alepo para combatir a los kurdos locales, y al año siguiente incluso propició un ligero acercamiento a Damasco. El flujo de millones de refugiados se volvió contra Erdogan en las elecciones locales de 2019, cuando su partido cedió las alcaldías de las grandes ciudades que habían sido su bastión durante casi un cuarto de siglo.

Funeral en Akcakale, junto a la frontera con Siria, de un niño de nueve años que murió tras un ataque con mortero. - EFE

Funeral en Akcakale, junto a la frontera con Siria, de un niño de nueve años que murió tras un ataque con mortero. - EFE

Ahora Erdogan ha respondido a las críticas occidentales amenazando con abrir las fronteras y dejar que 3,6 millones de refugiados vayan a Europa. Esta también es una carta arriesgada, puesto que equivaldría a echarse al monte, pero el presidente turco puede utilizarla si las cosas se le ponen realmente feas puesto que sería una medida muy popular dentro del país.

Él prefiere que los refugiados regresen a Siria. En un primer momento pensó en enviarlos a la provincia de Idlib pero luego cambió de opinión y decidió crear una “zona segura” en el norte del Kurdistán sirio, una franja fronteriza de 30 por 450 kilómetros adonde poder trasladar a los refugiados que han creado en Turquía una xenofobia creciente, especialmente entre las clases populares.

Erdogan ha respondido a las críticas amenazando con abrir las fronteras y dejar que 3,6 millones de refugiados vayan a Europa

Esos refugiados, al mismo tiempo, podrían convertirse en guardianes de la frontera, de modo que Erdogan mataría dos pájaros de un tiro. Los millones de refugiados son árabes suníes mientras que los kurdos, aunque también son suníes, pertenecen a otra etnia. En el Kurdistán sirio han vivido árabes desde tiempos históricos, pero la implantación de millones de árabes que busca Erdogan no contribuiría a la estabilidad de la zona.

De hecho, este planteamiento parece difícil de realizar. Es como un nuevo despropósito de los muchos que se han cometido en Siria desde 2011, uno de los innumerables despropósitos de la comunidad internacional desde que se iniciaron las protestas populares en Deraa, auspiciadas por Estados Unidos y por potencias regionales, y ahora mismo constituye la mayor obsesión de Erdogan.

Erdogan dará un paso atrás solo si la comunidad internacional le obliga a ello, y esto estará en función del desarrollo de la guerra. Al presidente turco le han advertido desde distintos puntos para que no apriete el acelerador, y por ahora se está conteniendo. Sin embargo, un gran revés u otra circunstancia imprevista podrían abocarlo a entrar a saco en el Kurdistán. Esto pondría en juego su futuro político, aunque su futuro también estaría en juego si adoptara la improbable posición de abandonar el Kurdistán. En los dos escenarios, Erdogan tiene cartas perdedoras.

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