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Coronavirus Cuando su casa es el lugar más peligroso para una mujer: el confinamiento dispara la violencia de género en África del Sur

Amnistía Internacional denuncia el aumento de agresiones y las dificultades para denunciar a los maltratadores.

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Protesta contra la violencia de género en Ciudad del Cabo. Reuters. — Reuters

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Internacional

Algunos hogares de África del Sur se han convertido en una jaula para las mujeres y niñas que conviven con maltratadores. El confinamiento por el coronavirus ha convertido sus viviendas "en focos de crueldad, violaciones y violencia" para ellas, "atrapadas" con sus agresores "sin poder denunciarlo ni escapar para ponerse a salvo", denuncia Amnistía Internacional.

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Un informe difundido por la ONG señala que se ha producido un aumento de agresiones en Madagascar, Mozambique, Sudáfrica, Zambia y Zimbabue, al tiempo que las mujeres que presentan denuncias no son tomadas en serio por las autoridades y sufren el rechazo social debido a los "nocivos estereotipos de género".

El estudio Tratadas como muebles. Violencia de género y la respuesta a la covid-19 en África Austral refleja cómo crecieron las agresiones contra las mujeres tras el confinamiento de 2020, hasta el punto de que durante la primera semana el Servicio de Policía de Suráfrica recibió 2.300 llamadas de ayuda por violencia machista. A mediados de junio, ya habían sido asesinadas por sus parejas 21 mujeres, niños y niñas.

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"Se enseña a las niñas que los maridos tan solo pegan a sus esposas si las quieren", explica una activista mozambiqueña, lo que revela las dramáticas consecuencias de los estereotipos de género arraigados en las normas sociales y culturales de los países objeto de estudio.

Deprose Muchena, director de Amnistía Internacional para África Oriental y Austral, asegura que la pandemia, además de provocar que se disparasen las agresiones, "ha magnificado los problemas estructurales existentes, como la pobreza, la desigualdad, la delincuencia, los elevados índices de desempleo y las deficiencias sistemáticas de la justicia penal".

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Las restricciones impuestas para frenar la pandemia no permitieron huir a las mujeres maltratadas ni buscar protección. "Han tenido dificultades para denunciar los abusos, ya que tanto las propias mujeres como las organizaciones que trabajan para ofrecerles protección y apoyo no se consideraban un servicio esencial", añade Muchena.

Por ello, muchas no llegaron a denunciar a sus parejas y algunas lo pagaron con su vida. Por ejemplo, Tshegofatso Pule, asesinada en Johannesburgo (Suráfrica) cuando estaba embarazada de ocho meses. Casos que se han repetido en Zimbaue, donde la trabajadora de un hospital fue violada y asesinada cuando regresaba de noche a su casa debido a que la frecuencia del transporte público se resintió por el estado de emergencia.

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Una organización que ayuda a las víctimas de violencia de género en el ámbito familiar documentó 764 casos durante los once primeros días de confinamiento, que se multiplicaron por cuatro en junio. Además, la pobreza que provocaron las restricciones provocaron el aumento de las agresiones en Madagascar, mientras que solo disminuyeron en Zambia, según la Policía, que tomó como referencia el mismo período del año anterior.

Amnistía Internacional considera que ese descenso del 10% pudo deberse a que las mujeres no tuvieron la oportunidad de pedir ayuda, por lo que el porcentaje podría no ajustarse a la realidad: quizás hubo más agresiones, pero se denunciaron menos que en 2019. Así, la Asociación de Jóvenes Cristianas registró un aumento de los casos de violencia sexual en el primer trimestre del año pasado.

Además de los estereotipos y las razones culturales, la ONG subraya que las víctimas no confían en la Justicia, lo que dificulta que interpongan denuncias, a lo que habría que añadir el trauma que les provoca acudir a la Policía o a los centros de salud. De hecho, una mujer violada en Suráfrica critica que "la policía no se toma suficientemente en serio a las víctimas de violencia de género".

En ocasiones, los agentes han sido acusados de desestimar las denuncias por considerarlas "problemas familiares y no delitos", según organizaciones locales, mientras que las víctimas se arriesgan a ser estigmatizadas si lo hacen, lo que motiva que desistan.

"A muchas personas en África Austral les resulta sorprendente que el lugar más peligroso para las mujeres y las niñas durante la pandemia fuesen sus propios hogares. Es sencillamente injustificable", concluye Muchena, quien considera que los Gobiernos deben garantizar la protección de las mujeres, por lo que estima necesario un sistema de apoyo para que puedan zafarse de un maltratador del que podrían depender económicamente.

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