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Cinco años de la guerra de Yemen

El conflicto de Yemen cumple este miércoles cinco años. La coalición liderada por Arabia Saudí no ha querido poner fin a un lustro particularmente desastroso en sus aspectos humanitarios. Lo que empezó como una aventura que Riad creía que iba a ser corta, ha terminado en una guerra terrible cuyo final depende del príncipe Mohammad bin Salman, quien ya ha demostrado que su fuerte no es corregir errores.

Un hombre lleva en brazos a una niña herida en un bombardeo de la coalición saudí contra Yemen en agosto de 2017. Khaled Abdullah / REUTERS
Un hombre lleva en brazos a una niña herida en un bombardeo de la coalición saudí contra Yemen en agosto de 2017. Khaled Abdullah / REUTERS

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Hace exactamente cinco años, el 25 de marzo de 2015, Arabia Saudí inició una campaña militar en Yemen que Riad preveía fulminante. El conflicto, sin embargo, cuyo mejor calificativo probablemente sea el de inútil, se ha prolongado con un enorme coste humano para un país que figura en un lugar prominente de la lista de los más pobres del mundo, así como con un desgaste considerable para los saudíes y sus aliados.

En el umbral de su sexto año, los saudíes se encuentran ante dos opciones. Por un lado, pueden continuar la guerra sin que se vea una resolución concluyente, lo que significaría un mayor desgaste para el príncipe Mohammad bin Salman (MBS), quien ya ha metido a su país en un sinfín de problemas graves y ha demostrado que no es capaz de enmendar errores.

La continuación de la guerra significa también que MBS seguirá dependiendo de sus poderosos aliados, con Estados Unidos e Israel a la cabeza, con quienes ha creado una larga serie de dependencias políticas, de manera que incluso la continuidad de MBS está en manos de esos dos aliados a los que se ha entregado voluntariamente. Además, el suministro constante de armas estadounidenses –sin olvidar las armas europeas- es un negocio redondo de miles de millones de dólares al que Washington no parece dispuesto a renunciar.

La segunda opción consiste en poner fin a la guerra, pero esto también crearía una situación desfavorable para Riad ya que equivaldría a reconocer un gran fracaso político y militar sin tener garantías de que sus intereses se van a respetar a corto o medio plazo en la región, además de no garantizar que la situación en Yemen se estabilice.

Según las condiciones políticas y militares actuales, Riad ha perdido la capacidad de dictar los términos de la paz y debería ceder para retirar sus tropas. Por otro lado, los saudíes han fracasado en su intento de frenar la influencia iraní pese al aval de Estados Unidos e Israel, no solo en Yemen sino también en Líbano, Siria e Irak, especialmente después de verse que el presidente Donald Trump no está dispuesto a arriesgar la vida de sus soldados en beneficio de los saudíes.

MBS está metido en un costoso atolladero del que no podrá librarse fácilmente y quizá por eso ha decidido renunciar a una estrategia de salida de Yemen y continuar adelante a pesar de los graves problemas que tiene dentro del reino, y por supuesto también afuera. Si Riad inició en 2015 la intervención militar contra los hutíes apoyados por Teherán para asentar una política exterior firme, la realidad muestra que esa política ha fracasado.

MBS ha visto de primera mano los límites de la capacidad militar de su ejército y los límites de su enorme fortuna. En un primer momento, los saudíes pensaron que con el apoyo militar de Estados Unidos resolverían el problema en un abrir y cerrar de ojos, pero durante todos estos años han visto que son incapaces de desalojar a los rebeldes yemeníes del norte del país y ni siquiera han podido poner fin a la desgarradora lucha que enfrenta entre sí a sus aliados en el sur.

Aunque la guerra ha tenido altos y bajos, Riad ha sido incapaz de aprovechar las coyunturas que se han presentado para abandonar el conflicto, aunque fuera parcialmente, como hicieron en 2019 los Emiratos Árabes Unidos con objeto de reducir sus pérdidas. Recientemente, después de un paréntesis de algunos meses, las batallas con los hutíes se han reanudado en dos distritos.

Existen varios indicios de que los saudíes están hartos del conflicto. En noviembre pasado, un funcionario de Riad indicó que el reino había establecido un "canal de comunicación" con los hutíes para poner fin a la guerra. Sin embargo, y pesar de que los hutíes propusieron detener todos los ataques con drones y misiles contra Arabia Saudí, ese canal no ha dado ningún resultado. Es más, algunos analistas sugieren que los hutíes han aprovechado la calma para mejorar sus capacidades militares.

El peculiar presidente yemení, Abd Rabbuh Mansour Hadi, y su primer ministro siguen en Riad. En Yemen son cada vez más las voces que afirman que el presidente y su gobierno se limitan a seguir al pie de la letra las instrucciones que reciben de MBS y no a defender los intereses de Yemen. El caso es que el presidente continúa en un exilio dorado y ni siquiera ha regresado a la ciudad de Adén como se anunció hace unos meses.

Arabia Saudí está financiando proyectos humanitarios en Yemen, como la creación de escuelas, que se llevan a cabo en paralelo a las operaciones militares, y ha bombeado miles de millones de dólares para fortalecer al Banco Central y apoyar la moneda yemení. Pero justo ahora la crisis del petróleo puede incidir negativamente en el apoyo económico. Además, el prolongado presupuesto militar que exige la guerra no podrá mantenerse indefinidamente.

En resumen, hasta el momento no hay señales en el horizonte que indiquen que pronto va a terminar esta guerra. Los saudíes son quienes están mejor situados para conseguir la paz, pero la visión de Riad contempla que no debe cederse bajo ningún pretexto a la influencia iraní en la región, lo que paraliza cualquier oportunidad en ese sentido.

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